viernes, 26 de septiembre de 2008

Trastornos

Supongo que lo mío puede clasificarse como trastorno del sueño. O dicho de otro modo, abuso de vigilia. Porque no es que no pueda dormir, es que me empecino en alargar el día por el lado del final sin que pueda hacer lo mismo por el lado del comienzo, como el que tira de una manta demasiado corta que le cubre los pies o la cabeza, pero nunca ambas. Seguramente el problema sea que del binomio ocio y negocio (es decir, la negación del ocio), tengo claro de qué lado prefiero decantarme. Y así me va, claro, que llego el viernes por la tarde a casa y necesito echarme la siesta, aunque sean las ocho. Un ratito sólo, por favor, sólo una horita y nada más…

Pero lo prefiero así porque qué pena me dan aquellos que alargan las horas de trabajo para llegar a casa cuanto más tarde mejor, qué lástima. Algunos se autoengañan con la excusa del exceso de trabajo, mientras que otros quieren creer que su ocio es el negocio, cuando lo único que consiguen es no tener ningún momento de descanso. Debe ser triste estar tan mal en casa como para preferir estar en el trabajo. Digo yo que algo debe poder hacerse ¿no? Es una cuestión de valentía. No de no tener miedo, sino de ser capaz de vencerlo, que no tener miedo es de temerarios. Digo yo que tendrá que haber un camino.


(sugerencia de consumo)
Tendrá que haber un camino, de Enrique Morente y Los Planetas

jueves, 25 de septiembre de 2008

Una señora de Cuenca

Cuando he llegado a la plaça del Pi había montada una feria de productos artesanales: miel de todo tipo de flores, miel con frutos secos, pan de higo, quesos, embutidos, vinos, chocolates… una maravilla de sabores, olores y colores.

Antes me había acercado a ver la jornada castellera de la Mercè, aunque poco rato pues hoy participaban colles de “segunda división”. Después he dedicado la mañana a pasear por las callejuelas del gótico, cámara en ristre, con parada en la plaça de Sant Felip Neri, porque es mi debilidad y porque el juego de luces y sombras de las hojas de los árboles me han recordado una pintura de Renoir, hasta desembocar en la del Pi, casi sin quererlo.

miel en la plaça del Pi


Es habitual que los días festivos haya ferias de este tipo en esta plaza, pero hoy, quizás por la forma en que estaba bañada por la luz del sol, me ha parecido más bonita de lo habitual, así que me he puesto a echarle fotos. En eso estaba cuando he visto por el rabillo del ojo que una señora se detenía a un par de pasos de mí, esperando que tirara la foto para cruzar.

Passi, passi –le he dicho bajando la cámara y apostillando mis palabras con un gesto inequívoco de mi mano izquierda que la invitaba a cruzar sin apuro.

Pero ella no se ha movido de su sitio y me ha conminado amablemente a hacer la foto. Tenía el sol de frente y necesitaba buscar un buen encuadre para que no saliera quemada. No quería echar una foto como quien escupe sobre la acera, así que he vuelto a invitarla a cruzar para a continuación bajar totalmente los brazos, dando a entender que no tenía intención de hacer ninguna foto mientras hubiera alguien esperando. Finalmente me ha dado las gracias, ha cruzado y yo he tirado un par o tres de fotos sin prisas.

–Mira, esta es la baldosa tradicional de Barcelona. Es modernista ¿sabes? Y…

No se había movido de mi vera en el rato que yo he estado echando fotos, y ahora se abalanzaba sobre mí esgrimiendo una postal de la loseta Barcelona, la clásica con el dibujo de la flor que pavimenta la mayoría de las calles del centro. Tras el inicial desconcierto –ella sigue hablando pero yo he desconectado unos segundos–, deduzco que me ha tomado por guiri.

–Sí, lo sé –le respondo–. Yo soy de aquí.
–Ah, pues entonces ya lo sabrás, claro. Mira, yo soy de Cuenca, pero a Barcelona no la cambio por nada ¿sabes? Es la ciudad más bonita del mundo. Y me encantan las baldosas de sus calles. Mira –me dice mostrándome su bolso bandolera, de piel color chocolate y con un grabado de las losetas de Barcelona–. Me lo acabo de comprar ahora. Es que me encantan estas baldosas.

