jueves, 27 de octubre de 2005

Dos mil años

Han perseguido, torturado y asesinado a miles de personas. Promovido guerras contra quienes no pensaban como ellos. Se han alineado siempre del lado de los sistemas totalitarios. Ellos mismos son un sistema totalitario y excluyente, clasista, racista y sexista. Han practicado el adoctrinamiento y la anulación de la personalidad y libertad de pensamiento de millones de personas. Han prohibido y quemado libros por considerarlos sacrílegos. Han robado, expoliado y tolerado ese robo y expolio. Y todo eso lo han hecho durante siglos.
Sí, de acuerdo, alguna cosa buena habrán hecho –sin duda la publicidad de marca es la mejor que ha habido jamás–. Pero me indigna, me subleva, me sulfura que sean tan cínicos al anunciar un slogan que reza (y nunca mejor dicho) dos mil años haciendo el bien.

Literatura

Es obvio que no todo lo que se publica es literatura. Ahí están, a modo de ejemplo, la guía telefónica, la revista semanal del Lidl, los plagios de Bucay(1), el reverso de los botes de champú o los premios Planeta, tanto aquí como allí.



(1) No fue plagio, fue autoayuda.

Gestos

No sé porqué me puse a pensar en ello. Imagino que saltando de una cosa a otra, de un eslabón a otro de esa cadena que llamamos asociación de ideas, llegué hasta aquí. Pensé en el lenguaje de los gestos. No me quiero referir al leguaje de las expresiones, pues en ése siempre navego a la deriva; me pierdo en los matices y me quedo con lo superficial del gesto –¿si no te duelen las muelas por qué pones esa cara?–.

Recordé algunas imágenes vistas por televisión. En algunos países, levantar los dedos índice y corazón –tuve que buscar los nombres de los dedos de la mano- formando una V significa victoria, mientras que en otros, para esa misma simbología, levantan los dedos índice y meñique, cerrando sobre la palma de la mano el corazón y el anular, sujetándolos con el pulgar. La curiosidad es que ambos signos, en otros distintos países, significan cornudo.

En la cultura occidental, para saludar, extendemos la mano derecha hacia delante. El aludido hace lo mismo, se cogen las manos y se agitan arriba y abajo. Esto se hacia en la Edad Media en Europa para indicar a un posible adversario que no tenías intención de sacar la espada. Obviamente, en algunas culturas, al carecer de espadas, este gesto carece de simbología. Como carece de simbología en –por ejemplo- el sur de Italia frotarse las narices. Los esquimales se saludan así porque es la única parte del cuerpo –aparte de los ojos, aunque saludarse chocando los párpados en una sucesión de guiños no es práctico- que llevan descubierta.

Pero el problema o la confusión en la comunicación aparece cuando dos gestos opuestos tienen el significado invertido. Aquí, en mi casa, para reforzar una afirmación, un sí, inclinamos la cabeza hacia delante y atrás, mientras que para la negación la giramos a derecha e izquierda. A estos gestos les llamamos asentir con la cabeza y negar con la cabeza. Cuando vamos a un país extranjero del que desconocemos el idioma, nos valemos de toda una gestualidad que suponemos común para hacernos entender, y asentir y negar con la cabeza es de lo más habitual.

Asterix, 'El combat de caps' (edició en català)

(1) -¡Ave!
(2) -¡Muy bien! ¡Haced como vuestro compañero que ha sabido saludar tan bien a nuestro amigo romano!
(3) -¡Traigo un importante mensaje de parte del centurión Langelus!
-¡Salgamos!
(4) -¡Está muy bien! Catedralgotix, te pondré un punto. Pero ya no merece la pena seguir saludando. ¡Ya salieron!
-¡Pero si yo no saludo! ¡YO QUERÍA IR A MEAR!

