lunes, 29 de enero de 2007

Maldiçao

Quizás esta canción en la extraordinaria voz de Amalia Rodrigues os parezca triste, pero yo que venía de más abajo me he sentido reconfortado.



Ahora me tomaría una copita de Porto.

miércoles, 24 de enero de 2007

Jersey girl




And I call your name, I can't sleep at night, sha la la la la la la

domingo, 14 de enero de 2007

Play it again, Bogart

Fue el tipo duro por antonomasia del Hollywood de los años 40 y 50. Rudo, valiente, adusto, de puñetazo fácil y frío como un témpano con sus enemigos y con las mujeres. Y pese a todo, se casó con la más guapa. Quizás sea porque cuando las besaba se les doblaban las piernas. Y si no que se lo pregunten a Ingrid Bergman en Casablanca o a Audrey Hepburn en Sabrina. No fue gratuito que Woody Allen lo tuviera como ejemplo a seguir en Sueños de un seductor.

Quizás lo único que tenga en común con Bogart sea que yo también estoy comprando boletos para morir de un cáncer de garganta a los cincuenta y ocho años. Bueno, eso, que suelo ir mal afeitado, que mi mirada se ha posado en muchos fondos de vaso, que me gusta el jazz, que me pierden las mujeres, que...

Humphrey Bogart


Hoy se cumplen cincuenta años desde que sólo está entre nosotros en sus películas.

Sueño

Soy lo que sueño. Pero no soy lo que sueño porque sólo soy en sueños. Al margen de este paisaje onírico es todo tan gris que no logro encontrar la voluntad de ser.
Y sé que si en realidad fuera lo que sueño, entonces soñaría otro sueño.

viernes, 12 de enero de 2007

Inmovilismo y rutina

Si los personajes de Escher conocieran realmente la naturaleza de la escalera ¿seguirían caminando?

Si fuera uno sólo el que se detuviera, entorpecería el paso de los demás y le increparían por ello. Sería pues necesario que ese les abriera los ojos, que todos fueran conscientes de la inutilidad de su esfuerzo rutinario.

Sin embargo, una vez tuvieran conocimiento de su ingrato destino ¿se detendrían? Muchos alegarían que caminando distraen su rutina, que es caminar, y se afanarían por seguir con su estéril tarea mientras olvidaban que es en balde.

Ascending and Descending

jueves, 11 de enero de 2007

Felicidad narcotizante

La felicidad es narcotizante. Otras drogas, obtenidas por el hombre desde épocas remotas, desde el peyote hasta el diacepán, no son más que burdas aproximaciones a ese estado de elevación suprema que es la felicidad. Si esta es la época en que más drogas se toman, tanto legales como ilegales, o lo que es lo mismo, tanto las que pagan impuestos como las que no, es porque no somos felices. Vivimos en la sociedad de la infelicidad. En un estado de ansiedad permanente, que va desde miedos inoculados por nuestros propios gobernantes hasta una perpetua incertidumbre en todo cuanto sustenta nuestra estabilidad.

Existen privilegiados que tienen la fortuna de poder convivir con ella durante periodos más o menos breves de tiempo. Estos son, una vez la pierden, a los que más les costará volver a encontrarla. No les valdrá cualquier burda copia o mal sucedáneo, pues han conocido la verdadera felicidad.

Otros, sencillamente se crearán una felicidad a medida. Parecerán felices, incluso en algún momento realmente se creerán felices, pero en su fuero interno sabrán el engaño. Más nunca lo reconocerán, pues esa superficialidad es la que les da la fuerza para seguir creyéndolo.

Son estos últimos los que jamás conocerán el placer de estar solo.

Sin embargo, el problema de la verdadera felicidad es que, una vez se desvanece, queda el alma desnuda, la cruda realidad. El narcótico ha dejado de tener efecto y ese individuo no es capaz de fabricarse una falsa felicidad a medida. Es entonces cuando aparecen, como un tumor en la mente, la ansiedad y la incertidumbre. Regresan con fuerza todas esas frustraciones del pasado que habían quedado sepultadas o sencillamente aplazadas. Las dudas y los temores vuelven a tomar su horrible forma. Uno empieza a creer realmente que nada tiene sentido y que no merece la pena. Muchas de estas personas que han vivido momentos de verdadera felicidad acabarán buscando narcóticos alternativos. Algunos, los más socialmente pudorosos, irán al médico para que les recete drogas de farmacia, con prospecto explicativo y etiquetas con impuestos, que les serán ofrecidas por personas de intachable reputación enfundadas en impecables batas blancas. Otros saldrán a la calle a buscar su felicidad en forma de polvos blancos envueltos en un paquetito de papel. Algunos, los que más, se emborracharán.

Llorarán todos, pues es a la infelicidad lo mismo que el orgasmo es al placer.

miércoles, 10 de enero de 2007

La voluntad de estar solo

Estar solo es visto como algo antisocial. Me refiero a la voluntad de estar solo, de no querer relacionarse. El ser humano es en esencia un ser social. Es por ello, por la incomprensión de esa voluntad de soledad, que convierte al individuo que disfruta de ella en un ser extraño. Causa primero sorpresa, e incluso rechazo. No se comprende porque se ignora. Pocos son los que saben del placer de sentirse en íntimo contacto consigo mismo y la nada. Escuchar los propios latidos del corazón y el fluir de la sangre. Emprender viajes hacia el interior que te catapultan lejos, haciéndote perder la noción del espacio y del tiempo. Conocerse para huirse. Desaparece la realidad, que suele ser la causante de todos los problemas. Esa realidad que la gente en su mayoría evade en sociedad, algunos la evaden en soledad.

La voluntad de estar solo es vista como algo más antisocial que, por ejemplo, organizar una pelea en un bar.