Es una mujer de unos sesenta años, bajita, de ojos grandes y despiertos. Lleva dos bolsos cruzados en bandolera: el que llevaba al salir y la nueva adquisición. Se la ve muy feliz. De inmediato me ha caído simpática.

–¿Ha visto las del Paseo de Gracia? –le pregunto–. Son de Gaudí, y en lugar de ser cuadradas son hexagonales. Son muy bonitas también, muy grandes, de un tono azulado, y aunque ahora las están cambiando por otras más pequeñas y grises, en algunas zonas del centro del paseo todavía se conservan las originales.

Ella seguía mis explicaciones con los ojos muy abiertos, como encantada de haber encontrado a todo un experto en baldosas barcelonesas.

–Quería comprar algún recuerdo, una baldosa de regalo, y me han dicho que quizás aquí por el centro podría encontrar algún sitio.
–Aquí en esta callejuela las venden de chocolate –le explico indicándole la calle Petritxol.
–¡Uy, de chocolate! No, no, que me las comeré todas y no me conviene. Yo buscaba otra cosa, un recuerdo de una baldosa de cerámica o algo por el estilo.
–Mire –le digo–, en el Paseo de Gracia, en la planta baja de la Pedrera, hay una tienda de recuerdos en la que seguro tendrán la baldosa de Gaudí. Esta otra que le gusta a usted no lo sé, pero puede probar, porque hoy está casi todo cerrado. Si hay alguna tienda en Barcelona donde encontrar estas cosas es ahí.
–¡Muchas gracias! –ha exclamado con sincera alegría. Y mientras se guardaba su postal de las baldosas en el bolso de las baldosas ha continuado exclamando–. ¡Qué suerte he tenido de encontrarte! Yo que andaba buscando un poco perdida y justo doy contigo aquí, en medio de tanta gente. Muchas gracias –ha insistido, para acto seguido acercarse alargando el cuello para que yo bajara la cabeza y así poder darme dos besos.
–Feliz fiesta de la Mercè –me ha deseado antes de darse la vuelta y encarar resuelta hacia Petritxol.
–Igualmente –le he respondido ya desde cierta distancia, pensando que si veía las baldosas de chocolate en el escaparate, no podría evitar comprarlas.

Por mi parte he seguido haciendo fotos hasta que las tripas han empezado a emitir avisos. Entonces he embocado la calle del Pi y después Cucurulla hacia la Vía Layetana para coger el metro. De camino pienso que debo llevar a cabo mi antiguo proyecto de fotografiar todos los tipos de baldosas de las calles de Barcelona, antes de que desaparezcan.

martes, 23 de septiembre de 2008

La felicidad de estar triste

Este año he recibido al otoño con un catarro. Estoy rodeado de montoncitos de pañuelos de papel arrugados, pero mi nariz, lejos de amedrentarse, sigue licuando alegremente. Ya ha llegado el otoño que, como canta Sabina, durará lo que tarde en llegar el invierno, y que por primera vez desde mis años de escuela, llega sin poder quitarme de encima la impresión de que el verano fue demasiado corto. Quizás sea porque no ha sido un año de tórrida canícula.

Pero ahora no escuchaba a Sabina, no. Sólo recordé ese verso. Ahora escucho a Amália Rodrigues, que es una voz muy adecuada para una noche lluviosa de otoño. Es un disco –el “Amália at the Paris Olympia”– que había buscado en vano durante algún tiempo y que este verano, en la librería de Fundación Serralves en Porto, practicando esa variante de la pornografía que consiste en hojear libros sin comprarlos, lo encontré al lado de la caja registradora después haberlo buscado (también en balde) en la sección de música. Es una cuidada reedición de este año, recuperada y remasterizada a partir de la grabación en vinilo del año 1957 guardada en una colección particular. El diseño está cuidado hasta tal punto, que el CD ha sido impreso imitando el vinilo original, con sus surcos y todo. Una verdadera joya. Esto, un LBV de 1995 y un Vintage Quinta Única del 2004 han sido algunos de los souvenirs que me han acompañado de vuelta a Barcelona.

