lunes, 18 de octubre de 2010

El pasado

Hace un par de semanas, paseando por la rambla Catalunya, me crucé en la puerta de un bar con un antiguo compañero de trabajo; debía hacer algo así como cinco años que no lo veía. Él no me reconoció y yo no le dije nada. No tenía nada que decirle y además no recordaba su nombre, conque me pareció bastante ridículo abordarlo con un “eh, tú ¿qué tal?” seguido de un incómodo silencio. En lugar de eso me limité a seguir caminando mientras pensaba que quizás yo había cambiado mucho y él poco; o que tal vez yo fuera un buen fisonomista y él una completa nulidad. De todos modos, a día de hoy sigo sin recordar cómo se llamaba.

El martes pasado cogí la bici por la tarde y pedaleando sin rumbo acabé en Gracia justo cuando se puso a llover. Até la bici y al girarme me encontré de frente con un viejo compañero de bachillerato que no veía desde hacía más de veinte años. No había sido de mis mejores amigos, de mi grupo más íntimo. Sin embargo sí era el mejor amigo de un amigo mío y con frecuencia habíamos ido juntos a tomar unas cervezas alrededor de una mesa de billar. Le acompañaba una mujer empujando un carrito de bebé y hablaban entre ellos en inglés. No me reconoció y yo no dije nada. No tenía nada que decirle y además tengo muy mala memoria para los nombres. Buscando un bar donde guarecerme, caminando a buen ritmo pegado a las paredes y bajo los balcones para no mojarme demasiado, iba pensando que quizás sí había cambiado mucho. O eso o que soy un extraordinario fisonomista.

No tengo facebook. Supongo que nunca me ha interesado renovar el pasado. No es recuperarlo, porque en realidad nunca lo he perdido. Es que prefiero que mis recuerdos se queden así como están, sin los rostros actualizados que no harían más que contaminarlos. Y no es porque fuera una mala época para mí, aunque tampoco quiero idealizarla porque me engañaría a mí mismo. Es simplemente que en mi memoria hay dos antes y dos después que forman tres divisiones mentales de mi vida que preferiría no alterar, sobre todo porque la mejor está siendo esta última. Sin embargo...

Tengo por costumbre no responder cuando al móvil me llaman desde un número oculto o desconocido, soy así de simpático. Sin embargo el viernes pasado respondí a una de esas llamadas. “Hola, ¿eres Ricard?”. Era una voz de mujer que me resultaba vagamente familiar, pero sin duda el registro estaba muy escondido porque antes de identificarla ella se presentó. Fue una sensación extraña, una confusión de alegría sincera y contrariedad. “Me han encontrado” recuerdo que pensé. Mientras ella me contaba cómo había conseguido contactar conmigo y la aviesa intención de organizar una cena de antiguos compañeros de instituto, a mi cabeza iban acudiendo diapositivas de la gente que me iba nombrando, recuerdos que creía olvidados pero que sólo estaban archivados bajo montones de otros recuerdos posteriores y que bastaba con nombrarlos para reaparecer. Recordé su cara de entonces, su hermosa sonrisa de labios demasiado pintados de carmín; incluso me pareció sentir otra vez el peso de sus grandes pechos en la palma de mis manos. Acordamos que la llamaría para confirmar mi asistencia, pero todavía no lo he hecho. Todavía no sé si me apetece ir.


(sugerencia de consumo)
y ese año sonaba "Catch" de The Cure

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No vayas

pab dijo...

Depende de los pechos :)
Es broma. Yo a los veintipoco volví al monte en el que jugaba con mi bici todos los veranos de mi infancia y me lo encontré quemado hacía unos años, desnudo e irreconocible.
No sé si tiene algo que ver con tu historia, pero yo creo que sí. Y es verdad, no vayas.

arrebatos dijo...

Pues al final fui... y la verdad es que todavía no sé si fue bueno o malo.