lunes, 25 de junio de 2007

Me duele aquí

Me duele aquí…/ ¿Dónde?/ Aquí, a la altura de… aquí, en la última costilla/ Bueno… Si quieres, puedo hacer algo…/ ¿Qué? Ah… no, mejor que no/ Podría lamerte/ No sigas…/ Sabes de las propiedades beneficiosas de mi lengua. / Sí, pero no sigas…/ Primero ahí en la costilla, junto a tu barriguita, que te hace pupa. Primero eso, sólo para curarte… Pero después seguro que me acercaría a tu ombligo, rozando con mi lengua en círculos concéntricos que se caen, que atraídos por ese centro ruedan y ruedan dejando un leve rastro de saliva sobre tu piel, que ya habrá reaccionado contrayéndose, tensándose y arqueando tu espalda para hacer la caída más rápida. Después descendería siguiendo el canal de tu ingle, rozando la costura de tus braguitas, apenas la tela, entre tu pierna y tus labios. Bueno, ya sabes cómo lo haría ¿verdad? Cómo me gusta primero presionarte con la lengua a través de la tela de las braguitas, hasta que se mojan en una confusión de fluidos. Y después apartarlas un poco con la lengua, para dejar al descubierto tu piel suave y cálida, para darte besos que sé que se convertirán en gemidos apagados. Me gusta cuando arqueas la espalda, cuando levantas ligeramente el culo, para apenas rozar con los dedos entre tus nalgas, siguiendo un camino ascendente hasta detenerse justo ahí donde tú más deseas que no me detenga. Hacerte sufrir un poquito, hacerte contonear las caderas con un poco de urgencia. Me gusta que desees que mis labios se junten con los tuyos, que mi lengua se esconda entre tus pliegues, en tus rincones húmedos y que ya entonces arden y palpitan y se abren como una flor que quiere ser libada por una abeja. Entonces separaré con la lengua los gajos de tu fruta y entraré hasta lo que dé de sí, sintiendo una presión en las papilas como si fuera un anillo, mientras con la punta busco y tanteo en las paredes interiores, rozando y lamiendo esas arrugas, esos repliegues y costuras que sé que te devuelven escalofríos recorriendo la espalda, saltando de vértebra en vértebra hasta la nuca para hacerte vibrar las sienes. Ahora callas. Juntas tus labios con fuerza para sellar palabras que temes pronunciar. Pero no, sé que separarás los labios y veré tu lengua juguetear con tus dientes, mientras gotas de sudor bajan por tu cuello formando pequeñas balsas en tu clavícula, hasta que se desparraman sobre tus pechos con los pezones endurecidos que yo me apresuraré a mordisquear, lamer y chupar mientras te escucho gemir y gritar y sí y qué bien lo haces y no pares y te quiero/ Sí… es aquí donde me duele.

(sugerencia de consumo) Let me put my love into you de AC/DC... anda, déjame...