Me gusta el otoño. No sé si será por sus colores, o por ir a coger setas o porque me gusta la lluvia. Pero lo cierto es que me siento cómodo en esta época del año. Me siento cómodo en mi manera de ser, porque a nadie le parece raro que uno tenga repentinos ataques de melancolía en otoño, pero en primavera o verano exigen una explicación. Me siento cómodo porque se diluye el contraste, porque todo es gris y ocre y neblinoso y lánguido y reposado. Y porque me arrebujo en el sofá, recostado sobre los almohadones de plumas a leer bajo la única luz de una lámpara de pie, con una copa de porto a un brazo de distancia, y me siento completamente feliz. Porque, no lo olvidemos, la melancolía es la felicidad de estar triste.


(sugerencia de consumo)
Nem às paredes confesso de Amália Rodrigues desde el Olympia


lunes, 22 de septiembre de 2008

Nota mental

"No piense que no fui sincero cuando le dije que en este momento 'Guerra y paz' me resulta repugnante. Hace unos días tuve que echarle una mirada para decidir si debo hacer correcciones para la nueva edición, y soy incapaz de transmitirle el arrepentimiento y vergüenza que sentí al revisar muchos de los pasajes. Era un sentimiento semejante al que experimenta una persona cuando ve las huellas de una orgía en la que participó".

Lev Tolstói en una carta a su tía Alexandra Andréyevna Tolstaia (febrero de 1873).

Nota mental: Antes de releer "Guerra y paz" debo participar en una orgía.

viernes, 19 de septiembre de 2008

El vino de Porto

Es bien sabido que viajando se aprende y que es de agradecidos compartir, así que aquí os dejo esto.

El vino de Porto se obtiene a partir de detener de la fermentación del mosto mediante el añadido de brandy o aguardiente de vino y el posterior envejecimiento. Del tipo y calidad de la uva, el envejecido en barrica o botella y las posteriores mezclas dependerán las distintas categorías y tipos de porto resultantes.

En líneas generales, la primera y más evidente distinción debe hacerse entre el porto blanco y el tinto. En ambos, a mayor envejecimiento, más dulce resulta el vino. En el caso del porto blanco, elaborado principalmente a partir de las variedades Malvasia Fina, Donzelinho y Gouveio, este envejecimiento oscurece su color, desde el dorado o pajizo de los más jóvenes hasta un caramelo o tostado que se asemeja al color de los tintos más viejos. Estos últimos serán denominados Lágima y Doce, mientras que los primeros son los Seco y Extra seco.

Para el porto tinto, los tipos de uva empleados son, en esencia, la Touriga Nacional y la Touriga Francesa, la Tinta Amarela, Tinta Barroca y Tinta Roriz y, al contrario que los blancos, su color se aclara con el envejecimiento. El modo de elaboración se divide en dos grandes grupos, aunque los días que anduve por Portugal escuché distintas interpretaciones: los vinos estilo Ruby, que se caracterizan por su pronto embotellado y tienen fecha de cosecha (entre los que se encuentran el Vintage, que es el rey de los vinos de Porto, el LBV y el Ruby) y los estilo Tawny, vinos que envejecen en barrica, filtrados al ser embotellados, por lo que no requieren ser decantados y no tienen fecha de cosecha (los Tawny jóvenes y de diez, veinte, treinta y más de cuarenta años, y los Colheita).

bodega Ramos Pinto


De estos últimos, el Tawny básico es el más sencillo y raramente tendrá más de tres años, aunque los más maduros pueden llegar a tener hasta ocho. Este vino se obtiene a partir de la mezcla de vinos de distintas vendimias envejecidos en barrica. No se indica el tiempo de envejecimiento una vez embotellado para su venta. Una vez abierto, puede conservarse hasta un mes en buenas condiciones.

Los Tawny con indicación de edad son vinos que han envejecido en barrica diez, veinte, treinta o más de cuarenta años. Estos últimos pueden llevar la indicación Senior Tawny o Tawny Reserva. También se obtienen a partir de la mezcla de vinos de distintas cosechas. Eso significa que un Tawny de diez años puede ser el resultado de la mezcla de vinos envejecidos durante ocho a doce o catorce años, donde los más jóvenes aportan frescura y los maduros unos aromas persistentes a frutos secos y otros más complejos como café, canela, chocolate o caramelo, que se acentúan cuanto mayor es su envejecimiento. Cuanto mayor es el envejecimiento en barrica, más tiempo se conserva una vez abierto. Estos pueden mantenerse hasta cuatro o seis meses en buenas condiciones.

