lunes, 22 de febrero de 2010

Barcelona-Madrid-Barcelona

Empiezan a servir la cena y en el coche número dos del tren Madrid-Barcelona, clase preferente, se instala un espeso olor a comida que me traslada a los pasillos asépticos y poco iluminados de un hospital por el que, a esa misma hora, avanza despacio un carrito de acero pulido empujado por un hombre de bata verde pálido. Más allá incluso, a las colas de niños todos con la misma bata a rayas y la misma bandeja de plástico, esperando el turno frente a las enormes cacerolas humeantes del comedor del colegio. A ese mismo olor a verduras hervidas, a sudor rancio y pasta reblandecida en un caldo blanquecino, a recortes de bistec correoso entreverado de nervios, demasiado pasado y demasiado frío para comerlo.
– ¿Va a cenar el señor?
– No gracias, no tengo apetito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡No cojas el Estrella, por Dios, no lo cojas!

arrebatos dijo...

No Ángel, tranquilo, que no soy tan temerario.