jueves, 1 de marzo de 2007

Desolación

Creo que fue un sueño lo que me llevó allí. O quizás estuve allí, no lo sé. Voy paseando por el barrio gótico, justo por la calle que forma un arco tras el ábside de la catedral. Es un paseo habitual, por eso sigo sin saber si fue un sueño. Es un limpio atardecer de invierno. Todo el día ha estado nublado, pero justo al salir de casa el espeso manto ha ido apartándose como si alguien tirara de él desde un extremo. Y como si la ciudad se descubriera dejando la manta a sus pies, un viento helado ha empezado a soplar desde el norte. Sólo han quedado unos jirones de algodón flotando en tonos violeta y rosa pálido. Durante apenas una hora un sol que se apagaba ha pintado desde abajo luz y color en ese manto de nubes.

Dejaba atrás la catedral cuando he oído una música distante pero nítida. Sonaba una triste melodía arrancada con maestría de lo que parecía ser un chelo. He recordado una lectura, creo que una entrevista a Rostropovich, donde decía que el chelo es el instrumento que más se acerca en su sonido a la voz humana. Y esa música que llegaba a mis oídos era un lamento desolador, una tristeza que encogía el corazón.

Un hilo invisible ha empezado a tirar de mí, a guiarme hacia el origen de esa música. Me he sentido atraído por ella, por saber quién era capaz de envolverme de tanta melancolía y a la par hacerme tan feliz, sólo con una melodía. Antes de meterme por ese estrecho callejón en penumbra ya sabía hacia dónde me dirigía. Los faroles todavía estaban apagados y una estrecha franja dorada por el sol coronaba la parte alta de los viejos edificios de piedra. He entrado en la plazoleta y junto a la fuente he visto a un grupo de personas formando un irregular corro. Justo en medio hay un chelo, pero nadie lo toca. Sólo se escucha el débil borboteo del agua. Todos me están mirando y mirando al chelo. Me están esperando porque soy yo quien debe tocarlo. Me acerco con paso indeciso hacia el grupo, que va abriéndose para dejarme el camino libre hacia el centro del corro. Los miro, más por ganar tiempo que por no saber qué esperan de mí. Finalmente cojo el chelo, pero no sé cómo hacerlo. No es que no sepa tocarlo, es que ni siquiera sé cómo debo cogerlo. Pero el chelo sabe y se adapta a mí, me guía. Cojo el arco para acercarlo a las cuerdas y empiezo a tocar. Primero suena extraño, nervioso y poco fluido, pero poco a poco empieza a sonar bien, mágica y maravillosamente bien.

La gente a mi alrededor se ha quedado ensimismada, ausente. Mientras toco, giro mi cabeza hacia el callejón por el que he venido y ahí, enmarcada en el arco de entrada a la plaza, ya con la luz de los faroles detrás, hay una chica vestida con una gabardina de la que sólo veo el perfil a contraluz. Está ahí quieta, escuchando. Ha llegado, igual que yo, atraída por la música. Pero se ha quedado bajo el arco de piedra.

Poco a poco, se ha ido acercando sin hacer ruido, temerosa de romper alguna nota que todavía vibrara en la quietud de la plaza. Mientras va avanzando, la luz de los faroles me permite verle la cara y veo que está llorando. Nada espasmódico, sino un bello y sereno rostro y lágrimas que le cruzan las mejillas y se pierden en sus labios.

Dejo de tocar –el chelo ha dejado de sonar- porque la pieza ha terminado y la chica se acerca a mí, me da un beso húmedo de lágrimas en la mejilla y se va deprisa por el otro callejón, justo a mi espalda.

Abandono el chelo en el suelo para seguirla, pero la gente que me rodea no me deja salir del corro que todavía forman a mi alrededor. Me empujan, me agarran y tiran de mí y cuando por fin, a empellones, logro romper el círculo ya ha desaparecido entre los callejones. Ya ha anochecido.

Y no sé si vuelve a sonar la música del chelo o soy yo que me siento desolado.

Sant Felip Neri, Barcelona


7 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

¡Plas! ¡Plas! ¡Plas!

Anónimo dijo...

Si don Gregorio Luri (con su permiso) aplaude, el resto de los mortales está claro que nos quedamos sin palabras... Es un gusto leerle, y admirable.

Anónimo dijo...

Hola, pues la verdad llegue hasta aqui por un efecto de la suerte diria yo. Este escrito me hiso sentir como si estuviera en ese sitio, bien, me gusto mucho, no siendo mas me despido , bye.

PD: La chica que un dia estuvo por aqui, jajajaja, Laura Kamila (Colombia)

Anónimo dijo...

Guau, me hizo acordar a algun sueño mio....

Teresa Casanovas - letraperpleja dijo...

Llego a tu página por puro azahar pues aunque no haya florecido aun, los calores de febrero hacen que su dulce aroma se mezcle con la música de chelo que suena en los alrededores de la catedral. Precioso concierto!

Al llegar lo primero que me llama la atención es tu nombre, Arrebatos. Hace unos meses he rebautizado con este nombre (pero en singular) a una perra maravillosa a la que de tanto en tanto le da un arrebato de cariño y se te sube encima mismo de la cabeza. Ah los arrebatos... pueden ser peligrosos pero tienen mucho encanto.

Bueno, encantada y chapeau por el concierto. Regresaré con más tiempo a leer otras páginas.

Teresa Casanovas - letraperpleja dijo...

Ogogggg! Un poco tarde reparo en que el concierto fue el año pasado. No se siquiera si te llegaran los comentarios. Parece que las notas del chelo siguen flotando por las callecillas circundantes.
Sorry, no me había acabado el café y soy lenta.

arrebatos dijo...

Sí que me llegan los comentarios, aunque vengan desde tan lejos en el tiempo.
Un saludo y bienvenida al blog.