domingo, 30 de mayo de 2010

La mesa

Es viernes a última hora de la tarde. Ella me llama: “Estoy en el leroymerlin, con mi madre. Mira, la mesa que nos gusta está de oferta. Además, como sólo queda la de exposición, nos hacen un treinta por ciento de descuento. Me la he estado mirando y está muy bien; y casi regalada. ¿Qué te parece?”. Me parece cojonudo, cómo no. Nos hemos pasado los fines de semana del último mes arreglando la terraza, que buena falta le hacía: Hemos puesto cemento, alicatado, pintado las paredes y barnizado las losetas del suelo después de pasar con el machete para arrancar la jungla de musgo. Ha quedado de lo más resultona. Y ahora sólo nos faltaba cambiar la vieja mesa plegable de camping por algo bonito: una mesa de madera, para exterior, con sus cuatro sillas a juego.

Cuando dejan de ser útiles, todas las cosas se convierten en un trasto, por muchos recuerdos que se tengan asociados. Y os puedo asegurar que alrededor de una mesa hay muchos recuerdos, sobre todo si tiene, cómo esta, unos treinta años. Quizás la mesa sea, junto a la cama, la pieza del mobiliario más viva, la que atesora más historias bonitas, de esas para recordar y revivir siempre que se tiene la ocasión. Pero en un piso pequeño no hay lugar para sentimentalismos, y mucho menos para trastos.

Subir cuatro pisos por la escalera con la mesa no ha sido fácil, pero ya está instalada en la terraza. He plegado la vieja mesa de camping y la he bajado al contenedor de la basura. Por plegable que sea, es una mesa grande y no tengo dónde dejarla. Aprovechando que estaba en la calle, he cruzado al colmado de los chinos a comprar unas cervezas. Ya de vuelta, mientras esperaba el semáforo en rojo, ha aparecido el camión de la basura. De un salto han bajado un par de basureros y entre los dos han lanzado mi vieja mesa a las fauces del camión, que con minuciosa eficacia ha empezado a masticar hasta triturarla. Supongo que guardaba la secreta esperanza de que la cogiera alguien para darle una nueva vida, para que a su alrededor se juntaran nuevas personas con algo que celebrar al aire libre. Pero no ha sido así. Ante mis narices he podido contemplar el fin de mi vieja y querida mesa de camping. En el tiempo que dura un semáforo en rojo han cruzado ante mí infinidad de viejos y olvidados recuerdos. He visto la mesa llena de las sepias y pulpos que íbamos a pescar cuando apenas tenía catorce o quince años. Los porrones de cerveza con gaseosa con que acompañábamos el pescadito frito que sacábamos de la playa a finales de verano, cuando los bancos de arena se acercaban a la orilla y el agua hervía de vida. Los paquetes de calçots envueltos en periódicos con que nos atiborrábamos en los meses de febrero de tantos años cuando todavía mis padres estaban en el camping. O las tantas cenas al fresco en la terraza de casa; esas primeras cenas en las que todo es esperanza y deseo o esas otras con los amigos que terminaban en desayuno con madalenas al amanecer.

Al subir de nuevo a casa, ella ya había dispuesto la nueva mesa para la cena. Una cena de estreno como mandan los cánones. He abierto una lata de un excelente foie que me trajeron de Hungría y después descorchado el Foreau Clos du Naudin Vouvray Moelleux 1989, una botella de vino blanco del Loira ligeramente dulce que tenía guardada para una ocasión como esta y que no ha defraudado las expectativas. El delicado sabor del foie combinado con el vino, de un color dorado intenso y que era como estar tomando uvas con miel, junto a la mejor compañía posible, han convertido la inauguración oficial de la terraza en una velada inolvidable. Ha sido extraordinario. Espero que esta atesore alrededor tantos y tan buenos recuerdos como la anterior.

Fin del viaje

Dennis Hopper and wife Daria Halprin by Robert Altman
"Dennis Hopper and wife Daria Halprin" por Robert Altman.

Se acabó el viaje, Dennis. Gracias por todo. Aunque aquí seguirás cabalgando junto a Peter Fonda.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Día Internacional del Jazz

En 1991 un tal Michael Denny -no tengo el gusto- propuso crear el Día Internacional del Jazz. Pero claro, el tal señor es de New Jersey y ya se sabe que las naciones poderosas pecan de ombliguismo, así que no se le ocurrió nada mejor que celebrar el tal día el sábado del fin de semana del “Memorial Day”. Y ustedes me preguntarán: ¿Y qué coño es eso? Pues una cosa muy americana, oiga. De esas llenas de barras y estrellas y cantarlas con la mano en el pecho, así con gesto a la vez orgulloso y contrito. Así que el Día Internacional del Jazz tiene de internacional lo mismo que las “World Series” de béisbol, que son mundiales porque decidieron invitar a los equipos de Canadá, amén de convertirse en un galimatías mayor que el de saber en qué día cae el lunes de Pascua.

