jueves, 24 de junio de 2010

Amanecer de San Juan

amanecer de San Juan

Noche de verbena tranquila en la terraza, o por lo menos todo lo tranquila que puede ser una verbena de San Juan con sus hogueras a pie de calle, los petardos y los cohetes estallando sobre nuestras cabezas. Como acompañamiento de la carne a la brasa hemos dado buena cuenta, mano a mano, de un magnífico Pintia del 2005 que ha comenzado agazapado en el fondo de la botella, como molesto con nosotros por haberle interrumpido su reposo de cinco años, pero que poco a poco ha ido desperezándose para mostrarnos toda su aterciopelada fuerza, desgranando todo un abanico de fruta negra madura, vainilla o chocolate.

A medianoche nos ha visitado un amigo para compartir la terraza con nosotros, lo cual hemos aprovechado para descorchar un Viña Ardanza Reserva Especial del 2001, un clásico Rioja que tampoco era manco y que nos ha servido como excusa para conversar durante horas. Charla animada, buen vino y vinilos, muchos vinilos sonando durante toda la noche. La coca de San Juan con el cava ha marcado el final de los vinos y el inicio de los gin tónics, que nos han acompañado hasta poco antes del amanecer, justo cuando hemos cogido las cámaras de fotos para subir a la cima del parque del Guinardó a ver la salida del sol desde lo alto de Barcelona.

sol de San Juan

Hemos amanecido a la hora de comer para desayunar coca de la noche anterior. Bogart y la Bacall nos han ayudado a pasar la modorra desde “El sueño eterno”, esa película tantas veces vista -“No me gustan sus modales” “A mí tampoco los suyos. Yo no he pedido esta entrevista. A mí tampoco me gustan mis modales, me hacen llorar las noches de invierno. Y me importa tanto que le moleste como que se tome la sopa con tenedor.”- pero que resulta imposible cansarse de ella. Ha terminado justo para ver cómo Italia caía eliminada del mundial, lo cual siempre es una buena noticia para el fútbol.

jueves, 17 de junio de 2010

Sobre los vinos

Un buen amigo me contaba que durante años, cuando iba a visitar a su madre en verano -vivía en Holanda, país de origen de mi amigo- siempre le llevaba un par de botellas de vino, pero que había decidido dejar de hacerlo. Mi amigo es huérfano de padre desde antes de empezar a afeitarse, y parece ser que el nuevo novio de su madre -y esta palabra, “novio”, la escupía con desdén, le dolía como quien se arranca una costra- era un arrogante presuntuoso incapaz de respetar las más sencillas normas en cuanto al vino se refiere. Mi amigo me contaba que le había explicado que el vino tinto no debía servirse recién sacado de la nevera. Es más -me decía- le había insistido que no debía guardarse en la nevera. Pero su interpretación del consejo había sido peor, pues seguía guardándolo en la nevera y antes de servirlo lo metía un rato en el microondas -y aquí mi amigo se echaba con desesperación las manos a la cabeza y exclamaba- ¡Lo metía en el microondas! Y nos reíamos de la estupidez de el-novio-de-su-madre. Él volvía a repetir ese “¡En el microondas!” con las manos en la cabeza, acompañado de un par de comentarios burlones y las carcajadas cómplices reaparecían antes de haber terminado las anteriores. “¿Cómo se podía ser tan ignorante?” nos preguntábamos.

Bien, pues el lunes estuve en una presentación de vinos alemanes. Ahí estaban los mejores bodegueros teutones ofreciendo sus magníficos riesling y alguno más. Y ahí se juntaron las mejores narices del panorama patrio: bodegueros, summiliers, expertos, críticos, enópatas varios... y un servidor, que pasaba por allí como un pueblerino por la capital. Con el primero que probé pensé “joder...”. Con el tercero o cuarto, echando mano de mi extenso y preciso catálogo de adjetivos exclamé: “¡Hos-tia!”, así marcando las sílabas. Y a partir de ahí y hasta el final del centenar largo de catas acabé con mi rosario de exclamaciones, sobre todo cuando aparcamos frente al mostrador de Herr J.J., y tras deleitarnos con sus caldos nos hincamos de rodillas para jurarle devoción eterna y después abandonamos la sala haciéndole la ola. Durante las cuatro horas largas que duró la cata, no logré reconciliarme conmigo mismo por estar escupiendo tantos vinos que en mi modesta opinión eran excelsos. De hecho, temía salir a la calle pues tenía la certeza de que, por justicia divina, nada más pusiera un pie afuera un rayo fulminante caería sobre mi pecadora persona para convertirme en un montoncito de polvo que se llevaría el viento, camino de alguno de los anillos más aterradores del Infierno de Dante. Pero, ¡joder, que eran más de cien! Sirva como propósito de enmienda que hacia el final me los bebí todos: eran demasiado buenos.

