miércoles, 17 de octubre de 2007

Dilemas maternos

Todos los martes –que no me puedo escapar– ceno en casa de mis padres. Es una vieja costumbre que se ha mantenido desde que abandoné el nido. Las cenas son perfectamente intercambiables, se confunden unas con otras, en el sentido de que suelen transcurrir sin sorpresas ni anécdotas especialmente remarcables. Eso sí, –en esto mi padre jamás ha transigido– con el televisor apagado. Y claro, –qué familia más peculiar– se habla, qué hacer si no.

Pero esta noche mi madre estaba bastante soliviantada.

–¿Tú te crees –ha comenzado–, a ti te parece normal que me manden esa carta ahora?
–Qué carta –he preguntado, que por ser el invitado no sabía de qué iba la cosa.
–Nada, que estos del INEM me han mandado una carta, ya ves. Que me han encontrado un trabajo, ya ves tú, a mi edad.
–Bueno…
–¡Cómo que bueno! Llevo veinte años apuntada, ¿se creen que me voy a poner a trabajar ahora, a mis años? –Tiene sesenta y tres– ¡Pues estaríamos buenos! Pero si me canso por todo, si no puedo ni llevar la casa.
–¿Pero de qué es el trabajo, de monitora de aeróbic?
–¡Ayyyyyyy! De monitora de aeróbic dice. ¡Pero si fui a una clase y estuve tres días sin poder moverme de la cama! Serás burro…
–Podrías ir y a la semana coger la baja –tercia mi hermana, más pragmática–. Total, si te están haciendo un favor. Te faltan pocos meses de cotizar para poder cobrar la jubilación. Pues aprovecha.
–¡Uy, no, quita quita! A mi edad. Veinte años apuntada. Él –mi padre– que se acaba de jubilar. ¿Y qué, ahora él en las Canarias con el IMSERSO y yo trabajando? ¡Y qué más! Tendrías que ver cómo se lo miran las viudas, pues menudas pájaras.
–Pues si no vas te quitarán el carné de paro.
–Pues ya ves. ¿Para qué me sirve a mí el carné ese? Veinte años apuntada, yendo religiosamente cada quince días a sellar, para que ahora me hagan esto. ¡Es que no hay derecho! A una la obligan a ser mala.
–Mamá, mira que eres exagerada. Pues no vayas, pero insisto en que deberías ir. A ver qué te ofrecen. Si total, para tu puesto habrá como cien candidatos mejores que tú.
–¿Mejores que yo? ¡Pero tú quien te has creído que soy yo! ¿A ver, se puede saber qué te piensas? ¿Que soy una vieja que no sirve para nada? ¡Pues estás muy equivocado! Iré. Vaya si iré. Y armaré la de San Quintín como no me den ese trabajo, aunque sea de monitora de aeróbic. ¡Habrase visto!
–Esto me recuerda –ha apostillado mi padre, que hasta ese momento se había limitado a observar desde el burladero– a ese tipo que estaba en una manifestación en el Paseo de Gracia. Quinientas mil personas, todos en el paro manifestándose por un trabajo, con pancartas y consignas ¡Queremos trabajo! ¡Queremos trabajo! En estas que se le acerca un señor muy trajeado y le da una tarjeta suya. “Tenga buen hombre, le dice, venga a verme mañana que tengo un trabajo para usted.” Y el otro se lo queda mirando, incrédulo, y le espeta “¡Mecagonlaputa! Quinientas mil personas en la calle, todos pidiendo trabajo, ¿y ha tenido que ir a fijarse precisamente en mí? ¡Es que manda huevos!”


(sugerencia de consumo)
Hi hoooooooooooo!

No hay comentarios: