lunes, 21 de diciembre de 2009

Litos

Que litos es piedra lo sabía antes de entrar, de cuando en la escuela me explicaron que mega es grande y litos piedra, de ahí que se llame megalito. Lo que no tenía tan claro era el significado del tricia que completa la litotricia que me iban a hacer. Pero la duda ha durado poco. Ha bastado con que me tumbara en la camilla y esa enorme e inquietante máquina –tecnología alemana, a modo de curiosidad, porque tampoco ha servido para tranquilizar mi espíritu– empezara a girar su brazo mecánico mientras la camilla ascendía a su encuentro hasta topar con mi atemorizado bajo vientre –hipogastrio lo llaman ellos, los de la bata blanca, de hipo, bajo y bla, bla, bla. Esto hace que me pregunte por qué lo llamarán hipoteca, con el dineral que pago cada mes–. Tampoco era tranquilizador que la sala estuviera en penumbra y la enfermera que manejaba el ingenio mecánico se escondiera parapetada tras una mampara de cristal, lejos del alcance de esos brazos articulados. ¿Acaso la máquina puede explotar o, peor todavía, descontrolarse y atacarme como en una vieja película de ciencia ficción de serie B?

Bien, la cuestión es que cuando me tenía totalmente a su merced, con uno de sus terroríficos brazos articulados presionando mi querido hipogastrio –sí, le tengo cariño, que son ya muchos años juntos–, ha empezado a hinchar una especie de globo de goma presionando todavía más –mal día para comer legumbres– y acto seguido ha empezado el martirio, primero en forma de golpecitos y aumentando progresivamente hacia un constante y monótono martilleo que ha hecho temblar todos mis huesos durante unos dolorosos e interminables noventa minutos. Ha sido justo en ese momento cuando he comprendido el significado del tricia: me estaban haciendo trizas la vejiga, con premeditación y alevosía. No me preguntéis por qué, pero me ha recordado al cuento “El pozo y el péndulo” de Poe o a la espeluznante gota malaya de las películas de Fu Manchú. No me explico cómo Mirbeau olvidó incluir esta tortura en “El jardín de los suplicios”.

Al finalizar y tras recoger mis despojos todavía calientes, la enfermera –una preciosidad ante la que me hubiera gustado bajarme los pantalones en otras circunstancias– me ha comentado, así como de pasada, que era probable que meara sangre. Joder, y que vomite el hígado, he pensado. Y que se había avanzado mucho, pero que todavía tendría que hacer una o dos sesiones más. ¿En tu casa o en la mía?

Fu Manchu. Weapon of evil
Fotograma de "Fu Manchu Weapon of Evil"

4 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Se acaba de merecer un puesto en la nave Argos, so Hércules.
Ánimo... y manténgame informado. Soy candidato a esos trabajos.

Celia dijo...

Más que un Hércules melancólico, Don Arrebatos se me parece a mí, un Sísifo cargando su piedra.
Claro que si le da un poco de vueltas a la idea, bien podría ser Atlas.

arrebatos dijo...

No sé si Hércules, Sísifo o Atlas. Lo único cierto es que me vi cruzando el Estigia con mi megalito a cuestas. Ay...

Gregorio Luri dijo...

Lo decía el poeta: "Una piedra en mi camino me enseñó que mi destino era rodar y rodaaaaaaaaaarr"