domingo, 24 de junio de 2007

Extrañas bifurcaciones

Debí confundirme en alguna de las muchas bifurcaciones, en alguno de los caminos tomados a la suerte de los dados por carecer de otro criterio, ni siquiera mejor o peor alternativa. Túneles y más túneles atestados de gente anónima, oleadas humanas vertidas de otros túneles que se cruzan y comunican y entrelazan y bifurcan interminablemente en una suerte de hormiguero o laberinto. Llevado por la corriente gris de gente como yo mismo vagando con la mirada perdida en indescifrables indicaciones de colores y flechas y símbolos y el terror de encontrarme de bruces con el Minotauro, pues eso sería la evidencia del imposible regreso. Al fondo del pasillo una sonrisa me aseguraba que podría aprender inglés sin esfuerzo, una sonrisa grandiosa iluminada por detrás de dientes cegadores, una boca que abierta podría engullirme y esos dientes triturarme sin esfuerzo para aprender inglés. Triturado en inglés, sin esfuerzo. Pero no quiero aprender inglés, no ahora. Ahora me basta con comprender en cualquier idioma y salir del túnel. Por eso tomo ese tren, porque es el primero que se para en el andén y porque yo estoy en ese andén cuando se para el tren y nada puedo hacer por evitar ser empujado y arrastrado e insertado en el interior de ese gusano metálico que come hormigas y después sale zumbando por el túnel hasta la siguiente estación a por más hormigas. No le concederé demasiada importancia a la absurda correlación de estaciones, pues no sé donde estoy ni hacia dónde voy. No tiene importancia Nuevos Ministerios y después Retiro y más tarde Paseo de Gracia y la siguiente Barceloneta y bajar en Cuatro Caminos. Algo me dice que si cojo el metro en una estación de Madrid, debo bajar en otra de la misma ciudad, por aquello de pese a todo intentar mantener la lógica dentro del absurdo. Pero todavía no. Antes de bajar debo avanzar de vagón en vagón, entre la gente y los codos en las costillas y los pisotones disculpe no ha sido nada y seguir adelante buscando algo o a alguien que veo de espaldas de mujer y es un pelo conocido de mujer pero no consigo recordar, y cuando parece que ya lo tengo y estoy a la distancia de un brazo y de un último recuerdo de alcanzarlo, se pierde otra vez entre las hormigas que entran y salen del vagón, igual que intentar apartar una pequeña astilla de cáscara en un huevo batido y vuelta a empezar. Y cuando bajo en Atocha es la segunda vez que pasaba por esa estación, porque en Madrid todos los metros son circulares y pasan por todas las estaciones varias veces al día Sevilla, Moncloa, Diagonal, Arco de Triunfo, Sants Estació, Callao y uno sólo debe procurar apearse en la misma ciudad donde tomó el metro, todo el mundo lo sabe. Como también sabe qué túneles llevan a la salida y entonces es fácil, sólo hace falta dejarse llevar por las hormigas hacia la luz del sol, de ese sol que se cuela a través de la persiana abierta maldita sea anoche no la cerré. Y miro el reloj y son la diez de la mañana y mi cama es la misma de siempre, y las paredes tienen el mismo color de siempre en mi casa desde que las pinté. Y la boca pastosa me recuerda la misma resaca de siempre y el sudor es el de siempre en mi cuerpo todavía cansado, todavía con algunas raíces en el sueño y es por eso que no he conseguido identificar el timbre del teléfono hasta que ha dejado de sonar. Por eso, por esa parte de mí todavía en el sueño, no me ha sorprendido ver en la llamada perdida la respuesta a ese pelo y esa espalda perseguida y no alcanzada, tu nombre escrito en la pantalla con la luz por detrás, pero sin invitarme a aprender inglés sin esfuerzo. También por eso no me han parecido raros tus reproches ya está bien, no tienes ninguna excusa, venir a Madrid y no avisarme, no me digas que no porque anoche te vi en el metro cuando bajabas en Atocha. Y salir a la terraza para ver una preciosa mañana de San Juan en mi Barcelona de siempre.

(sugerencia de consumo)
la música de Miles Davis para Ascenseur pour l'échafaud de Louis Malle

viernes, 22 de junio de 2007

Intrusismo profesional

"A nadie se le puede imponer una formación moral no elegida."
"Se puede recurrir a todos los medios legítimos para defender la libertad de conciencia y de enseñanza, que está en juego.”
“Cuando está en cuestión un derecho tan fundamental, como el de la libertad de conciencia y de enseñanza, todos debemos mostrarnos unidos en su defensa."

