lunes, 12 de mayo de 2008

Empieza así

Todo estaba dispuesto para la cena cuando te llamé. La terraza engalanada con guirnaldas y bombillas de colores cruzando sobre vuestras cabezas. Todos charlando alegremente con esa noche de fondo, de petardos y cohetes que dibujaban parábolas ascendentes desde las terrazas vecinas. Las mesas de jardín con manteles de papel y sus servilletas a juego, los platos y cubiertos de plástico, me lo puedo imaginar. Las copas no, las copas eran de cristal. Ya sabes, uno no puede saber cuando va a morir, pero sí puede hacer que sea con elegancia. Entonces sonó el teléfono y sabías que era yo. Estabas pensando en las copas de cristal cuando sonó, por eso lo supiste. Lo que no podías imaginar era que mi llamada no fuera una cortesía de empezad sin nosotros, un perdona nos hemos retrasado. No, no podías imaginar y de ahí que no comprendieras al principio qué estaba ocurriendo, qué decían esas palabras precipitadas y rotas de hipos.
Pero el desconcierto inicial se desvaneció y empezaste a comprender. Y entonces el miedo se abrió paso a empujones y lo único que me ataba al mundo era esa línea que me unía a ti, y a tu alrededor todo carecía de sentido. Los vestidos de fiesta, las caras sonrientes, las guirnaldas de colores colgando sobre vuestras cabezas. Todo eso te parecía absurdo y grotesco y fuera de lugar porque sólo existía tu hermano llorando al otro lado del hilo, conduciendo un coche lanzado a toda velocidad por una autopista. Tu hermano olvidando que sobretodo había que saber morir con elegancia.

2 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

"De repente suena el teléfono". La verdad es que suenan diferente cuando traen muy malas noticias y algo en su peso distinto y en su tacto te insinúa ya la fatalidad.

Anónimo dijo...

Pero ¿qué tienen que ver las copas de cristal conque va a morir? No entiendo ( y lo he leído dos veces )