A raíz de esto recordé una anécdota que escuché hace un tiempo. A finales de la década de los ochenta, un representante del F.C. Barcelona se fue a Bulgaria a fichar a un destacado jugador. Ninguno de los dos representantes conocía el idioma del otro, así que se entendieron como pudieron chapurreando inglés e italiano y usando un amplio abanico de gestos. Pero la confusión apareció cuando, sin saberlo, los gestos para afirmar y negar con la cabeza eran opuestos en su significado. Mientras que el representante catalán asentía inclinando la cabeza hacia delante, el búlgaro lo hacía girando a derecha e izquierda. Y para negar justo al revés. Después de pasarse horas negociando un punto del contrato, cuando lo repasaban uno asentía de una forma y el otro entendía que no estaba de acuerdo. Y vuelta a empezar. Imagino que fue un lío monumental, pero quedó todo aclarado con unas risas cuando descubrieron la trampa cultural. Ficharon al jugador y se convirtió en un ídolo para la afición blaugrana.

Por cierto. ¿Habéis probado a decir no asintiendo con la cabeza? ¿O a decir sí negando con la cabeza? Seguro que os lo tenéis que pensar dos veces antes de hacerlo.

miércoles, 26 de octubre de 2005

Cálido abrigo

Aquí y en todo el hemisferio norte se está acercando el invierno. Me gusta la estación fría del año, mucho más que el verano. Me gusta pasear por la montaña y me gusta sentarme junto al fuego y, envuelto en una cálida manta, observar los racimos de estrellas en las noches heladas.
Recordé un pasaje muy útil para aquellos que, como yo, disfrutan respirando el aire frío de las noches de invierno.

Der ZauberbergCuando volvieron a subir después de la comida, el paquete de mantas estaba ya en la habitación de Hans Castorp, sobre una silla, y en aquel día se sirvió por primera vez de ellas.
Su experto primo le enseñó el arte de empaquetarse como lo hacían todos y como todo recién llegado debía aprender. Se extendían las mantas, una después de otra, sobre el fondo de la silla, de tal manera que rebasasen bastante los pies. Luego uno se tendía encima y se comenzaba por doblar la manta interior, primero en toda su longitud hasta los hombros, luego en su parte inferior por encima de los pies, sentándose y cogiendo el doblez de la manta, primero de un lado y luego de otro, y aplicando exactamente ambos dobleces sobre el reborde de la chaise-longue si se quería obtener la mayor seguridad posible. Se procedía luego de la misma forma con la manta exterior, que era un poco más difícil de manejar, y Hans Castorp, como aprendiz torpe, no dejó de lamentarse al practicar los movimientos que le enseñaban. Joachim aseguró que sólo algunos veteranos sabían envolverse en las dos mantas a la vez con sólo tres movimientos. Ésa era una habilidad rara y envidiada que no sólo suponía largos años de aprendizaje, sino también disposiciones naturales. Hans Castorp, dejándose caer hacia atrás con la espalda doblada, se echó a reír al oír las palabras de Joachim, quien al principio no comprendió lo que había de cómico en ello y le miró con un aire incierto; luego también rió.
–Está bien –dijo, cuando Hans Castorp estuvo tendido en la silla con la blanda almohada bajo la nuca y agotado por toda aquella gimnasia–; aunque estuviésemos a veinte grados bajo cero no podría pasarte nada.


La Montaña Mágica
Thomas Mann
(trad. Mario Verdaguer)

jueves, 20 de octubre de 2005

Modas

Jerseys de cuello cisne sin mangas, pantalones rotos y ahora con manchas de pintura (tengo unos muy a la moda), faldas y vestidos sobre un pantalón, zapatillas de deporte destalonadas, bolsillos ciegos o ropa sin bolsillos simultáneamente a la aparición de todo tipo de bolsos para hombre, lentillas de colores, gafas de cristal sin tintar (para la noche, me explicaron), cremalleras que no cierran nada, tangas (menos de la mitad de tela por el mismo precio), calzoncillos por encima del pantalón (como supermán). O zapatos de punta redonda un año para ser puntiaguda al siguiente. A esto le añadimos que una temporada -antes era durante una época, o durante un año- se lleva el negro, la siguiente colores pastel, a la otra los crudos o tierra. O ropa ancha y después ceñida, o corta para más tarde larga...
Eso sí, siempre nos lo venden como tu estilo.