Esto, por muy paradójico que parezca, es el actual discurso de la iglesia católica en este país. Y no, no os asustéis, que no están haciendo autocrítica. Es sólo que están molestos por un caso flagrante de intrusismo profesional.

jueves, 21 de junio de 2007

La calle Canuda

La calle Canuda de Barcelona, entre Las Ramblas y Portal de l’Àngel, es una de esas calles que huelen a libros, sobretodo a libros viejos. Ahí estuvo hasta el año pasado la librería Tartessos. Pero sobretodo están la librería Farré y la librería Canuda, ambas especializadas en libros antiguos y de ocasión. Junto a esta última está el histórico Ateneu Barcelonés, centro cultural de muchos quilates. Precisamente ayer estuve ahí, en su Escola d’Escriptura, interesándome por los cursos para este verano. Como suele ocurrirme, otros muchos antes que yo también se habían interesado y habían cubierto todas las plazas. Esperaré a los cursos de otoño, que además parecen más completos. Pero antes de irme, aprovechando que son gratuitos, hice acopio de folletos sobre cursos y eventos organizados por el Ateneu y, de entre todos ellos, uno me ha merecido especial atención y me siento obligado a comentarlo para quien le pueda interesar.

El próximo martes 26 de junio, a las 19:30 y en la Sala de Actos del Ateneu Barcelonès, tendrá lugar la ponencia-debate “Los escritores y Europa”. Los ponentes serán Eduardo Mendoza (de mayor quiero ser como él y escribir mi "Ciudad de los prodigios"), Miquel de Palol (poeta, narrador, ensayista… su "El Troiacord" supera mi capacidad como lector), Baltasar Porcel (cuyo "El cor del senglar" me dejó poco menos que extasiado y su riqueza de vocabulario abrumado) y Carme Riera (que sólo por este título ya se merece un monumento). La moderadora de este debate será nada más y nada menos que Margarita Rivière.

Dicho está. Si nada me lo impide, estaré por ahí haciendo bulto.


PD: No nos engañemos. Calculo que esto terminará sobre las nueve, que es una buena hora para cruzar las ramblas, embocar la calle Tallers, y dejarse aconsejar por la sabiduría y el buen mezclar de los camareros del Boadas.

miércoles, 20 de junio de 2007

Prometeus - The Media Revolution


Uno ya no sabe qué pensar. Sólo espero que tanta revolución digital no me obligue a tomar mi vino con tapa de jamón en second life. Lo del contacto físico no hace falta ni mencionarlo. ¡Uf! Qué miedo me da la realidad virtual (oxímoron).

martes, 19 de junio de 2007

La realidad supera la ficción

El gran hermano


lunes, 18 de junio de 2007

Vicios confesables

Uno de mis vicios confesables es el de coleccionar (y acumular) trastos inútiles. Obviaré la más que probable relación existente entre este vicio y mi convivencia con el desorden, tendiendo al caos.

Hace tres años, cuando sufrí la penúltima mudanza, fui plenamente consciente de este hecho. Los amigos que me echaron una mano también. Con el vaivén de cajas, el tocadiscos (ese aparato que se usaba antaño para hacer girar discos de vinilo negro y que al pincharlos con una aguja emitían música) sufrió un pequeño percance. La cinta de transmisión se estropeó y ya no ha vuelto a girar desde entonces, ni yo me he preocupado en comprar un recambio que solvente esta disfunción. Esta simple dejadez ha convertido toda mi colección de vinilos en un trasto inútil, tocadiscos incluido. Pero mi vicio no termina ahí. También colecciono jarras de cerveza decoradas con grotescas filigranas. De esas que ni un alemán de Baviera usaría para beber y que yo, obviamente, sólo uso para proteger del polvo al estante sobre el que descansan. Podría tratar de trasto inútil mi colección de CDs, pero pese al mp3 y por extraño que parezca, todavía los escucho… algunos.

Lo de guardar tapones de corcho por si algún día se rompe uno, mejor lo explico otro día. Y creo que lo de los sombreros también. Y lo de las mochilas. En cuanto a las cintas de casete, podría justificarlo diciendo que mi coche es viejo, que es de esos que todavía no llevan lector de CD. Podría si tuviera coche. Ah, y el otro día, buscando no sé qué que no encontré, descubrí un par de cajas de disquetes de 5 ¼.

