Escaleras
Roma es una ciudad de escaleras. Y este hecho constatable en absoluto tiene que ver con las siete colinas que ondulan el perfil de sus calles. Es mucho más simple que eso: las escaleras confieren una indudable pátina de distinción y señorío a una ciudad. Y si de algo van sobrados los romanos es de señorío, por eso meten escaleras por todas partes. Hay escaleras en las calles, en los accesos a los edificios públicos y privados, en las iglesias, en las fuentes, en las plazas. ¿Qué es la Piazza Spagna sino una grandiosa escalera? ¿Qué rodea la Fontana di Trevi sino una escalera? Hay escaleras que desembocan en ninguna parte, mientras que otras ocupan toda la acera, obligando al transeúnte a invadir la calzada para sortearlas o a subirlas por un lado y bajarlas por el otro como si se tratara de un campo de entrenamiento.
Un ejemplo de esto último es la via del Quirinale, donde se alza, en su cruce con la via delle Quattro Fontane, la bellísima y barroca iglesia de San Carlino, obra Borromini. Cuando pasé por esa calle y frente a la iglesia pensé: “Roma es así porque no es Barcelona”. Me explico. Esta calle, de hallarse en Barcelona, por ejemplo en el barrio de Gracia, el ayuntamiento ya la habría “posat maca” derribando los edificios que la cobijan y ensanchando las aceras. La esquina rehabilitada resultante ahora sería un moderno bloque de viviendas de obra vista “con todas las comodidades” a cargo de los infames “Núñez y Navarro”. Y volviendo a la Piazza Spagna, no puedo más que alegrarme de que no esté en Barcelona, ciudad que puede presumir de que la única escalinata “romana” que tiene, también subiendo desde la Plaza España, ya ha sido mancillada de pasarelas volantes y escaleras mecánicas con tendencia a no funcionar. ¿Alguien se imagina la hermosa Piazza Spagna romana emparedada entre escaleras mecánicas?
Un ejemplo de esto último es la via del Quirinale, donde se alza, en su cruce con la via delle Quattro Fontane, la bellísima y barroca iglesia de San Carlino, obra Borromini. Cuando pasé por esa calle y frente a la iglesia pensé: “Roma es así porque no es Barcelona”. Me explico. Esta calle, de hallarse en Barcelona, por ejemplo en el barrio de Gracia, el ayuntamiento ya la habría “posat maca” derribando los edificios que la cobijan y ensanchando las aceras. La esquina rehabilitada resultante ahora sería un moderno bloque de viviendas de obra vista “con todas las comodidades” a cargo de los infames “Núñez y Navarro”. Y volviendo a la Piazza Spagna, no puedo más que alegrarme de que no esté en Barcelona, ciudad que puede presumir de que la única escalinata “romana” que tiene, también subiendo desde la Plaza España, ya ha sido mancillada de pasarelas volantes y escaleras mecánicas con tendencia a no funcionar. ¿Alguien se imagina la hermosa Piazza Spagna romana emparedada entre escaleras mecánicas?