De color sepia
Esta mañana Barcelona se ha teñido de color sepia, como si la vida transcurriera a través de los viejos fotogramas de una película de los Lumière, pero con sonido. Sonaba la lluvia sobre los cristales del autobús, sobre los coches que hacían sonar con insistencia su claxon como si eso consiguiera detener el tiempo o acelerar el tráfico; sonaba el borboteo del agua corriendo hacia las alcantarillas. Como una película muda con banda sonora pero manteniendo esa ridícula manera acelerada de moverse tan característica de ese cine primigenio y de estos días en la gran ciudad. Una mañana de asfalto y aceras barridas por la lluvia con la ciudad reflejada hacia sus profundidades; de zapatos mojados y calcetines calados, de distancias acolchadas por la bruma. Y todo bañado por esa extraña e insólita luz ocre.
Cómo he deseado que fuera festivo para coger mis cámaras y pasarme todo el día en la calle enmarcando instantes.
Cómo he deseado que fuera festivo para coger mis cámaras y pasarme todo el día en la calle enmarcando instantes.
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