Pero la naturaleza es sabia y para compensar este vicio, me ha concedido poco espacio habitable y recursos para redecorar mi vida en la línea de esa república sueca. No deja de ser una ventaja estética, ya que colgar tapices de cacerías en las campiñas inglesas o cabezas disecadas de astados junto este tipo de muebles, quedaría igual de bien que un ataúd con pegatinas. Pese a todo, todavía albergo la esperanza de poder coleccionar, algún día no demasiado lejano, cámaras fotográficas antiguas de esas que tanto me gustan, o alguna de estas preciosas máquinas de escribir que usaron por igual periodistas, secretarias y algunos de los grandes escritores de la primera mitad del S.XX.

Underwood Nº5

domingo, 17 de junio de 2007

Graffiti virtual


Aquí podéis encontrar otras acciones de la gente de Graffiti Research Lab.
Visto en La Tejedora.

viernes, 15 de junio de 2007

Please allow me to introduce myself

Pleased to meet you
Hope you guess my name, oh yeah


Ooo, who, who
Ooo, who, who
Ooo, who, who
Ooo, who, who
Ooo, who, who
...

jueves, 14 de junio de 2007

Humildad

No recuerdo dónde leí que las decisiones más importantes de nuestra vida, las tomamos en la cama. Pues bien, en los aledaños de una cama se fraguó, hace dos años, el nacimiento de este blog. Fue exactamente un 16 de junio, jueves para más señas. Y si lo publico hoy jueves 14 de junio, es porque tengo intención de ir a celebrarlo con unas pintas al Collins, mítico lugar de encuentros y que es también culpable de la existencia de arrebatos.

“Suele ocurrirme con terca frecuencia que cuando mejor quiero hacer algo, cualquier cosa, la estropeo, aflora mi abundante mediocridad o, sencillamente, la dejo inconclusa o abortada. Me he especializado en obras inacabadas. Podría ofrecer, a modo de ejemplo, todo un catálogo de hechos o deshechos pero ya he advertido que no suelo terminar lo que comienzo, así que evitaré empezar la lista para no caer en agravios comparativos.”

Esto era lo que advertía en mi primera entrada, allá en junio de 2005. Y de verdad que lo creía así. No le aventuraba a este experimento más de dos, a lo sumo tres meses de vida. Lo que son las cosas.

Sigo sorprendiéndome cada día con el número de visitas, que promedian las doscientas diarias, los numerosos comentarios que enriquecen mis propuestas y las muchas visitas silenciosas que repiten. También me asombran los remotos lugares desde donde vienen a este rincón. De acuerdo que la gran mayoría me visitan desde España y de países hispanos, con México, Argentina, Perú, Chile, EEUU, Colombia y Venezuela a la cabeza. Pero también vienen algunos (supongo) exiliados desde Francia, Reino Unido, Alemania, Japón… ¡Irán y Arabia Saudí!

Aunque sin duda, lo para mí más increíble de todo esto han sido los elogios encontrados casualmente (y que me ruborizaron), los muchos enlaces a este blog (algunos tan cafeteros como yo), incluso algunos hallados en blogs escritos en otra lengua (lástima no comprenderla bien). Pero sobretodo, si algún enlace me ha hecho especial ilusión (y todos me hacen ilusión, pues son para tenerme cerca) han sido aquellos que aparecieron en pioneros de la blogocosa, esos en los que me fijaba en mis inicios.

Con toda humildad –que, dicen, a veces es excesiva- os doy a todos las gracias.

Ahora os presento a mi vanidad.

Vanidad

Copio y pego esta reseña literaria encontrada aquí y aquí.

arrelatos (relatos y arrebatos)Tras rechazar multimillo- narias ofertas por parte de algunas de las más prestigiosas editoriales, el escribidor Ricard Sentís Villar –también conocido como arrebatos- ha decidido autoeditar sus obras. Se trata de una selección de sus más celebrados relatos y arrebatos, escritos todos ellos entre los junios de 2005 a 2007 y reunidos ahora en este arrelatos.

