miércoles, 18 de febrero de 2009

La madre

Una madre agachada ante su hija pequeña, abrochándole solícita el abrigo, o dando los últimos arreglos al lazo que le recoge el pelo y que combina atinadamente con el vestido, comprobando que lleva los zapatos limpios y bien acordonados, justo antes de salir de casa. Aunque tenga prisa, aunque las ropas puedan ser modestas, no sacará a su hija a la calle luciendo un aspecto que pueda parecer descuidado. ¡Qué pensarían de ella, su madre!

¿Quién no ha visto esa escena en repetidas ocasiones? ¿O quién no la acaba de recuperar de sus remotos recuerdos con su propia madre?

Es este y no otro el motivo por el cual esta fotografía de Robert Capa me transmite la angustia y el miedo de esta madre, lo precipitado de su huida hacia el refugio cuando las sirenas atronan sobre Bilbao. Un solo detalle, un pequeño abrigo mal abrochado es, en esta imagen, más elocuente que todas las miradas asustadas clavadas en el cielo.

Robert Capa (Mayo de 1937)


“En Bilbao las sirenas aullaban su aviso. Un largo trompetazo al avistar a los invasores por los aires. Tres toques cortos cuando estaban justo encima. A veces había entre quince y veinte incursiones en una mañana. No podías bajar cada vez al sótano que no era un refugio, ni bajo el puente que tampoco servía de mucho, o al túnel que era lo mejor, entre quince y veinte veces cada mañana, con los niños. Por eso cogías el tejido y te sentabas en los sacos de arena frente al buen refugio que había en las cámaras acorazadas de los bancos, con un sombrero de papel para protegerte del sol. Cuando sonaban tres toques, tres toques histéricos, las calles se quedaban vacías. La policía disparaba para apresurar a los rezagados hacia los sótanos.”

Robert Capa
Bilbao, mayo de 1937

3 comentarios:

Celia dijo...

hay algo más...es el cuello de la niña. No el cuello en si, me refiero al cuello del vestido...casi inexistente. Es decir, creo que no lleva vestido, es posible que debajo del abrigo lleve simplemente la camisa de dormir.

Anónimo dijo...

...y el hombre del bastón, al que no le queda ni el remedio de salir corriendo. Por fortuna, el médico no le quitó de fumar...
¡Hay tanto!
Saludos

arrebatos dijo...

Es que en esos tiempos lo médicos no hacían esas cosas, eran mucho más humanitarios que ahora, ¡dónde va a parar!