Forges

miércoles, 19 de octubre de 2005

Lamento, que no queja (arrebato XI)

Cuando todo parece estar funcionando mejor que en sueños. Cuando no tienes tiempo para pensar en el futuro pues tan intenso es el presente. Cuando lo que está más allá de tu vida, no es que ya no te importe, es que sencillamente no existe. Cuando el fin lo justifica todo, hasta las renuncias que ignoras renunciar (no existen), culpas asumidas sin un ápice de duda, costumbres olvidadas. Cuando todo eso ocurre es difícil ser consciente, coherente. Es difícil abrir los ojos.

Y suele ocurrir que cuando uno es consciente, de inmediato sabe que ya es tarde. Bien, pues empiezo a ser consciente. La sensación de que algo no va bien me golpea fuerte, oprimiéndome, asustándome. Algo no va bien, no marcha como debería –querría-, pero ignoro el motivo, el origen. Y mucho menos el destino.

Quizás he ido cerrando puertas sin prestar atención. Aún así, tengo sensación de injusticia. No hablo de fraude, todos conocemos las bases del concurso, las instrucciones del juego antes de empezar a echar los dados.

Hay una parte de mí, la parte despierta y consciente -¿autoengañada?- que me grita que no, que esto es pasajero, que no pasa de ser un decaimiento de lluvia otoñal. Que a los de mi signo -¿ahora te has vuelto crédulo, imbécil?- les afecta de forma negativa la luna llena. Pero hay otra que susurra al oído, con impertinente insistencia, despierta, es todo falso, despierta, despierta, esto es un sueño, despierta, despierta, despierta o te harás daño...


Esta primavera, en uno de mis habituales paseos, me crucé con una hermosa planta cuya flor era de una rara belleza. Algo así no ocurre todos los días -pensé. Jamás había visto nada igual, así que decidí quedármela. Me hice con una bonita maceta, le puse la mejor tierra, regué y me dispuse a transplantarla para, en mi egoísmo, disfrutar únicamente yo de su compañía. Era lo que se dice una planta con carácter, de fuertes raíces, así que me costó mucho esfuerzo llevármela. Pero fue un esfuerzo grato, merecía la pena.
De antemano sabía que iba a ser difícil. No soy muy bueno con las plantas. Me suelen durar bien poco y ésta, además, presuponía que iba a requerir de muchos cuidados y atención por mi parte. Ya se sabe que las flores más exóticas y hermosas son las más difíciles de conservar en todo su esplendor. Pero pese a todo, pese a mi proverbial inconstancia, pese a mi poca maña con las plantas, decidí dedicarle todo mi tiempo.
Le busqué el espacio más soleado y resguardado de mi terraza. La riego cada día. Le ofrezco los mejores abonos. Le hablo. Le pongo la música que me parece más harmónica. Le leo los párrafos más hermosos que encuentro. Me cuido de ella, día y noche, laborables y festivos. La mimo y le doy todo mi cariño. Pero no nos engañemos, no deja de ser egoísmo: quiero conservarla siempre conmigo. Quiero crearle una dependencia hacia mí a base de cariño y costumbre.
Pero sí, lo sé, aunque no piense en ello. Aunque procure no pensar en ello. No, no quiero pensar en ello... pero lo sé. Es una bella y frágil flor. Requiere de todos los mimos. Pero todas las flores son estacionales. La vida como un viaje en tren. Tal como apareció en primavera se marchitará en otoño. Me dejará una maceta llena de tierra húmeda que se cubrirá de moho. Y en invierno escarcha. Pero no, no quiero pensar en ello. Pero lo sé. No quiero ver como se marchita la flor. Si la arranco de la maceta no veré cómo se consume, cómo se apaga, cómo se va. Pero si la arranco... ¡Ay si la arranco! Me pasaré la vida pensando que quizás, con un poco de suerte, muchos mimos, mucha atención por mi parte quizás, y eso es importante, quizás, la flor seguirá conmigo todo el invierno hasta la próxima primavera.



