Música en Barcelona
Me cabrea mucho la escasa consideración y difusión que se le da a la música en Barcelona. Y no me refiero a los conciertillos de radiofórmula que empapelan las calles y llenan los estadios sino a la música con mayúsculas, a la -creo yo mal llamada- música culta. De ésta se ha creado una especie de reiterativo circuito anual de greatests hits populares que permanece inalterable desde hace años, como si la plebe no fuera capaz de escuchar otra cosa. Así vemos que, año tras año, se repiten a principios de enero los valses, polcas y marchas de Strauss; le siguen “Las cuatro estaciones” de Vivaldi y poco antes de semana santa el inapelable “Réquiem” de Mozart en la basílica (que no catedral) de Santa María del Mar. Tras el vasto páramo veraniego llega noviembre y diciembre para acumular el “Carmina Burana” en el Palau de la Música, el habitual “Messías” de Haydn con todas las corales patrias abarrotando el Palau y los inevitables “Cascanueces” y “El lago de los cisnes” en navidades. En algún momento del año también se programará el “Concierto de Aranjuez”, que no repetiré ya que con una “interpretación” del guitarra solista habitual tuve suficiente. Pero todo lo que sea salir de este círculo vicioso implica pagar auténticas fortunas, lo cual no es óbice para que las mencionadas también sean caras.
Respecto a los ballets de Tchaikovsky es difícil saber si son caros o no, porque ni siquiera en la web del Teatro Coliseum están anunciadas. Fascinante. Sé el precio porque las entradas están a la venta en una web que se dedica a esto, pero salvo la biografía del autor y una sinopsis de la obra, no mencionan si voy a pagar por un concierto sin ballet, un ballet con música enlatada o un completo ballet con orquesta. Mucho me temo que será lo segundo. Y es entonces cuando recuerdo los días que pasé en Praga y la sana envidia que me dieron con sus cinco o seis teatros en los que se programaba diariamente música, danza y ópera.
Y pobre de ti si te gusta la ópera, porque ya puedes ir pensando en ser millonario. En el Gran Teatre del Liceu, ese teatro que se quemó y pagamos entre todos -todavía recuerdo a la Caballé pidiendo dinero a todos los catalanes para su reconstrucción, mientras ella evadía sus impuestos en Andorra-, la taquilla sigue siendo para las abultadas carteras de la élite burguesa de la ciudad. Obviamente -deben pensar- los que no se pueden permitir pagar dos entradas de entre 80 y 200 euros para una representación de “Carmen” o “Falstaff” es porque son unos paletos que no aprecian la música. Hay entradas más baratas, cierto, pero no verás nada. Literalmente.
A la gente en general le gusta la música. No conozco a nadie que no se haya emocionado en el Liceu, el Palau de la Música o el Auditori en una representación de ópera o música clásica. Pero hay pocos espacios, muy pocos (apenas estos tres) y suelen ser a precios prohibitivos, así que no dudo que queden asientos vacíos en la mayoría de sesiones. Parece un círculo vicioso. Sin duda con precios más asequibles necesitaríamos más espacios. Como en Praga.
Respecto a los ballets de Tchaikovsky es difícil saber si son caros o no, porque ni siquiera en la web del Teatro Coliseum están anunciadas. Fascinante. Sé el precio porque las entradas están a la venta en una web que se dedica a esto, pero salvo la biografía del autor y una sinopsis de la obra, no mencionan si voy a pagar por un concierto sin ballet, un ballet con música enlatada o un completo ballet con orquesta. Mucho me temo que será lo segundo. Y es entonces cuando recuerdo los días que pasé en Praga y la sana envidia que me dieron con sus cinco o seis teatros en los que se programaba diariamente música, danza y ópera.
Y pobre de ti si te gusta la ópera, porque ya puedes ir pensando en ser millonario. En el Gran Teatre del Liceu, ese teatro que se quemó y pagamos entre todos -todavía recuerdo a la Caballé pidiendo dinero a todos los catalanes para su reconstrucción, mientras ella evadía sus impuestos en Andorra-, la taquilla sigue siendo para las abultadas carteras de la élite burguesa de la ciudad. Obviamente -deben pensar- los que no se pueden permitir pagar dos entradas de entre 80 y 200 euros para una representación de “Carmen” o “Falstaff” es porque son unos paletos que no aprecian la música. Hay entradas más baratas, cierto, pero no verás nada. Literalmente.
A la gente en general le gusta la música. No conozco a nadie que no se haya emocionado en el Liceu, el Palau de la Música o el Auditori en una representación de ópera o música clásica. Pero hay pocos espacios, muy pocos (apenas estos tres) y suelen ser a precios prohibitivos, así que no dudo que queden asientos vacíos en la mayoría de sesiones. Parece un círculo vicioso. Sin duda con precios más asequibles necesitaríamos más espacios. Como en Praga.
2 comentarios:
Cierto... y quien dice Liceu, el Palau de la Música o el Auditori ... dice la sala bikini ... recuerdas aquel día, creo que nunca lo podré olvidar, es más, he de reconocer que nunca algo entró en mi cabeza con provocándome tantas emociones, "Coti"... aunque ahora que lo pienso recuerdo yo un doble concierto.... je,je,e,jje,
Y qué decepción sus discos...
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