Todo tiene un precio
¿Alguien conoce a la gran K. Ellen Weiss? ¿Y al brillante Rafael Marco? Por no hablar del omnipresente Anthony Falbo, el deslumbrante Chris Riggs o la prometedora Carol Lee. Todos ellos son artistas que venden sus obras, básicamente pinturas abstractas, en ebay. Uno de ellos –y siempre según sus propias notas biográficas- es actualmente el artista más famoso de Nueva York, obviamente a la sombra del que asegura que se encuentra entre los más respetados a nivel mundial. La otra asegura que es una auténtica artista profesional, pero no lo certifica como la que adjunta una copia de su diploma del registro nacional de bellas artes. Y todos ellos tienen en común que venden sus obras a la nada despreciable cifra de veintiún millones de dólares, así en números redondos, que teniendo en cuenta la relación con el euro es una ganga, oiga. Está claro que tratándose de estas cifras y de un mercado tan subjetivo y cambiante como es el del arte, están abiertos a negociaciones con el posible comprador, negociaciones que se traducen en que no aceptarán ofertas por menos de cien dólares.
Vaya, que nos encontramos ante una caterva de vendedores de cancamusa, de muertos de hambre o, en el mejor de los casos, aficionados a manchar brochas y telas con igual criterio que cualquier primate con dedo prensil. Gente que a parte de ser ridículos no hacen sino molestar, llenar de ruido las búsquedas de la gente que realmente está interesada en comprar algo. Porque tras toda esa purria de lienzos de saldo empiezan a aparecer cosas realmente sorprendentes. Como el que vende un óleo de Courbet que, las cosas como son, debe ser de cuando iba a clases de pintura y el primer ejercicio que haces es la típica estampa del mar embravecido, con sus olas y su espuma. O el otro que subasta un dibujo en tiza blanca sobre papel negro de Matisse. O uno que oferta un lienzo nada surrealista de Paul Eluard. Y así podemos seguir, sacando el grano de la paja, para encontrar unos grabados de las siete virtudes de Brueghel, una litografía en color de una serie de doscientas firmada por Chagall, unos cuantos Warhol o un supuesto cuadro del periodo azul de Picasso.
Y es que si internet es fascinante, lo de ebay supera todos los adjetivos. Un sitio donde te puedes comprar desde un Matisse auténtico a un Mustang del 64, pasando por una granja en Illinois o unos levis 501 usados, sin duda que merece un capítulo a parte.
Vaya, que nos encontramos ante una caterva de vendedores de cancamusa, de muertos de hambre o, en el mejor de los casos, aficionados a manchar brochas y telas con igual criterio que cualquier primate con dedo prensil. Gente que a parte de ser ridículos no hacen sino molestar, llenar de ruido las búsquedas de la gente que realmente está interesada en comprar algo. Porque tras toda esa purria de lienzos de saldo empiezan a aparecer cosas realmente sorprendentes. Como el que vende un óleo de Courbet que, las cosas como son, debe ser de cuando iba a clases de pintura y el primer ejercicio que haces es la típica estampa del mar embravecido, con sus olas y su espuma. O el otro que subasta un dibujo en tiza blanca sobre papel negro de Matisse. O uno que oferta un lienzo nada surrealista de Paul Eluard. Y así podemos seguir, sacando el grano de la paja, para encontrar unos grabados de las siete virtudes de Brueghel, una litografía en color de una serie de doscientas firmada por Chagall, unos cuantos Warhol o un supuesto cuadro del periodo azul de Picasso.
Y es que si internet es fascinante, lo de ebay supera todos los adjetivos. Un sitio donde te puedes comprar desde un Matisse auténtico a un Mustang del 64, pasando por una granja en Illinois o unos levis 501 usados, sin duda que merece un capítulo a parte.
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