En una reciente entrevista afirmó: “No me interesan las promociones de las grandes editoriales. No siento ningún placer viajando por todo el mundo, visitando las ferias literarias más importantes para darme a conocer como persona. Si buscara la popularidad, me limitaría a plagiar a Bucay diciendo que me ha plagiado.”

Arrebatos se hizo con el primer Premio del Jurado del I Concurso TMB de Relatos Cortos, fallado el pasado 23 de abril en Barcelona, ciudad en la que reside y sobre la que escribe. También ganó otros premios menores, declarados desiertos por el jurado.

Fiel a su desapego por la corrección, él mismo ha escrito esta reseña en tercera persona para hacerse el interesante.

martes, 12 de junio de 2007

Herencias

Hasta los cinco años estuve viviendo en el barrio del Poblenou de Barcelona, con mis padres, mi hermana y mi abuela materna. Después nos mudamos a un piso más salubre, sin todas esas humedades que dejaban el papel pintado enrollado en el suelo, junto a la pared. Sin embargo, nunca abandonamos el barrio, pues quedó buena parte de la familia viviendo todavía allí. Recuerdo con especial cariño los finales del verano, cuando íbamos a las fiestas del Poblenou y nos reuníamos toda la familia en la terraza del Casino L’Aliança o en la horchatería del Tío Che, en plena rambla. Comíamos churros y bebíamos horchata.

Dicen que de mi padre lo heredé todo excepto la disciplina y la responsabilidad. Él se convirtió en un hombre de provecho, mientras que yo soy un hombre que aprovecho cuanto puedo. De mi madre heredé el segundo apellido y algunos genes recesivos.

Hace un par o tres de semanas, saltando de vídeo en vídeo en el youtube, tropecé con una auténtica joya. Desconocía su existencia, pero si está en youtube está en la mula, y viceversa. Así que lo busqué y di con él, lo trasladé a mi casa (no sé por qué, esta acción la relaciono con un reloj de arena) y lo grabé en un CD para llevarlo a casa de mis padres. Una vez allí, y pese a que iba a cenar y ya era tarde, le dije a mi madre que se sentara en el sofá mientras ponía el disco en el DVD. Encendí la tele y aparecieron unas imágenes en blanco y negro. De esa época en que la tele era una, grande y libre. Un señor entrevistaba hordas de mujeres de edades dispares, desde niñas a ancianas, todas ellas hablando un castellano de as muy abiertas, peculiarmente catalán. A mi madre se le empezaron a humedecer los ojos. Me miró inquisitiva. “És L’Aliança oi que si?” En lugar de responder, me acerqué un dedo a los labios, como esas enfermeras de los carteles en los hospitales, y la conminé a no perder detalle de lo que sucedía en la pantalla. Las letras sobreimpresas le quitaron un poquito de magia al momento, pero cuando él apareció sobre el escenario de un local abarrotado de mujeres, mi madre ya no pudo contener las lágrimas.

Corría el año 1974 cuando se grabó este concierto. Nosotros todavía vivíamos ahí, en el Poblenou. Mi madre, tras escuchar embelesada la primera canción, entre suspiros “què guapo, però què guapo era!”, le reprochó a mi padre que no la hubiera llevado a verlo ese día. En realidad, además del segundo apellido y los genes recesivos, también heredé de mi madre el placer que me produce escuchar a Joan Manuel Serrat.

Por cierto que esa noche cenamos tarde.


(sugerencia de consumo)
Joan Manuel Serrat cantando Mediterráneo al lado de mi casa, en el 74.


(y otra más)
Cançó de bressol, para todas las mamás...

