Un dios
Ya tenemos al Papa en Barcelona. Todavía no hace veinticuatro horas que ha llegado y ya ha criticado ferozmente al gobierno y a su máximo representante, elegido democráticamente por los ciudadanos del país que le acoge. Pero claro, él está muy por encima de eso, ya que habla desde la autoridad que le concede su elección divina y como representante de esta divinidad en la Tierra. Una divinidad en la que se me hace muy difícil creer, y acaso todavía más complicado ya no seguir, sino comprender unos preceptos alejados por completo del sentido común hasta un extremo que me parecen incluso contrarios a su propia prédica.
Y todo esto me resulta triste y extraño, porque en realidad me gustaría que este dios existiera. Me gustaría que dios existiera porque eso significaría que muchos de sus representantes habrían sido castigados por la vanidad de creerse el centro del universo. Me gustaría que ese cielo del que tanto hablan existiera para que todos aquellos que torturaron y mataron en su irracional cruzada contra la brujería fueran debidamente condenados al infierno. Me gustaría que ese dios bondadoso fuera real y mortificara con la expulsión de su reino a todos sus representantes que han ido de la mano de poderosos, déspotas y tiranos. Desearía de verdad un dios que abominara del uso de su nombre en la razón de tantas guerras e infligiera eterno tormento a los culpables. Quisiera creer en la existencia de este dios porque obligaría a la penitencia a quienes han condenando a las tinieblas del miedo, la miseria y la ignorancia a países y generaciones enteras. Me llenaría de sincera alegría un dios que pagara con la misma moneda a tantos de sus representantes que han humillado y abusado de los niños en las escuelas creadas para su mayor gloria, así como a quienes les encubrieron. Me gustaría que este dios fuera el implacable verdugo de todos aquellos que cargan las muertes en sus espaldas por condenar el uso de preservativos, la investigación con células madre y tantos otros progresos científicos y sociales. Sí, por todo ello y mucho más me gustaría que este dios que tanto nombran existiera de verdad.
Y todo esto me resulta triste y extraño, porque en realidad me gustaría que este dios existiera. Me gustaría que dios existiera porque eso significaría que muchos de sus representantes habrían sido castigados por la vanidad de creerse el centro del universo. Me gustaría que ese cielo del que tanto hablan existiera para que todos aquellos que torturaron y mataron en su irracional cruzada contra la brujería fueran debidamente condenados al infierno. Me gustaría que ese dios bondadoso fuera real y mortificara con la expulsión de su reino a todos sus representantes que han ido de la mano de poderosos, déspotas y tiranos. Desearía de verdad un dios que abominara del uso de su nombre en la razón de tantas guerras e infligiera eterno tormento a los culpables. Quisiera creer en la existencia de este dios porque obligaría a la penitencia a quienes han condenando a las tinieblas del miedo, la miseria y la ignorancia a países y generaciones enteras. Me llenaría de sincera alegría un dios que pagara con la misma moneda a tantos de sus representantes que han humillado y abusado de los niños en las escuelas creadas para su mayor gloria, así como a quienes les encubrieron. Me gustaría que este dios fuera el implacable verdugo de todos aquellos que cargan las muertes en sus espaldas por condenar el uso de preservativos, la investigación con células madre y tantos otros progresos científicos y sociales. Sí, por todo ello y mucho más me gustaría que este dios que tanto nombran existiera de verdad.
1 comentario:
¿Un dios bondadoso y un presidente buenista? Por favor, ¡qué empalago más insoportable! Casi agradezco que el uno no exista y que el otro vaya a hacer mutis en las próximas elecciones.
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