El último de los tipo
Tawny es el Colheita, también envejecido en barrica un mínimo de siete años aunque lo habitual es entre veinte y cincuenta años los más exigentes. Es esencialmente distinto en tanto no es de mezcla de distintas vendimias, sino que se indica claramente en la botella el año de la cosecha y el de embotellado. De una extraordinaria textura sedosa es, sin ningún género de dudas, la obra cumbre de los Porto estilo Tawny, y también el más raro de encontrar. La conservación de los Colheita es similar a los Tawny con indicación de edad.

Porto embotellado


En cuanto al Ruby, es un vino joven, de menos de un año de envejecimiento en barrica (algunos ni siquiera tienen barrica), fresco y afrutado, debe ser consumido en el año de embotellado preferiblemente. Una vez descorchado, el Ruby se mantendrá en buenas condiciones de diez a quince días.

El LBV (Late Bottled Vintage), también de estilo Ruby, es un vino de gran calidad, obtenido de las mejores uvas y generalmente producido en los años en que una bodega no ha obtenido la denominación Vintage. Este vino suele pasar entre cuatro y seis años envejeciendo en barrica y después será filtrado y embotellado de manera tradicional, con tapón de corcho, para continuar su envejecimiento. Estará en óptimas condiciones para su consumo durante los siguientes seis u ocho años. Este es un vino muy delicado, así que el periodo de conservación una vez abierto no debería exceder de los diez días.

Y finalmente el
Vintage, la joya de la corona que anhela cualquier bodega de Porto que se precie. La denominación Vintage la solicita una bodega, para una cosecha determinada, y la concede o deniega el Instituto dos Vinhos do Douro e Porto (IVDP). También la puede solicitar ya no una bodega (Niepoort, Taylor’s, Ramos Pinto, Graham’s, etc.) sino una Quinta que, en caso de serle concedida la denominación, podrá etiquetar su vino como Vintage Quinta Única (Single Quinta) o con el nombre de la quinta en cuestión, que es el súmmum de los vinos de Porto. Este néctar estará dos años envejeciendo en barrica y a continuación, sin ningún tipo de filtrado, seguirá su lento proceso de sublimación en botella al abrigo de una bodega. Para garantizar la calidad, todos los Vintage deben ser producidos a partir de cosechas reconocidas por el IVDP y embotellados en Portugal. Al ponerse a la venta deberán indicar el año de cosecha y el de embotellado. El resultado es un vino extraordinario, de larga conservación en botella, reservado sólo para ocasiones especiales y que requiere de todo un ritual previo en su decantado y oxigenación para un pleno disfrute de sus cualidades. Hablar de la conservación de este vino una vez abierto es complicado, pues es un vino tan delicado como los Reserva españoles. No se debería dejar abierto sin consumir más de uno o dos días, aunque lo ideal es terminarlo en una sentada.


Más información en el Instituto do Vinhos do Douro e Porto.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Us and Them

And after all we're only ordinary men...

Ella me regaló, hace unos días, un par de viejos vinilos de Pink Floyd en excelente estado. Parecía que ni los hubiesen escuchado jamás. Lo hizo con la certeza de que conmigo esto es jugar sobre seguro, que iba a acertar como el que le regala un collar de diamantes a la rubia platino. Y este fin de semana los estuve escuchando, uno tras otro, varias veces. Suena bien, es bueno, me dijo ella. Y yo le respondí que ese, dependiendo de la temporada, de mi temporada, era el mejor disco de Pink Floyd (y por extensión de todos), aunque en otras temporadas lo eran otros. Y como esto y el rascar todo es empezar, esta mañana he ido a trabajar escuchando Pink Floyd en el iPod.

Es de imaginar, dadas las circunstancias, la tremenda impresión que he sentido al leer que Richard Wright, miembro fundador y teclista del grupo, ha muerto esta misma tarde.

Era un apasionado del jazz (sólo por eso ya tendría mi favor) y de la electrónica aplicada a la música. Si bien fue un componente a la sombra tanto de los egos hipertrofiados de Roger Waters o David Gilmour como del talento creativo de Syd Barret, y en absoluto fue tan prolífico como ellos, la historia de Pink Floyd no se puede escribir tal como la conocemos hoy sin su presencia, sin su contribución esencial a la hora de crear las melódicas atmósferas salidas de su Hammond y que son un sello distintivo de la música del grupo. Suyas también fueron dos piezas fundamentales (todas las piezas de ese disco lo son) del mítico “The Dark Side of the Moon”: "The Great Gig in the Sky" y "Us and Them".

