Onírico
Unos pasos a los pies de la cama me arrancan de mi profundo sueño. No sería tan profundo –pienso- pues son apenas audibles. Pienso que hay alguien en mi casa y me quedo inmóvil, escuchando con atención y sin apenas respirar. No son los pasos regulares y templados de quien camina seguro de saber adonde va. Son más bien un repiqueteo irregular, un goteo intermitente en una cubeta de latón que cruza frenético rozando los faldones de las sábanas. Corre hacia un lado, regresa y se entrelaza corriendo en todas las direcciones. Pasitos de pies pequeños en nerviosa carrera.
Decido que son ratas y eso me tranquiliza. Parece estúpido y quizás lo sea, pero tras ese pensamiento percibo con nitidez cómo se destensan los músculos, se relaja la espalda. Veo en la palma de mi mano –o quizás sólo lo siento- las marcas de mis uñas hincadas en la carne. Ahora mi único temor es que no suban a mi cama. No me importa demasiado que correteen por debajo, pero que no salten sobre mí, por favor, que no salten sobre mí. Intento recordar si anoche cerré la puerta de la terraza. Pensar que sí lo hice me intranquiliza. Prefiero creer que la dejé abierta, pues saber que las ratas han entrado vete a saber tú por dónde es aterrador. Veo una viñeta en movimiento donde las ratas se agolpan en un hueco oscuro. Atraídas por una luz empiezan a saltar unas sobre otras y pasan a través de un pequeño agujero que no es más que una caja de conexiones mal cerrada. Van pasando docenas de ratas por ese agujero junto al techo, cayendo pesadamente al suelo de mi casa. Quiero borrar esa imagen de mi mente. Intento cambiarla por la puerta abierta de mi terraza, pero no lo consigo.
Algo cae sobre mi cama. Un golpe sordo y blando plof, al que sigue otro, y otro más plof. Son las ratas. No están cayendo al suelo. Desde ese agujero junto al techo se están precipitando sobre mi cama plof plof plof. Algo pasa por encima de mi cuerpo tumbado bajo las sábanas, algo pesado, algo…
Me incorporo de golpe, encogiendo las piernas hacia mi cuerpo y con un grito que asoma en mi garganta, aunque consigo tragarlo a tiempo. Estoy bañado en sudor. Mechones de pelo se me pegan a la nuca y a la cara. Siento la fría dureza de la pared en mi espalda, en cada una de las vértebras que la articulan. Jadeo sonoramente, aterrorizado. Está oscuro, muy oscuro. Voy a alargar el brazo hacia la mesilla de noche para encender la luz, pero dudo a medio camino. Temo encontrarla llena de ratas. La adrenalina corre desbordada por mis venas. La siento correr. Recuerdo alguna vez que me han anestesiado y la sensación inicial es la misma, es algo que se hace con el control de tu cuerpo a gran velocidad. Procuro serenarme. Ha sido una pesadilla, sólo eso, una mala pesadilla. Respiro hondo. Empiezo a creerme, pero pese a todo, antes de acercar la mano le doy una patada a la mesilla. Después enciendo la luz.
Igual que un disparo, un golpe de un matasellos en mi corteza cerebral me muestra Casa tomada de Cortázar. Pienso en la explicación freudiana que más tarde le dio a ese relato, que fue fruto de una pesadilla. Se limitó a relatar con maestría esa pesadilla, que no es poco. Recuerdo la relación que estableció entre algo que lo empujaba fuera de su casa y la situación política que estaba viviendo en la Argentina. Pienso en el posible paralelismo que pueda tener mi pesadilla con algo que me inquiete. ¿Tiene que ver con mi apartamento? Quedan todavía muchas cosas por hacer en mi casa. Está en permanente reforma, aunque va siendo habitable. Tampoco hace tanto que parecía vivir en permanente mudanza. Aunque quizás no tenga que ver con nada de esto. Quizás la relación causa efecto sea más compleja.
Salto de la cama directo hacia el ordenador. Me pongo a escribir con las imágenes todavía calientes, con el miedo mezclado en mi sangre. Debo auto psicoanalizarme –pienso.
¿Dónde guardé los hongos?