lunes, 11 de junio de 2007

Trenes

“Talment hagués estat atrapat, comprimit dins un envàs a pressió, en sortir del túnel el paisatge va escampar-se, omplint tot l’espai lliure que trobava al seu pas, fins aturar-se a l’horitzó. La remor –profunda, gairebé sorgida de les pròpies entranyes- del tren travessant el túnel va desaparèixer fent un buit, igual que quan se’ns destapen les oïdes després que ens hagi entrat aigua.
Distret com anava, capficat en les meves cabòries, aquest canvi sobtat, el pas de la foscor protectora a l’absoluta exposició a la llum incipient del matí, va provocar-me un esglai, com una mena de vertigen fugaç.
Per què vaig a Vitoria –vaig preguntar-me- si allí ningú no m’espera. La resposta va ser ràpida i punyent com una fiblada. Ningú no m’espera enlloc. Hi vaig sol perquè estic sol. M’he plantejat aquest viatge com una mena de fugida. Una ingenuïtat gairebé infantil m’ha fet creure que m’anirà bé marxar, deixant enrere els paisatges coneguts, els costums i les rutines. Se, malgrat tot, que allò de que fujo, tot allò que vull oblidar ho porto sobre, ben carregat a les espatlles i que no serà fàcil descarregar. Tal volta vomitar els meus fantasmes sobre aquests papers serveixi d’alguna cosa, però no hi confio gaire.”

Hace casi tres años compré una libreta, la metí en una maleta junto con algo de ropa y me fui a la estación de Sants. El primer tren de largo recorrido que llegó me llevaba a Vitoria, ciudad que no conocía, así que me subí a él. Empecé a escribir allí mismo, durante el viaje. Primero en catalán, aunque cuando entre nieblas vi asomar el Moncayo, ya llevaba un rato escribiendo en castellano, supongo que por mimetismo con las conversaciones mantenidas o escuchadas. El fragmento anterior corresponde a la primera página de esa libreta.

Me gusta moverme en tren. Me gusta saltar de una ciudad a otra, con poca planificación previa, y escribir mis impresiones durante el trayecto, mientras el paisaje corre y se modifica proyectado en el cristal de la ventana. Este año me tienta llenar de trenes y estaciones otra libreta. Todavía no sé adonde iré, pues eso dependerá de los paneles que indican las próximas salidas. Eso o descender junto al Duero hasta el océano, con todos esos nombres que me saben a vino.


(sugerencia de consumo)
viajando con Jimi Hendrix y su Hear My Train A Comin'

domingo, 10 de junio de 2007

Un buen trabajo

Hace tiempo que mi trabajo no me aporta nada positivo, así que he decidido cambiar. Ya puestos, quiero algo que me guste, que no es baladí. He barajado varias opciones, pero ninguna me convence, pues quiero algo que me deje mucho tiempo libre. Quiero tiempo para leer y susurrarte al oído, para escribir y dibujarte besos, para pasear por las calles y por tus piernas, para tomar vino y beber tu esencia, para contar estrellas y lunares en tu espalda.

Me dedicaré a recitarle versos a la luna, lo que de verdad me gusta. He puesto un anuncio por palabras en la prensa: “Se buscar rapsoda para recitarle versos a la luna. Razón aquí”. Esta mañana, tras ver el anuncio, he acudido a la entrevista. Cuando he llegado, me han dicho que el puesto ya estaba cubierto.

viernes, 8 de junio de 2007

Retratos

“Tengo por costumbre no tener costumbres“.

Javier es ese tipo de persona, parca en palabras, que antes de abrir la boca han pensado lo que quieren decir barajando pros y contras, para después buscar meticulosamente con qué palabras lo van a expresar. Un auténtico fetichista de las sentencias y aforismos propios, salpicados de refranero popular. Sin embargo, precisamente por esa concisión, a menudo se siente obligado a hacerte partícipe de toda la secuencia de razonamientos que lo han llevado a esa afirmación tan categórica. Ese día no fue una excepción, así que tras su “tengo por costumbre no tener costumbres“, continuó hablando pausadamente, masticando las palabras.

“Esta obsesión mía es culpa de Auster y Auggie. Me gustó la idea de las fotografías, pero sé que jamás podré seguir un horario estricto, así que esa la descarté antes incluso de ser planteada. En realidad, esto ni siquiera empezó siendo un proyecto deliberado. Simplemente un día salí a la calle, cámara en mano, y empecé a robar rostros de mujeres. Me daba igual si eran guapas o feas, jóvenes o viejas, morenas o rubias. La única exigencia era que fueran desconocidas para mí y que debía robarles el rostro sin que ellas se dieran cuenta. Empecé con una Nikon de 35mm compacta, a la que le han seguido un par de cámaras digitales, también compactas. Las primeras fotografías las llevé a revelar, pero cierto pudor me decidió a montarme un pequeño estudio de revelado casero. Y hasta hoy.”

