jueves, 27 de octubre de 2005

Gestos

No sé porqué me puse a pensar en ello. Imagino que saltando de una cosa a otra, de un eslabón a otro de esa cadena que llamamos asociación de ideas, llegué hasta aquí. Pensé en el lenguaje de los gestos. No me quiero referir al leguaje de las expresiones, pues en ése siempre navego a la deriva; me pierdo en los matices y me quedo con lo superficial del gesto –¿si no te duelen las muelas por qué pones esa cara?–.

Recordé algunas imágenes vistas por televisión. En algunos países, levantar los dedos índice y corazón –tuve que buscar los nombres de los dedos de la mano- formando una V significa victoria, mientras que en otros, para esa misma simbología, levantan los dedos índice y meñique, cerrando sobre la palma de la mano el corazón y el anular, sujetándolos con el pulgar. La curiosidad es que ambos signos, en otros distintos países, significan cornudo.

En la cultura occidental, para saludar, extendemos la mano derecha hacia delante. El aludido hace lo mismo, se cogen las manos y se agitan arriba y abajo. Esto se hacia en la Edad Media en Europa para indicar a un posible adversario que no tenías intención de sacar la espada. Obviamente, en algunas culturas, al carecer de espadas, este gesto carece de simbología. Como carece de simbología en –por ejemplo- el sur de Italia frotarse las narices. Los esquimales se saludan así porque es la única parte del cuerpo –aparte de los ojos, aunque saludarse chocando los párpados en una sucesión de guiños no es práctico- que llevan descubierta.

Pero el problema o la confusión en la comunicación aparece cuando dos gestos opuestos tienen el significado invertido. Aquí, en mi casa, para reforzar una afirmación, un sí, inclinamos la cabeza hacia delante y atrás, mientras que para la negación la giramos a derecha e izquierda. A estos gestos les llamamos asentir con la cabeza y negar con la cabeza. Cuando vamos a un país extranjero del que desconocemos el idioma, nos valemos de toda una gestualidad que suponemos común para hacernos entender, y asentir y negar con la cabeza es de lo más habitual.

Asterix, 'El combat de caps' (edició en català)

(1) -¡Ave!
(2) -¡Muy bien! ¡Haced como vuestro compañero que ha sabido saludar tan bien a nuestro amigo romano!
(3) -¡Traigo un importante mensaje de parte del centurión Langelus!
-¡Salgamos!
(4) -¡Está muy bien! Catedralgotix, te pondré un punto. Pero ya no merece la pena seguir saludando. ¡Ya salieron!
-¡Pero si yo no saludo! ¡YO QUERÍA IR A MEAR!

A raíz de esto recordé una anécdota que escuché hace un tiempo. A finales de la década de los ochenta, un representante del F.C. Barcelona se fue a Bulgaria a fichar a un destacado jugador. Ninguno de los dos representantes conocía el idioma del otro, así que se entendieron como pudieron chapurreando inglés e italiano y usando un amplio abanico de gestos. Pero la confusión apareció cuando, sin saberlo, los gestos para afirmar y negar con la cabeza eran opuestos en su significado. Mientras que el representante catalán asentía inclinando la cabeza hacia delante, el búlgaro lo hacía girando a derecha e izquierda. Y para negar justo al revés. Después de pasarse horas negociando un punto del contrato, cuando lo repasaban uno asentía de una forma y el otro entendía que no estaba de acuerdo. Y vuelta a empezar. Imagino que fue un lío monumental, pero quedó todo aclarado con unas risas cuando descubrieron la trampa cultural. Ficharon al jugador y se convirtió en un ídolo para la afición blaugrana.

Por cierto. ¿Habéis probado a decir no asintiendo con la cabeza? ¿O a decir sí negando con la cabeza? Seguro que os lo tenéis que pensar dos veces antes de hacerlo.

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