(sugerencia de consumo)
la onírica Otto e Mezzo de Fellini... y Nino Rota
Decido que son ratas y eso me tranquiliza. Parece estúpido y quizás lo sea, pero tras ese pensamiento percibo con nitidez cómo se destensan los músculos, se relaja la espalda. Veo en la palma de mi mano –o quizás sólo lo siento- las marcas de mis uñas hincadas en la carne. Ahora mi único temor es que no suban a mi cama. No me importa demasiado que correteen por debajo, pero que no salten sobre mí, por favor, que no salten sobre mí. Intento recordar si anoche cerré la puerta de la terraza. Pensar que sí lo hice me intranquiliza. Prefiero creer que la dejé abierta, pues saber que las ratas han entrado vete a saber tú por dónde es aterrador. Veo una viñeta en movimiento donde las ratas se agolpan en un hueco oscuro. Atraídas por una luz empiezan a saltar unas sobre otras y pasan a través de un pequeño agujero que no es más que una caja de conexiones mal cerrada. Van pasando docenas de ratas por ese agujero junto al techo, cayendo pesadamente al suelo de mi casa. Quiero borrar esa imagen de mi mente. Intento cambiarla por la puerta abierta de mi terraza, pero no lo consigo.
Algo cae sobre mi cama. Un golpe sordo y blando plof, al que sigue otro, y otro más plof. Son las ratas. No están cayendo al suelo. Desde ese agujero junto al techo se están precipitando sobre mi cama plof plof plof. Algo pasa por encima de mi cuerpo tumbado bajo las sábanas, algo pesado, algo…
Me incorporo de golpe, encogiendo las piernas hacia mi cuerpo y con un grito que asoma en mi garganta, aunque consigo tragarlo a tiempo. Estoy bañado en sudor. Mechones de pelo se me pegan a la nuca y a la cara. Siento la fría dureza de la pared en mi espalda, en cada una de las vértebras que la articulan. Jadeo sonoramente, aterrorizado. Está oscuro, muy oscuro. Voy a alargar el brazo hacia la mesilla de noche para encender la luz, pero dudo a medio camino. Temo encontrarla llena de ratas. La adrenalina corre desbordada por mis venas. La siento correr. Recuerdo alguna vez que me han anestesiado y la sensación inicial es la misma, es algo que se hace con el control de tu cuerpo a gran velocidad. Procuro serenarme. Ha sido una pesadilla, sólo eso, una mala pesadilla. Respiro hondo. Empiezo a creerme, pero pese a todo, antes de acercar la mano le doy una patada a la mesilla. Después enciendo la luz.
Igual que un disparo, un golpe de un matasellos en mi corteza cerebral me muestra Casa tomada de Cortázar. Pienso en la explicación freudiana que más tarde le dio a ese relato, que fue fruto de una pesadilla. Se limitó a relatar con maestría esa pesadilla, que no es poco. Recuerdo la relación que estableció entre algo que lo empujaba fuera de su casa y la situación política que estaba viviendo en la Argentina. Pienso en el posible paralelismo que pueda tener mi pesadilla con algo que me inquiete. ¿Tiene que ver con mi apartamento? Quedan todavía muchas cosas por hacer en mi casa. Está en permanente reforma, aunque va siendo habitable. Tampoco hace tanto que parecía vivir en permanente mudanza. Aunque quizás no tenga que ver con nada de esto. Quizás la relación causa efecto sea más compleja.
Salto de la cama directo hacia el ordenador. Me pongo a escribir con las imágenes todavía calientes, con el miedo mezclado en mi sangre. Debo auto psicoanalizarme –pienso.
¿Dónde guardé los hongos?
(sugerencia de consumo)
la onírica Otto e Mezzo de Fellini... y Nino Rota
5 comentarios:
Soñar con ratas dicen que significa que tenemos miedo al futuro, que no nos convence la situación
actual y deseamos que nuestra vida cambie... Pero cada vez que leo interpretaciones sobre pesadillas siempre acaban significando lo mismo...
sin duda, lo que consigues al describirlo es notable...
imagino que igual no se trata de encontrarle una explicación, sino de deleitarse y retroalimentar cada una de las imágenes que suscitan pánico... es una forma de saber hasta dónde se puede llegar usando nuestro complejo, retorcido e interesante cerebro sensorial.
bravo.
(someday bar verde: invito yo)
he recordado cierto capítuo de Dr en Alaska en que Ed se encuentra con un anillo dentro de un pescado, y empieza a sentirse poseido por el espíritu de Federico Fellini, y le persiguen personajes de circo, al son de esta música.
Ratas...?
Genial Doctor en Alaska y muy bueno ese capítulo.
Ay... si de verdad existiera ese Cicely (¿era así?) ya habría hecho las maletas.
Buen argumento Xavi. Yo antes de ayer soñé que era un pimiento andante. Y no es que sea retorcida pero prefiero pimiento a pepino o calabaza.
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