Los días
Durante muchos años estuve trabajando en la misma empresa, hasta que me fui hastiado de la forma de hacer las cosas. Pero no me arrepiento de haber pasado por ahí, pues (y la cuestión no es normal) la mayoría de mis actuales amigos son de esos años. Y cuando digo amigos no me refiero a conocidos ni a compañeros de copas. No, hablo de amigos.
Coincidimos un buen puñado de gente de más o menos la misma edad que hicimos muy buenas migas. Pero al margen de esa gente, también conocí a otros sin los cuales hoy no sería lo que soy. Y uno de ellos fue mi jefe oficioso, un tipo seco en el trato y de perfil enjuto. No era mi jefe, pero era la persona a quien todos consultaban cuando necesitaban un buen consejo o una brillante solución. Fue mi maestro. Con él aprendí mucho de mi oficio, pero sobre todo me enseñó a tomarme las cosas con calma; a pensar de otra forma; a buscar soluciones imposibles. Afiló mi ironía y me ofreció las tablas para desarrollar el sarcasmo que me caracteriza entre los que me conocen. Tiene un muy peculiar sentido del humor. Todavía recuerdo cuando nos preguntaba el día en que nacimos para después introducirlo en su ordenador y, por gracia de un programa que había hecho, decirnos los días que nos faltaban para la jubilación. Sí, nos lo decía en días, que eran miles. Y después nos decía los que le faltaban a él y se echaba a reir. No sólo se ganó mi (nuestro) respeto, sino que además se ganó mi admiración y aprecio.
Esta tarde he ido a tomar unas pintas con un antiguo compañero de ese trabajo. Hacía tiempo que no nos veíamos y había ganas de contarnos cosas. Por desgracia, una de las cosas que tenía que contarme era sobre mi antiguo jefe. Mi jefe oficioso.
Tiene leucemia.
Dioni, sé fuerte. Tienes que llegar al cero en ese contador de días.
(sugerencia de consumo)
Si no recuerdo mal, a él le gusta el Gainsbourg, pero sobre todo (¿y a quién no?) la Birkin
Coincidimos un buen puñado de gente de más o menos la misma edad que hicimos muy buenas migas. Pero al margen de esa gente, también conocí a otros sin los cuales hoy no sería lo que soy. Y uno de ellos fue mi jefe oficioso, un tipo seco en el trato y de perfil enjuto. No era mi jefe, pero era la persona a quien todos consultaban cuando necesitaban un buen consejo o una brillante solución. Fue mi maestro. Con él aprendí mucho de mi oficio, pero sobre todo me enseñó a tomarme las cosas con calma; a pensar de otra forma; a buscar soluciones imposibles. Afiló mi ironía y me ofreció las tablas para desarrollar el sarcasmo que me caracteriza entre los que me conocen. Tiene un muy peculiar sentido del humor. Todavía recuerdo cuando nos preguntaba el día en que nacimos para después introducirlo en su ordenador y, por gracia de un programa que había hecho, decirnos los días que nos faltaban para la jubilación. Sí, nos lo decía en días, que eran miles. Y después nos decía los que le faltaban a él y se echaba a reir. No sólo se ganó mi (nuestro) respeto, sino que además se ganó mi admiración y aprecio.
Esta tarde he ido a tomar unas pintas con un antiguo compañero de ese trabajo. Hacía tiempo que no nos veíamos y había ganas de contarnos cosas. Por desgracia, una de las cosas que tenía que contarme era sobre mi antiguo jefe. Mi jefe oficioso.
Tiene leucemia.
Dioni, sé fuerte. Tienes que llegar al cero en ese contador de días.
(sugerencia de consumo)
Si no recuerdo mal, a él le gusta el Gainsbourg, pero sobre todo (¿y a quién no?) la Birkin
2 comentarios:
Estoy leyendo todos los post atrasados un buen rato y tengo que decirte que escribes de maravilla. En los de amor, me enternezco, en los tristes, me conmuevo. Eres un agitador emocional!
¿Para cuando el segundo libro? El primero ya lo tengo desde hace tiempo!
Saludos.
Vaya, gracias Sensai. Por los elogios y por aventurarte a comprar un libro tan poco recomendable.
Cuando publique mi novela (vaya usted a saber cuando) te mandaré un ejemplar dedicado.
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