Y mientras pienso, escribo. Y mientras escribo, no olvido y pienso. Y me pregunto ¿qué está pasando? Escudriño en mi memoria buscando ese momento, esa acción, ese gesto que hizo a la flor -lo lamento mi amor- empezar a marchitarse. Y vuelvo y revuelvo. Y ya me veo como antes, borracho y perdido. Angustiado por no encontrar. Y ya estoy otra vez como antes -ahora, mientras escribo- empapado en alcohol. Como una pera al vino pero sin fruta, porque las frutas no lloran.

Esta tarde, desde lo más alto, caí en barrena hasta media altura. No me di de bruces contra el suelo. Todavía no.

This is the end, my little friend, the end. I'll never look into your eyes again?



(sugerencia de consumo)
Sonaba You make me real (versión en directo) de The Doors.
Terminé antes de The End.

martes, 18 de octubre de 2005

Arrebatos foráneos: Kavafis (I)

Entendimiento


Mis más jóvenes días, mi vida sensual…
con qué claridad veo ahora su significado.

Qué inútil, vano pesar…

Pero entonces no veía el significado.

En la desatada vida de mis prontos años
los impulsos de mi poesía tomaron forma,
los límites de mi arte fueron urdidos.

De ahí que el pesar fuera tan voluble.
Y las decisiones de refrenarme, cambiar,
como mucho duraban dos semanas.

Kavafis
(trad. Alberto Manzano)

Bruma

Puede ser que los casi cuarenta grados de fiebre me fundieran la única neurona que me quedaba. O quizás la inundación de mi casa –¡qué bonita la lluvia!- ha diluido mi elocuencia. Aunque también es posible que las pesadillas febriles aún atenacen mi mente.
En cualquier caso, la cuestión es que estoy bloqueado –desbloggeado-, incapaz de escribir nada, ni siquiera comentar en blogs amigos.
Mis sensaciones son análogas al clima de estos días. Frío, bruma, niebla, nubarrones…

lunes, 10 de octubre de 2005

Virus

virus de la gripe

Los párpados se cierran bajo su propio peso. Duelen las cuencas de los ojos, que parece vayan a estallar por la presión. No recuerdo haberme tragado ningún cactus, pero seguro que lo he hecho y este dolor de cabeza me impide recordar. Tengo frío, sin embargo sudo. Me duele... No me duelen las pestañas. Algo se ha instalado entre el aire exterior y mis pulmones, como una gasa o un tamiz muy denso y cada bocanada de aire me resulta insuficiente. Estoy cansado, muy cansado... y todo por culpa de esas pequeñas y blanduzcas bolitas. Voy a reducir mi consumo energético al mínimo vital.

viernes, 7 de octubre de 2005

Arrebatos foráneos: Oscar Wilde (I)

Una oleada de sollozos apasionados la sofocó. Se acurrucó en el suelo como un ser herido, y Dorian Gray la contempló con sus bellos ojos, plegando sus labios por un exquisito desdén. Siempre hay algo ridículo en las emociones de las personas que ha dejado uno de amar. Sybyl Vane le parecía absurdamente melodramática. Sus lágrimas y sus sollozos le aburrían.
-Me voy -dijo al fin con voz tranquila y clara-. No quiero ser cruel, pero no puedo volver a verte. Me has desilusionado.

El retrato de Dorian Gray
Capítulo VII (fragmento)
Oscar Wilde

jueves, 6 de octubre de 2005

el (esperado) regreso

Hoy el día ha amanecido torcido –aunque en realidad no sé cómo ha amanecido, pues he estado durmiendo hasta casi las nueve, incapaz de poder levantarme- y durante toda la mañana, en el trabajo, esa sensación no ha hecho más que aumentar.
Pero al mediodía todo ha cambiado. Un amigo me ha enviado un e-mail con el texto “No nos lo perdemos verdad?” en el asunto. ¿Qué no nos perdemos? –he pensado mientras lo abría.
Pues resulta que ha empezado la gira y se va a producir el concierto más esperado de los últimos años. No estoy hablando de Pink Floyd, ni Rolling Stones o Tom Waits. Ni siquiera me refiero a Jimi Hendrix o The Doors. Estoy hablando del concierto de Andrés Calamaro. Actuará en Donosti, Barcelona y Madrid los días 16, 17 y 18 de noviembre respectivamente.
Y además, el 7 de noviembre sale a la venta su nuevo disco. Se titula “el regreso” y es una colección de temas grabados en directo.