Percibí algo extraño, por novedoso, en toda esa explicación. Ya he mencionado que Javier es parco en palabras, pero por encima de eso, es extremadamente celoso de su vida privada. Pese a frecuentarlo desde hacía unos pocos años, las conversaciones con él nunca se había alejado de lugares comunes: actualidad política, deportes, arte, etc. Jamás había cruzado el umbral de la intimidad propia ni ajena. Sentí curiosidad, no tanto por su afición como por el hecho de revelármela. Precisamente por eso, intenté acercarme con cautela, buscando alguna grieta en su caparazón que me permitiera excitar su vanidad. Le comenté lo mucho que a mí me gusta la fotografía, pero lo poco hábil que soy con el retrato. Mi virtud y mi defecto es la paciencia. Puedo plantarme ante un rincón hasta que ese rayo de luz se cuele por un callejón e ilumine una parte del encuadre. Pero no me veo sacando buenas instantáneas de mujeres en movimiento y admiro a quien puede hacerlo.

“Ven –me dijo- vamos a mi casa”.

Durante el breve trayecto a pie, desde el bar hasta su casa, apenas cruzamos un par de frases hechas. Percibí una cierta tensión en él. Una lucha interna entre su pudor y su vanidad. Entre seguir escondiendo su secreto o mostrarlo orgulloso. El recorrido del ascensor desde la planta baja hasta el cuarto piso se me hizo eterno. Una vez en casa se limitó a un “sígueme” por un pasillo hasta la última puerta. “Este es mi estudio. Aquí están las fotografías”. Cruzó el umbral y encendió la luz.

Lo que vi entonces me dejó con la boca abierta, pero incapaz de emitir ningún sonido durante un par de minutos. El cuarto, de unos tres por cuatro metros, tenía a la derecha una mesa con algunas cubetas, una ampliadora y un ordenador portátil. Debajo de esta había unas baldas llenas de envases conteniendo distintos líquidos, algunos montones de papel fotográfico y cajas de cartón con los más diversos cachivaches. Pero lo que me dejó sin habla fue que las cuatro paredes, desde el suelo hasta el techo y aún cubriendo los extremos de este, estaban forradas de cientos, quizás miles de retratos de pequeño formato, de unos seis por nueve centímetros. No sabría describir con exactitud qué sentí en ese momento. Una mezcla de asombro, curiosidad y vergüenza. Ver a todas esas mujeres ahí expuestas, sin saberlo ellas, me hizo sentir incómodo, a la vez que despertaba en mí cierta curiosidad morbosa. Me veía como un voyeur por partida doble. Por escrutar impunemente esos rostros, pero también por ser partícipe de su secreto. Javier se quedó detrás de mí, en silencio. Con él solía pasar esto. Estabas con él en su ausencia. Parecía que se disculpara de estar ahí, ocupando ese espacio y compartiendo ese tiempo. Tras mi primera impresión, sólo conseguí articular un casi inaudible joder y seguí mirando esas fotos, saltando de un lado a otro, fijándome en algunas para pasar por encima de otras. Era realmente fascinante. Me pareció reconocer algunos rasgos. Mujeres anónimas con las que me habría cruzado con cierta frecuencia en el metro, o en la panadería o vete tú a saber dónde. Hasta que me fijé en un rostro que pude ubicar exactamente en un tiempo y un lugar concretos. Sí, no cabía ninguna duda, era ella. No podía ser otra. Me encaré a Javier y le pregunté si la conocía, señalando con un dedo la fotografía que me había causado ese estado de excitación. No, me respondió lacónicamente. Yo sí, dije. Yo sí que la conozco. La vi el otro día en un bar, y ya la conocía de antes, pero no sé de qué, no sé de dónde. Pero sé quién es... y no lo sé.