Años después tuvo que dejar la banda por culpa de los frecuentes e insostenibles enfrentamientos con Waters, aunque cuando este último también abandonó Pink Floyd, pudo volver a reintegrarse. Pero eso es otra historia. Hoy sólo nos queda lamentar su pérdida y recordar su obra.

... I'll see you on the dark side of the moon.


(sugerencia de consumo)
Us and Them de Pink Floyd (y escenas de la odisea de Kubrik)


The Great Gig in the Sky de Pink Floyd (en directo)

Zulueta: Get Back

Curioso el corto que rodó Iván Zulueta sobre la canción Get Back de los Beatles. Fue en el año 1969 y lo hizo para ser emitido en el programa "Último grito" de RTVE, que él mismo dirigía y que presentaba Jose María Iñigo.



En él aparecen, sobreimpresos sobre los rostros dibujados de los componentes del grupo, una serie de "mensajes": Al inicio se lee "Apple", que es el sello que crearon los de Liverpool para editar sus discos. Poco después, sobre el rostro de Paul McCartney, se lee "Pablito es limpio", y poco después "impío?". Sobre el rostro de George Harrison se puede leer "Jorge es...", un signo de interrogación "?" y finalmente la palabra "Gurú", refiriéndose a su más que notorio misticismo. A continuación, sobre el rostro de John Lennon, aparece primero un fatídico "Oh! No!", seguido de "Hola Yoko Ono", dejando clara la antipatía generalizada (ignoro si también en Zulueta) que producía la artista japonesa. Todavía sobre la imagen de Lennon se podrá leer "Juanito es sucio. Muy sucio. Sí!". Hacia el final de la grabación, de nuevo sobre la imagen de McCartney, dibuja una cámara fotográfica y la palabra Eastman, que no tiene nada que ver con Kodak sino con la que será su mujer Linda McCartney (Eastman de soltera). Sobre Ringo no he visto nada, pero lo cierto es que el corto no está completo.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Cuentos chinos

En mi época de estudiante, esa época en la que el individuo todavía está poco definido y lo absorbe todo como si fuera una esponja, cuando todavía (algunos nos quedaremos ahí) no existe la capacidad de crítica y por lo tanto de poner en duda, de contrastar o incluso de dudar de la objetividad de las ideas que nos inculcan. En mi época de estudiante, digo, me contaron muchos cuentos. Uno de ellos fue que la democracia, la constitución de un estado democrático, debía basarse indefectiblemente en la división de poderes, en los tres pilares de la democracia: ejecutivo, legislativo y judicial. En base a este ideal ortodoxo, una de dos, o a mí me contaron un cuento chino, o en España no hay democracia.

Y no la hay porque no hay división de poderes: sólo existe la partidocracia. El poder legislativo, por lo menos en este país, no es más que un funcionariado de lujo en el que se retira la milicia
mediocre del partido o la políticamente quemada, pero sin ningún poder real. Sirve sólo para cumplir el expediente. En cuanto al ejecutivo, a los ciudadanos nos convocan cada cuatro años a una especie de simulacro para su elección, pero en ningún caso la configuración final del congreso será la que ha salido de las urnas. Durante un par de meses nos acarician el lomo para que nos sintamos importantes, y tras la llegada al poder y durante los cuatro años que gobierne nadie le exigirá el cumplimiento de sus promesas. Y finalmente, el poder judicial es elegido por la partidocracia y se doblega a sus intereses. Un poder judicial que sólo se pone la venda de la justicia cuando no quiere ver los abusos del poder ejecutivo y sus secuaces, cuando se atraviesa con impunidad la línea que separa lo público de lo privado.

Y así nos luce el pelo.

Tenemos la inmensa fortuna de la geografía: somos vecinos de Francia y la influencia germana anda cerca. De no ser así seríamos una república bananera más con un tirano salvapatrias al frente.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Efectos colaterales

Otro de los sectores que ha visto descender vertiginosamente su actividad debido al fuerte parón de la construcción ha sido el de extinción de incendios.