Creo que nada podrá estropearme este día tan hermoso.


(sugerencia de consumo)
Compra la entrada escuchando Mi Funeral 11 de Andrés Calamaro

miércoles, 5 de octubre de 2005

La cena

–Cierra tú que estoy preparando la cena.
–Pero... –beso atrapándola entre sus brazos- ¿y este recibimiento?
–Bueno... No te rías, ya sabes que soy un desastre. Estoy poniendo lavadoras y no tengo qué ponerme.

(Cómo reírse si una mujer -la mujer- te recibe desnuda bajo un delantal)

-Si hueles a quemado soy yo.


Lo más sorprendente del caso es que ella pudo preparar la cena...

martes, 4 de octubre de 2005

Puedo tener (arrebato X)

Puedo tener los días con sus noches; el vino decantado; la luna llena o vacía; un firmamento de estrellas; los bosques; el olor de la resina; a Joyce; el murmullo del mar; la lluvia; el pelo mojado en verano; un copo de nieve en la mejilla; a Rimbaud, Beckett o Wilde; una cena con velas; las sábanas limpias; un concierto de guitarra; un aria de Mozart; el fuego en la chimenea; la luz a través de la persiana; a Hesse, Kundera o Cortázar; un prado en primavera; una pinta en Dublín o percebes en Galicia; a Miles Davis, Jobim, Bill Evans o Coltrane; un queso bien curado; el jamón de bellota; la fruta recién cogida; la hierba recién cortada; las montañas nevadas o fumar después de amar; una película de Wilder; una buena noticia; el regalo de un libro y ese sueño cumplido.

Puedo tener todo eso y más.
Pero de nada me sirve si no lo comparto contigo.
Puedo tener todas las letras para formar todas las palabras del mundo.
Pero de nada me sirve si no te escribo te quiero.

Maestro

Nació en Cuba hace ochenta y siete años. En los años 40 del siglo pasado empezaba una brillante carrera profesional como pianista, arreglista y compositor en las más populares orquestas cubanas. Estuvo en la orquesta de Julio Cueva, en el Cabaret Tropicana, en Sabor de Cuba. Fue arreglista de Cachao y colaboró con Celia Cruz, Osvaldo Farres, César Portillo… Se exilió, con sus maletas cargadas de música para repartirla por el mundo. New York, París, Amsterdam...
Pero lo dejó todo por amor y fijó su residencia en Suecia. Durante treinta años vive en el más absoluto anonimato hasta que, en 1994, recibe una llamada de Paquito D’Rivera. El resto está grabado en la historia de la música reciente con letras de oro. Obtiene dos Grammys. Toca en la Calle 54 de la mano de Fernando Trueba y llora Lágrimas Negras junto a Diego El Cigala.
Y ayer(1), formando parte de su Quartet, junto a Javier Colina, Rickard Valdes –su hijo menor- y Efraín Porro, maravilló con su música a los dos mil asistentes que llenaban el Palau de la Música. Su maestría al piano se movió desde las habaneras hasta Gershwin, pasando por El manisero o Bill Evans. Yo estuve allí.
Señoras y señores, damas y caballeros. El genial, el único, el inimitable…


¡Bebo Valdés!


Bebo Valdés Quartet en el Palau de la Música



(1) El concierto fue el jueves pasado y esto lo escribía el viernes. Por problemas técnicos y logísticos con la cámara y lúdicos conmigo no lo he podido publicar hasta hoy.