Bien, pues hurgando un poco en los festejos yanquis, he descubierto que el fin de semana de marras es siempre el último de mayo, y que es precisamente este sábado veintinueve de mayo que se celebra tal evento. ¿Y qué hay que hacer? Pues se recomienda encarecidamente ir a algún local donde programen jazz en directo y disfrutar del caracoleo de la música entre la gente con una copa en la mano, algo que en nuestro país es tan raro y difícil de encontrar como la honestidad política. En su defecto, también nos podemos sentar en el sofá de casa, poner nuestro disco favorito y dejarnos llevar.

¿A qué viene todo esto?, se preguntará alguno. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Pues porque hoy es el aniversario del maestro. Hoy, 26 de mayo, Miles Davis cumpliría ochenta y cuatro años. Y ya puestos, para que el Día Internacional del Jazz fuera realmente internacional sin necesidad de cambiar demasiado las agendas de festejos (de allá, claro), propongo que se celebre todos los 26 de mayo en adelante, en homenaje a uno de los grandes, sino el que más (con permiso de Duke Ellington, Louis Armstrong y Charlie Parker). Y si no sigue adelante mi propuesta me da lo mismo, que yo seguiré celebrando mi propio Día del Jazz hoy. Y ya paro que justo acaba de terminar el “Saxophone Colossus” de Sonny Rollins y tengo que poner el “Kind of Blue”.

Miles Davis by Dennis Stock (Magnum Photos), 1958
Miles Davis por Dennis Stock (Magnum Photos), 1958.

El orden natural

No conozco a ningún buen aficionado a la música ni melómano irreductible que ordene alfabéticamente su colección de discos -sé que este tema ya lo he tocado alguna vez; me repito-. Sería, de hecho, una desconcertante sorpresa dar con uno. Tan desconcertante como cuando he visto, en los grandes centros comerciales, a los buenos de AC/DC al lado de Abba, a los Ramones junto a Ramoncín en el estante de música nacional o a Led Zeppelin en la Z porque -¡válgame Dios!- ordenan por el apellido. Por eso, cuando entro en una tienda y observo que el orden sigue un criterio estrictamente personal sé que, aunque no coincida al cien por cien con el mío propio, no solo no tendré ningún problema en encontrar lo que busco sino que me resultará mucho más cómodo. Sé que nos vamos a entender. Porque si yo busco el “All things must pass” de George Harrison, me basta con localizar la cubeta de los Beatles para saber que estará allí, junto a los de Lennon o los de su viejo amigo el compositor de jingles almibarados. Y tampoco me sorprenderá encontrar a continuación los vinilos de los Stones, seguidos de los Who, los Kinks y The Animals. Es lo normal, el orden natural de las cosas que para nada necesitan de esa guía para no iniciados que es el alfabeto. Igual que si busco a Dylan me resultará lo más normal del mundo cruzarme con Leonard Cohen, Tim Buckley y Cat Stevens todavía sin turbante. Y si leo en una etiqueta “Costa oeste” sé, sin atisbo de duda, que ahí están Jefferson Airplane, Grateful Dead, Canned Heat y los Doors, que comparten cubeta, cómo no, con el gran Hendrix. Naturalmente aquí los Led Zeppelin no están en la Z sino junto a Deep Purple, que a su vez dan paso a Rainbow. Todo en orden. Todo racional y sobre todo comercial e inteligente, ya que si ando detrás del “L.A. Woman” y no está, pues me llevo el “Electric Ladyland”. O si quiero el “Blonde on Blonde” puedo terminar llevándome también el “Song of love and hate”. Y todos contentos: el dueño porque hace negocio y yo porque me llevo algo que me entusiasma y que, más tarde o más temprano, habría acabado en un estante en mi casa. Es obvio que esta no es la tienda a la que irá mi tía en Navidad a comprar un regalo “porque me gustan los discos”. Suponiendo que llegara a encontrarla, el tipo de los tatuajes que habita tras el mostrador de la entrada la inquietaría lo suficiente como para darse media vuelta camino del corteinglés, cuyo gran mérito -no hay que desmerecer- es el tíquet de regalo para una devolución más que segura: saben que contigo nunca aciertan. Pero vaya, que cada uno a lo suyo, que yo también ando perdido en otros campos de batalla: las tallas de los sujetadores, por ejemplo, que me parecen un galimatías inextricable, y si no sopeso primero los volúmenes de todas las dependientas, nunca sé cual tengo que llevarme envuelto para regalar.