jueves, 7 de junio de 2007

Nota mental

Nota mental. Debo comprar una libreta que anote sola mis notas mentales. De esta forma no se perderá nada durante la conversión a palabras escritas. Si es una moleskine mucho mejor, pues visto el precio, supongo que deben convertir simples anotaciones en alta literatura.

lunes, 4 de junio de 2007

Alberto Montt

Este fin de semana, saltando de blog en blog, me tropecé con el trabajo de este excelente ilustrador. No dudo que debe ser conocido, por lo menos al otro lado del charco. Pero para mí es una feliz novedad. Me hizo gracia esta viñeta, pues parece hecha a propósito para ilustrar mi entrada anterior.

Alberto Montt


Os dejo un par de ilustraciones más, a modo de botón de muestra. Pero merece la pena hacerle una visita diaria, ya que esta es la frecuencia con la que suele obsequiar a sus lectores.

Alberto Montt


Alberto Montt

Déjà vu

"Ese breve intervalo, apenas dos latidos del corazón, fue suficiente para darme cuenta de que la conocía. Esa cara me quería traer algún recuerdo demasiado escondido, quizás demasiado lejano o fugaz. Pero no lograba ubicarla en otro tiempo y lugar que no fuera ahora, en ese restaurante. Intenté recordar. Cerré los ojos y los volví a abrir, consciente de lo inútil que resulta permanecer ciego mientras se revisa el archivo de los recuerdos. En una rápida sucesión, vi mentalmente diversos lugares donde encajarla: el trabajo actual, el anterior, el bar de los desayunos, las copas nocturnas, el autobús… ¿O era anterior? Pasé por la escuela, por los veranos en la playa y las excursiones a la montaña. Sentía un leve hormigueo en las sienes y detrás de las orejas; una ligera presión en la nuca, justo en la base del cráneo. De todos esos espacios surgieron fotografías de rostros. Pasaron a velocidad de fotograma amigos, conocidos, rostros habituales en horarios de rutina, amaneceres de resacas y sábanas compartidas, amigos de mis amigos y amigos de los amigos de mis amigos. Pensé que quizás era un recuerdo muy lejano, y que en el aquí y ahora debía transformar como el tiempo me había transformado a mí. Tuve la certeza de estar muy cerca, tanto que tan solo debía alargar un poco el brazo para retirar un último velo, ese que me ocultaba el rostro en su ubicación correcta. Pero igual que vino se diluyó sin razón, y cuantos más eran los rostros que intentaba encajar en transparencias superpuestas, más se desleía el original. Empecé a perder sus rasgos. La impresión que había quedado de esa cara en mi retina se iba debilitando, transformando por la superposición de otros ojos, otros pelos y otros labios. Los trazos esquematizados se fueron extendiendo como una mancha de aceite, hasta que de todo ello no quedó más que la estela que deja un barco al pasar y que no es posible mantener sobre la superficie del agua. Quise, en un intento desesperado, recuperar esa imagen, aprehender ese gesto, pero fue un esfuerzo inútil que dejó un poso de desasosiego e inquietud. Pensé que no era tan importante, que en realidad había sido un simple ejercicio de memoria fallido. Pero la frustración me acompañaría el resto del día, como si de una melodía pegadiza se tratara. Sabía que la reconocería de nuevo, pero al no haber podido situarla en su contexto, había contaminado mis recuerdos con este nuevo lugar."

Quizás sea un fragmento de algo más extenso. Quizás.


(sugerencia de consumo)
del bandoneón de Astor Piazzolla suena Adiós Nonino

sábado, 2 de junio de 2007

Maneras de escribir

No es lo mismo escribir una historia y publicarla en un libro, que escribir historias con libros publicados. En concreto, con los títulos de esos libros.

Aunque siempre nos quedará la alternativa de escribir nuestra propia novela de Dan Brown.