jueves, 25 de septiembre de 2008

Una señora de Cuenca

Cuando he llegado a la plaça del Pi había montada una feria de productos artesanales: miel de todo tipo de flores, miel con frutos secos, pan de higo, quesos, embutidos, vinos, chocolates… una maravilla de sabores, olores y colores.

Antes me había acercado a ver la jornada castellera de la Mercè, aunque poco rato pues hoy participaban colles de “segunda división”. Después he dedicado la mañana a pasear por las callejuelas del gótico, cámara en ristre, con parada en la plaça de Sant Felip Neri, porque es mi debilidad y porque el juego de luces y sombras de las hojas de los árboles me han recordado una pintura de Renoir, hasta desembocar en la del Pi, casi sin quererlo.

miel en la plaça del Pi


Es habitual que los días festivos haya ferias de este tipo en esta plaza, pero hoy, quizás por la forma en que estaba bañada por la luz del sol, me ha parecido más bonita de lo habitual, así que me he puesto a echarle fotos. En eso estaba cuando he visto por el rabillo del ojo que una señora se detenía a un par de pasos de mí, esperando que tirara la foto para cruzar.

Passi, passi –le he dicho bajando la cámara y apostillando mis palabras con un gesto inequívoco de mi mano izquierda que la invitaba a cruzar sin apuro.

Pero ella no se ha movido de su sitio y me ha conminado amablemente a hacer la foto. Tenía el sol de frente y necesitaba buscar un buen encuadre para que no saliera quemada. No quería echar una foto como quien escupe sobre la acera, así que he vuelto a invitarla a cruzar para a continuación bajar totalmente los brazos, dando a entender que no tenía intención de hacer ninguna foto mientras hubiera alguien esperando. Finalmente me ha dado las gracias, ha cruzado y yo he tirado un par o tres de fotos sin prisas.

–Mira, esta es la baldosa tradicional de Barcelona. Es modernista ¿sabes? Y…

No se había movido de mi vera en el rato que yo he estado echando fotos, y ahora se abalanzaba sobre mí esgrimiendo una postal de la loseta Barcelona, la clásica con el dibujo de la flor que pavimenta la mayoría de las calles del centro. Tras el inicial desconcierto –ella sigue hablando pero yo he desconectado unos segundos–, deduzco que me ha tomado por guiri.

–Sí, lo sé –le respondo–. Yo soy de aquí.
–Ah, pues entonces ya lo sabrás, claro. Mira, yo soy de Cuenca, pero a Barcelona no la cambio por nada ¿sabes? Es la ciudad más bonita del mundo. Y me encantan las baldosas de sus calles. Mira –me dice mostrándome su bolso bandolera, de piel color chocolate y con un grabado de las losetas de Barcelona–. Me lo acabo de comprar ahora. Es que me encantan estas baldosas.

Es una mujer de unos sesenta años, bajita, de ojos grandes y despiertos. Lleva dos bolsos cruzados en bandolera: el que llevaba al salir y la nueva adquisición. Se la ve muy feliz. De inmediato me ha caído simpática.

–¿Ha visto las del Paseo de Gracia? –le pregunto–. Son de Gaudí, y en lugar de ser cuadradas son hexagonales. Son muy bonitas también, muy grandes, de un tono azulado, y aunque ahora las están cambiando por otras más pequeñas y grises, en algunas zonas del centro del paseo todavía se conservan las originales.

Ella seguía mis explicaciones con los ojos muy abiertos, como encantada de haber encontrado a todo un experto en baldosas barcelonesas.

–Quería comprar algún recuerdo, una baldosa de regalo, y me han dicho que quizás aquí por el centro podría encontrar algún sitio.
–Aquí en esta callejuela las venden de chocolate –le explico indicándole la calle Petritxol.
–¡Uy, de chocolate! No, no, que me las comeré todas y no me conviene. Yo buscaba otra cosa, un recuerdo de una baldosa de cerámica o algo por el estilo.
–Mire –le digo–, en el Paseo de Gracia, en la planta baja de la Pedrera, hay una tienda de recuerdos en la que seguro tendrán la baldosa de Gaudí. Esta otra que le gusta a usted no lo sé, pero puede probar, porque hoy está casi todo cerrado. Si hay alguna tienda en Barcelona donde encontrar estas cosas es ahí.
–¡Muchas gracias! –ha exclamado con sincera alegría. Y mientras se guardaba su postal de las baldosas en el bolso de las baldosas ha continuado exclamando–. ¡Qué suerte he tenido de encontrarte! Yo que andaba buscando un poco perdida y justo doy contigo aquí, en medio de tanta gente. Muchas gracias –ha insistido, para acto seguido acercarse alargando el cuello para que yo bajara la cabeza y así poder darme dos besos.
–Feliz fiesta de la Mercè –me ha deseado antes de darse la vuelta y encarar resuelta hacia Petritxol.
–Igualmente –le he respondido ya desde cierta distancia, pensando que si veía las baldosas de chocolate en el escaparate, no podría evitar comprarlas.

Por mi parte he seguido haciendo fotos hasta que las tripas han empezado a emitir avisos. Entonces he embocado la calle del Pi y después Cucurulla hacia la Vía Layetana para coger el metro. De camino pienso que debo llevar a cabo mi antiguo proyecto de fotografiar todos los tipos de baldosas de las calles de Barcelona, antes de que desaparezcan.

2 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Magnífica foto. Comparto su admit
rcón por esa plaza "dels felipons".

arrebatos dijo...

Pues procure evitar la terraza del restaurante Neri, que las cervezas las cobran a 6€ la pieza.
Me sé de un incauto que nos convocó ahí a 6 personas y la broma le salió cara.