jueves, 20 de mayo de 2010

Cómo entendernos

Se nos ha dado el habla, maravilloso don. Entonces yo uso una palabra que para mí no es más que una forma aséptica de nombrar algo, pero que para ti está cargada de connotaciones que mutan el significado que yo le he dado al usarla. O para mí en esa misma palabra pesan las connotaciones positivas, o al menos lo que yo considero asimilaciones positivas, mientras que para ti esas connotaciones son totalmente opuestas, ya sea porque la relacionas con otros aspectos, ya porque eso que yo considero positivo, para ti, en el mejor de los casos, no lo es. O quizás sea que durante esa conversación que tenemos tú y yo, uno de los dos, por ejemplo yo mismo, está algo decaído, quizás levemente preocupado por razones ajenas a nuestra charla. Supongamos que por un momento una duda ha cruzado su mente dejando un leve poso desasosegante, lo que provoca que use un determinado tono al decir cierta palabra, o que la melodía de su fraseo te desconcierte hasta el punto de interpretar mis palabras, esas palabras que yo he dicho ajeno a la posibilidad de que fueran entendidas de otro modo, justo en el sentido opuesto a mi intención. Entonces sucederá que ese maravilloso don del habla, esa habilidad que tenemos para comunicarnos, para transmitir información o sentimientos, se verá corrompido por el ruido de fondo. Tenemos una herramienta maravillosa y, pese a todo, estamos condenados a no entendernos.

martes, 18 de mayo de 2010

Have You Seen Your Mother, Baby

Have You Seen Your Mother, Baby

Foto de Jerry Schatzberg, realizada en 1966 para la portada del single "Have You Seen Your Mother, Baby, Standing In The Shadow", tema que se incluye en el LP "Flowers" publicado el año siguiente. ¿A que están guapos?


(sugerencia de consumo)
"Have You Seen Your Mother, Baby, Standing In The Shadow" de los Stones

jueves, 13 de mayo de 2010

Mi pequeño rincón de paraíso

Mi pequeño rincón de paraíso

Pero de paraíso terrenal, que no sé yo si habrá muchos dry martinis en el celestial; ni jazz, por mucho que a mí me parezca una música de inspiración divina. Aunque quizás de Coltrane en particular sí que haya algo, o incluso él mismo en alma y con alitas tocando su saxo junto a los otros angelitos negros de Machín. Porque su fe y devoción cristiana nos legaron auténticas y exquisitas joyas que ya forman parte de la leyenda del jazz y de la historia de la música en general, como el fabuloso "A Love Supreme", toda una declaración de su amor y veneración hacia Dios. Pero ahora no es este, ahora el que gira sobre el plato es el no menos inspirado "Blue Train".


(sugerencia de consumo)
"Blue train" de John Coltrane

martes, 11 de mayo de 2010

El reverso tenebroso

Ayer me llevé un susto de muerte, de esos que te recorren la espalda con una descarga helada. Estaba echando un vistazo a los titulares de un periódico en la red y me topé con la imagen del Gran Maestro Jedi Yoda que me invitaba a pasarme al lado oscuro, a que abandonara mi Firefox en beneficio de Explorer. Aterrado, sin aliento, todavía incrédulo me preguntaba cómo podía haber ocurrido eso, con qué siniestro ardid Yoda había sido seducido por el reverso tenebroso de la Fuerza. Sin resuello seguía y él me llamaba, con un gesto inequívoco de su mano me ordenaba que me uniera a él, que me pasara al lado oscuro. La fuerza en él muy grande es y yo me sentía desfallecer. Con monótona insistencia me decía que intentara acercarme, y cuando ya estaba a punto de rendirme a su irresistible seducción recordé sus sabias palabras: “do or do not... there is no try”, traducido como “hazlo o no lo hagas… pero no lo intentes”. ¡Era un impostor! Ese de ahí no era mi Gran Maestro Jedi sino un farsante. ¡Que intentara acercarme a él! ¡Que lo intentara! Yoda nunca hubiera dicho eso. Jamás. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.

El Yoda impostor

Tras el susto y todavía con manos temblorosas, siguiendo el consejo de otros maestros Jedi decidí instalarme Adblock Plus para no tener que pasar otra vez por ese mal trago.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Drum Boogie

Cuando hace unos meses volví a ver por enésima vez “Bola de fuego” de Howard Hawks pensé que tenía que publicar aquí la escena en la que una joven y seductora Barbara Stanwyck, luciendo piernas hasta donde permiten los años cuarenta, canta “Drum Boogie” al ritmo endiablado de la batería de Gene Krupa (aquí ya con su propia Big Band tras su pelea con Benny Goodman), mientras al fondo un Gary Cooper recatado y atildado observa tragando saliva y aflojándose el nudo de la corbata. De hecho creía, juraría que lo había hecho, pero no he sabido encontrarlo, así que por si acaso lo vuelvo a publicar. Merece la pena esperarse hasta el final, cuando la Stanwyck acompaña a capella al genial Krupa en la versión “para dos cerillas y cajetilla” de la misma canción.



Esta película, como todas las buenas cosas de la vida, cuantas más veces la veo, más me gusta.