miércoles, 5 de diciembre de 2007

Milagro

En el autobús una mujer está tosiendo. Debe llevar un buen rato, porque la gente empieza a percatarse y se gira hacia ella, con una mezcla entre curiosidad y compasión. Si estuviera en marcha, quizás habría pasado más inadvertida, pero es la parada de origen y todavía faltan unos minutos para salir. El ataque de tos no hace más que acentuarse. Es una tos seca, compulsiva. De ese tipo que cuando uno tose, un picor agudo le sube por la garganta obligándolo a toser de nuevo. Y así una y otra vez. Es una mujer mayor, una anciana ya. Luce una permanente de un color gris violeta cuyos rizos se agitan igual que muelles a cada sacudida. Sentando junto a ella, su marido asiste impasible al ataque con la mirada fija al frente, sin inmutarse.

–Espero que si se muere nos dejen bajar del autobús –dice un tipo joven, sentado dos filas más atrás.
–Coño, espero que no se muera –replica su acompañante, para apostillar acto seguido–. Por lo menos hasta que lleguemos a casa.

Su marido empieza a moverse incómodo en su asiento. Ser el centro de atención de todos los pasajeros le resulta embarazoso.

–No se apuren –acierta a balbucear con voz temblorosa–. Le pasa lo mismo cada vez que se excita, y el conductor le ha recordado a Machín.

Una mujer, sentada unos asientos más adelante, también mayor aunque no tanto, se levanta sujetando el bolso junto a su pecho, y mientras con una mano busca algo en su interior, avanza hacia la anciana del pelo violeta. Se detiene frente a ella y muestra obsequiosa una cajita.

–¿Quiere una pastilla juanola? Van muy bien para estos casos. El otro día, en la consulta del médico, me dio un ataque parecido y menos mal que llevaba las juanolas en el bolso, porque me puse roja como un tomate y pensaba que me iba a ahogar. Siempre que mi hija baja a la farmacia le pido que me suba juanolas, que lo bien que van para la tos. Porque yo tengo mucha tos ¿sabe? Por eso siempre tengo unas juanolas en el bolso…

La cháchara acaba desvaneciéndose entre unas toses cada vez más preocupantes. Si escupiera los pulmones, nadie en el autobús se sorprendería.

–Sí, gracias –se escucha en un hilillo de voz apenas audible.

Segundos después, como por arte de magia, la tos ha desaparecido. El autobús todavía no ha arrancado y la anciana milagrosamente recuperada se levanta para dirigirse hacia el asiento de la amable señora de las juanolas.

–Tengo la necesidad de darle un beso –afirma convencida. Le estampa dos besos y de regreso a su asiento continúa agradeciendo–. Muchas gracias, señora. Muchísimas gracias. Esto es lo que deberíamos hacer siempre todos. Ayudarnos los unos a los otros en los momentos de necesidad. Muchísimas gracias.
–Es que las juanola son milagrosas, ya ve –dice la señora de las susodichas.
–No lo sabe usted bien, lo milagrosas que son –apunta el marido–. Hacía más de siete años que no podía andar, así que ya me dirá.

Y la señora de las juanolas, la boca abierta, mira el interior de su bolso, lo cierra prudentemente con la cremallera y apretándolo con fuerza contra su pecho, clava su mirada desconfiada en ese señor que no sabe si habla en serio o le está tomando el pelo.

15 comentarios:

pitima dijo...

Tomo nota. Juanolas. Ahora mismo inicio programa para actualización del vademécum de todos mis médicos.. jejeje. Aparte del milagroso ataque de gratitud, y paliar las dificultades para la deambulación ¿algún efecto secundario más?

arrebatos dijo...

mmmm... no se han descrito, pero son milagrosas ¿sabes? Sirven lo mismo para un catarro que para los pies planos.

Palimp dijo...

Buenísimo... ando haciendo un taller de cuentacuentos ¿me das permiso para contarlo?

Gregorio Luri dijo...

Plas, plas, plas.
Por cierto, ¡lo que son las cosas! La palabra que tengo que verificar es "taaxy".

arrebatos dijo...

Palimp, por supuesto. Los cuentos son para contarlos.

arrebatos dijo...

Gracias por los aplausos Don Gregorio. Y ya ve que hoy la cosa no va de taxis, que a veces también cojo el autobús e incluso el metro. Lo que son la cosas.

arrebatos dijo...

Por cierto que, por alguna extraña razón que no atino a comprender, no recibo vía mail los avisos de nuevos comentarios. Todo está correcto en la configuración del blog, como siempre, pero no sé qué debe estar pasando. Así que ni me entero cuando recibo los comentarios.

marta dijo...

Otia y a mi que no me gusa el sabor a regaliz...

arrebatos dijo...

No te apures Martina, que los señores de juanola han pensado en ti. Ahora también las puedes encontrar con sabor a fresa o limón, aunque no es lo mismo claro...

Anónimo dijo...

No es ningún cuento; sé de buena tinta que está basado en hechos reales... :)

Celia dijo...

yo sigo pensando que Machín no es motivo de excitación, si el conductor le hubiera recordado a Antonio Molina....

por cierto, las pastillas juanola también van bien para aprobar los exámenes....

arrebatos dijo...

Sommer, todo está basado en hechos reales. Hasta lo que es mentira.

arrebatos dijo...

Cel·lia, si por ella hubiera sido, mi abuela se habría fugado con Machín en menos que canta un angelito negro.

Eso de aprobar exámenes con juanolas -que son pa la tos- deberías ampliarlo más.

Isabel dijo...

¡Y pensar que yo las llevo en el bolso, sin saber que son tan milagrosas!.
No tengo perdón,no....
Un saludo y,por cierto, relatas una escena tan natural como la vida misma.Hay de todo ,como en botica...

arrebatos dijo...

Ay Isabel... seguro que algo en tu subconsciente te hablaba de sus virtudes, sino no las llevarías en el bolso. Porque las mujeres sólo lleváis lo estrictamente imprescindible en el bolso ¿no?