Por recomendación del ínclito Jordi Melendo, fuimos a comer a “El pa torrat” en Castellvell, donde nos deleitaron con su buen hacer a los fogones, su atención exquisita y una excelente bodega, de la que el Padrino y maestro de ceremonias escogió dos champagnes que deben ser pecado de lo buenos que estaban. Por la mesa pasaron, entre otras delicias, unos buñuelos de bacalao de los mejores que he probado (y eso que mi madre es una experta en tales lides), un fricandó que se deshacía en la boca o un excelente conejo, tierno y jugoso. Para el epílogo nos reservaron dos botellas de vino rancio dulce de “De Muller”, el uno con una solera de 1918 mientras que el otro fue el célebre “Pajarete”, solera de 1851, de los que dimos buena cuenta agarrados a unos buenos habanos.

De regreso a Barcelona en el coche sonó el “Exile on Main Street” de los Stones y hablamos de Calamaro, Paco de Lucía y el gran Miles.

El día se hizo noche en “Monvínic”, en la calle Diputació de Barcelona, donde otra vez el Don extrajo de la carta un elenco de caldos que todavía palpitan en mis sienes. Ahí estaban el Jérome Prévost, un champagne rosé pinot meunier, seguido del Vincent Girardin, un borgoña chardonnay Chassagne-Montrachet Premier Cru del año 96 del siglo pasado que era puro néctar, como un caramelo de café. Tampoco faltó a la fiesta el Domaine Jean-Marc Boillot, un borgoña pinot noir del 90. Y mientras encargábamos el Domaine Pierre Gaillard, un Condrieu de 2002, no pudimos resistir la tentación de pedir también un par de copas del Sagrantino di Montefalco del 99 Arnaldo Caprai y el Foreau - Domaine du Clos Naudin, un chenin blanc del Loira. Lamentablemente, las tapas con que acompañamos los vinos no estuvieron ni remotamente a la altura de las circunstancias. Sin duda es un aspecto que deben mejorar y mucho. La cuenta ascendió de forma indecente aunque, las cosas como son, bastante por debajo del precio en tiendas. Y qué coño, que la saldamos bien a gusto y todavía con la sonrisa de oreja a oreja.

Al finalizar la noche, feliz y contento como estaba, no pude evitar acordarme de el-novio-de-su-madre y sentirme un poco ignorante, un poco abrumado; no pude dejar de pensar que, pese a todo lo que había disfrutado, pese a lo mucho aprendido, no había conseguido apreciar tanto como se merecían tantos placeres.


Pecando en 'El pa torrat'
Pecando en 'El pa torrat'

miércoles, 16 de junio de 2010

Carta a Nora

15 de junio de 1904

60 Shelbourne Road

Debo estar ciego. Durante largo rato estuve mirando una cabeza de cabello castaño rojizo y después decidí que no era la suya. Volví a casa muy abatido. Me gustaría concertar una cita, pero quizás no sea conveniente para usted. Espero que sea tan amable de fijarla usted misma, si es que no me ha olvidado.

James A. Joyce

"Cartas de amor a Nora Barnacle"
James Joyce


Y a Nora le pareció tan conveniente que acordó la cita para el día siguiente, un hermoso 16 de junio de 1904 en Dublín. Lo que vino después ya es Historia.


P.S. a las 14:05: Hoy esta colección de apuntes, citas, relatos y arrebatos varios cumple cinco años de vida. ¡Quién lo hubiera dicho!

miércoles, 9 de junio de 2010

Sobre la huelga

Nos han secuestrado la democracia y los sindicatos mayoritarios son cómplices activos del delito. Nosotros somos cómplices pasivos.

la majorité c'est vous
"La majorité c'est vous" de René Maltete