¿Las bicicletas son para el verano?
Decía Fernán Gómez que las bicicletas son para el verano pero… Pero yo a este paso acabaré teniendo un accidente. De acuerdo, en invierno se te hielan las manos y anochece tan pronto que no apetece cogerla, y en primavera que el clima sería idóneo, el polen lo jode todo porque, ya me diréis qué gracia tiene ir en bici con los ojos enrojecidos y la nariz goteando. Así que imagino que lo del verano, más que por elección, es por eliminación. Pero el bueno de Fernando no contaba con que en Barcelona los cabestros van en coche, o en furgoneta de reparto, o en taxi –estos son unos miuras– y que cualquier hijo de vecino que pretenda entrar en esa jungla de asfalto o va en un acorazado o anda con todos los sentidos alerta. Y ahí radica precisamente el problema, en la atención. Es imposible con todas las distracciones que pasean por las calles en esta época del año. Todas esas mini faldas de las que brotan unas piernas bien torneadas y tan largas que les llegan hasta el suelo; esos vestidos ceñidos, adheridos a la piel como escamas, sobre cuerpos cimbreantes de deliciosos contoneos; las finas telas de colores claros tensadas sobre nalgas voluptuosas que distraen la mirada al son de sus andares; los vertiginosos escotes convertidos en escaparate de pechos bronceados e intuyo turgentes. Ombligos este año pocos, si acaso alguno visto desde el balcón de uno de esos escotes. Y las sonrisas cargadas de secretas promesas de exóticos deleites cuando las miradas cruzadas se detienen más de un suspiro. En fin, que la alegría visual es notoria y se agradece, pero temo que voy a aparcar la bici hasta el otoño. No quiero perderme el espectáculo urbano por un quítame ahí un ceda el paso.
2 comentarios:
De hecho yo el año pasado me comí una papelera por seguir el bamboleo de dos coquitos... lo peor de todo es que iba ANDANDO!!!
(totalmente cierto, eh?)
¡De vergüenza lo mal que colocan el mobiliario urbano!
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