jueves, 17 de septiembre de 2009

Quién me lo iba a decir

Quién me lo iba a decir, a mi edad, y estoy como un niño con zapatos nuevos. Me he comprado (de segunda mano, eso sí) una cámara. Iba a decir una cámara nueva, pero tratándose de una Nikon FM2, de esas de pasar el carrete con una palanca y enfocar girando el objetivo, eso sería un oxímoron. Ya veis, otra vez hablando de antiguallas, pero es que hay viejos deseos que si no se alcanzan, con el tiempo se hacen más antojadizos. Y yo esta cámara la vengo deseando desde hace muchos años ya.

Y es tan bonita.

Pero no solo eso, que por muchos años que tenga este modelo, aunque no tenga ni un solo megapíxel, ni autofocus, ni tarjeta de memoria, ni pantalla de tres pulgadas, sigue siendo una cámara cojonuda. Con unas prestaciones que ya las quisieran para sí muchas de las nuevas y rutilantes digitales con millocientos megapíxels. Y además funciona sin pilas.

Y es tan bonita.

Ya le he cargado un carrete en blanco y negro para sacarla de paseo.

Mi "nueva" cámara

jueves, 10 de septiembre de 2009

Mi Werlisa

Casi cada semana ceno en casa de mis padres, una especie de ritual auto impuesto que ellos no permiten que olvide y que, de alguna forma, sirve como diezmo a mi poca predisposición a atender el teléfono durante los siete días siguientes. En su casa, repartidas entre armarios y altillos, mis padres todavía guardan un sinfín de cosas mías (juguetes que da lástima tirar, libros infantiles, cuadernos de la escuela, etc.) y de entre todas ellas una de mis joyas más preciadas, que con frecuencia había pensado en recuperar y que invariablemente olvidaba cuando cenaba con ellos. Hasta hoy, que lo primero que he hecho al entrar ha sido ir a mi antigua habitación, abrir el último cajón del armario y coger mi vieja cámara, la primera cámara de fotos que tuve, una preciosa Werlisa LED de 38mm, regalo de una de las primeras navidades de la década de los ochenta. Todavía hoy recuerdo la emoción que sentí al tocar con mis manos, al tomar con temor reverencial esa cámara mientras atendía a las explicaciones de mi padre, que ya por esa época tenía una “de las buenas”. Junto a la cámara, en el mismo paquete había un carrete “Ilford” de doce exposiciones “en blanco y negro mientras aprendes, que es más barato”.

El poder de evocación de ciertos objetos es muy intenso, tanto que esta noche cuando he vuelto a tener en mis manos esa vieja cámara he sentido esa lejana emoción, he regresado a esa mañana festiva en la que el niño que fui tomaba entre sus manos un juguete que ya era de persona mayor y que, por tanto, debía tratar como tal. Y si no que le pregunten a Proust con sus magdalenas.

Mi Werlisa

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El notición del verano

Ha saltado el notición en todos los medios, tanto los escritos como en televisión, con profusión de imágenes y vídeos mostrando lo inaudito, el escándalo por el que los hipócritas se están rasgando las vestiduras y los dirigentes de la cosa pública echando balones fuera o al rival, que la competencia no es mía. Ha saltado la noticia que ha caído como un jarro de agua fría, como un mazazo en el mismo centro de la sociedad catalana, pues aquello que nadie jamás podría haber siquiera imaginado que sucediera, aquello de lo que nunca se habían escuchado voces ni siquiera en los corrillos y mentideros de los barrios más populares, aquello que ni en el mejor de los casos se podría haber previsto, ha sido descubierto para espanto y estupefacción de todos en el mismísimo centro de Barcelona. Porque resulta, fíjate tú, que en el Raval, agárrate, ¡Hay putas!