miércoles, 25 de febrero de 2009

Olores, Dolores

Es un dolor que nace de aquí arriba, más o menos entre las cejas, y que desciende agazapado y ominoso entre el lagrimal y la nariz hasta llegar al pómulo, donde se bifurca para lacerar sin compasión desde la misma raíz a todas las muelas, mientras que por el otro lado llega al oído para dejarlo escuchando como en sordina. Es un dolor intenso, continuo y grueso. Iba a decir que es un dolor agudo pero no. Es punzante, pero no como mil alfileres sino como un cable grueso de acero que pinchara en toda su extensión. Es así, o lo sientes así, como algo que está dentro y que pudieras agarrar y arrancarlo de un tirón. Te obliga a presionarte la frente con la palma de la mano, masajeando aunque no sirva ni siquiera como placebo, y te dan ganas de arrancarte todas las muelas una a una, como si ellas, pobrecitas, tuvieran la culpa. El médico, mirándome condescendiente por encima de unas gafas que sostenía milagrosamente en la punta de la nariz, ha dicho que es el nervio trigémino, el mismo que tiene la virtud de hacerte desear la muerte cuando te duelen las muelas. Cuando te duelen de verdad, claro. Cuando el único y pobre alivio, ya cargado de nolotiles, es darte cabezazos contra una pared, uno, como un loco, otro, metódicamente, y otro, porque la vibración en la cabeza te hace olvidar durante una fracción de segundo ese dolor que nace de la muela y que se extiende por la cabeza desde el pómulo, subiendo entre el lagrimal y la nariz hasta la frente por un lado, mientras que por otro te deja medio sordo. La buena noticia es que si el dolor de muelas sólo lo detiene esa ansiada muerte o la pericia del dentista matando el nervio, este apenas dura una hora, dos a lo sumo, y su intensidad es ligeramente menor. Lo suficiente como para evitar los cabezazos contra la pared.

Me ha dicho “parece ser” que tengo el trigémino de las narices –qué oportuno– muy sensible. Le he respondido que “parece ser”, porque ya somos viejos amigos de angustias y dolores. Y todo por un mal resfriado que me ha dejado lo más profundo de las narices condensadas. Y “parece ser” que esa condensación, cuando le pica, me paraliza media cara por el dolor. La receta, fíjate tú qué tontería, ha sido que me chute vía nasal unos generosos chorros de agua salina, que la deseo agua bendita.

A la salida de la consulta, casualidades de la vida, he pasado por delante de mi perdición más cultivada, el “Jazz messengers”, y haciendo caso de aquella hermosa cita del sabio Oscar Wilde según la cual la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella, he entrado con las manos en los bolsillos y –¡oye, que estoy malito!– he salido con tres nuevas adquisiciones: El “A Certain Smile A Certain Sadness” de la deliciosa Astrud Gilberto, las extraordinarias grabaciones completas del periodo 51-54 de Thelonious Monk Trio –que dicho sea de paso, no se prodigaba mucho en trío por esos años- y uno que hacía tiempo quería tener el vinilo, el “Sunday At The Village Vanguard” de Bill Evans Trio, al que no le pondré adjetivos porque no soy Josep Pla y no acabaría nunca, pero que en mi modesta opinión está entre las tres o cinco mejores grabaciones de jazz de todos los tiempos. Amén.

Lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido enchufarme en la nariz el tubo del botellín de agua salina y presionar. No entraré en detalles escabrosos, pero creo que me ha salido un chorito de agua por una oreja. Después he tenido todas las ventanas abiertas durante un buen rato: el piso olía raro.


(sugerencia de consumo)
Thelonious Monk (Quartet) tocan Blue Monk (Oslo, abril de 1966)

3 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

¡Como me ha gustado este post! Si es que para crear hay que sufrir...
El agua con sal (suero fisiológico) hace milagros. A mi mujer y a mi nos la recomendó un médico curtido en África para tratar un problema respiratorio que tenía mi hija. Utilizábamos una jeringa (sin aguja, por supuesto) y, a pesar de las rabietas de la criatura, el tratamiento obró milagros. Tanto que nos ahorramos una carísima y peligrosa operación que un afamadísimo hospital barcelonés nos proponía como solución urgente e imprescindible.

arrebatos dijo...

No sé si es peor que te lo hagan o hacerlo uno mismo. Por lo menos, si te lo hacen, puedes echar la culpa a alguien por el agua que te sale de las orejas...

Scout dijo...

No se como he llegado hasta aquí:¡¡Menudo bestia el nervio trigémino!!.
Realmente te merecias un buen premio.
Salud!!