Nací una calurosa tarde de verano a las cuatro de la tarde, para mayor sufrimiento de mi madre. Una hora después mi corazón había dejado de latir. Por un extraño fenómeno indigno de estudio se congeló, y así hasta hoy. Soy literalmente una persona fría. Por mis venas corre hielo granizado y mi corazón es blanco con una fina capa de escarcha, como recién sacado del congelador. Si lo tocas te quedarás pegado, te quemará las manos y te arrancarás la piel intentando liberarte. Obviamente carezco de emociones. No siento ningún interés, mucho menos pasión, por nada ni por nadie. No me interesa el arte, ni la música, ni la literatura, ni la cultura en general. Tampoco la gente. Las personas vivas, se sobreentiende. No me interesa nada que tenga relación con la vida. Yo, que estoy muerto. O ni siquiera eso pues no he estado jamás vivo. Yo que soy muerto no siento el menor aprecio por lo vivo. Palabras como emoción, compasión, amor o ternura carecen de sentido para mí. Bostezo con una sinfonía, me disgusta contemplar un paisaje, la pintura me produce náuseas y desprecio a la gente débil y enferma. Me parecen insignificantes, por no decir ridículos, los problemas de las personas. De unos seres que no son realmente conscientes de que su estado es un accidente, que lo común es la muerte. Es lo fácil. De donde vienen y a donde van. Porque la cuna no es más que un prólogo al ataúd. Soy puro hielo. No sangro. Puedes atravesarme la cabeza con un picahielos y solamente escucharas un suave crujir como de heladera. Soy pura muerte. Caronte es mi único amigo. Yo le llevo la barca cuando se harta de tantas lamentaciones. Nada me importa. Nada me interesa lo más mínimo. Todo es falso. Todo es farsa, efímero. Sé cuando vais a morir todos y cada uno de vosotros. Pero no me lo preguntéis, pues podría decíroslo.
(sugerencia de consumo)
suena en mi cabeza Brain Damage de Pink Floyd