sábado, 18 de septiembre de 2010

The wind cries Hendrix

Jimi Hendrix at the Monterrey Festival backstage

Descubrí a Jimi Hendrix unos quince años después de su muerte. En esa época sin internet y en medio del erial que es la radiodifusión musical española, para encontrar música que te gustara no quedaba más remedio que escuchar los discos del hermano mayor de algún amigo -procurando que no se enterara, que para alguno sus vinilos eran más sagrados que la novia- o encomendarte al criterio del encargado de la tienda de discos con el consabido “si te gusta este, escucha este otro, ya verás”. Aunque también era habitual por esos años conocer de oídas a alguien sin haber escuchado nunca nada. A mí con Hendrix me pasó esto último: sabía que era genial, el mejor guitarrista que había dado ese glorioso fin de década de los sesenta, pero no conocía a nadie que tuviera nada suyo ni existía la remota posibilidad de escucharlo por la radio. Así pues, hasta que no compré a ciegas el “Rainbow Bridge” no pude comprobarlo. No fue, desde luego, la mejor opción. Existen discos suyos mucho mejores que ese, pero me bastó con escuchar la versión en directo del “Hear My Train A Comin” para dejarme absolutamente alucinado y rendido a los pies de este genio. A partir de ahí, como si esa compra hubiera sido una suerte de bautismo, empezaron a llegar a mis manos cintas con grabaciones de sus discos y directos que acabaron por convertirme en un incondicional.

Hoy observo con cierta condescendiente nostalgia a los jóvenes que se entusiasman y elevan a los altares a Nirvana o Queen, pensando que yo hice lo mismo aunque no con las mismas facilidades que ellos. Han pasado muchos años, veinticinco desde mi descubrimiento y cuarenta, justo hoy, desde que murió ahogado en su propio vómito tras una noche de excesos etílicos y psicotrópicos. Puede que fuera un lamentable accidente, puede que, como afirman otros, fuera asesinado por su propio mánager cuando supo que iba a despedirlo. Sea como fuere, este es mi pequeño homenaje a este músico medio afroamericano medio cherokee cuyo virtuosismo, innovación e influencia como guitarrista sólo es comparable a Miles Davis con la trompeta o a Billy Wilder en el cine y que merece estar en el Olimpo de la música popular de la segunda mitad del siglo XX junto a otros grandes como Dylan o los Stones.


(sugerencia de consumo)
"The wind cries Mary" en un directo de la televisión sueca (1967)




"Hey Joe/Sunshine of your Love" en la BBC




"Hear My Train A Comin" en el Royal Albert Hall de Londres (1969)


1 comentario:

Gregorio Luri dijo...

... y el tiempo sin cesar erige monumentos...