lunes, 18 de junio de 2007

Vicios confesables

Uno de mis vicios confesables es el de coleccionar (y acumular) trastos inútiles. Obviaré la más que probable relación existente entre este vicio y mi convivencia con el desorden, tendiendo al caos.

Hace tres años, cuando sufrí la penúltima mudanza, fui plenamente consciente de este hecho. Los amigos que me echaron una mano también. Con el vaivén de cajas, el tocadiscos (ese aparato que se usaba antaño para hacer girar discos de vinilo negro y que al pincharlos con una aguja emitían música) sufrió un pequeño percance. La cinta de transmisión se estropeó y ya no ha vuelto a girar desde entonces, ni yo me he preocupado en comprar un recambio que solvente esta disfunción. Esta simple dejadez ha convertido toda mi colección de vinilos en un trasto inútil, tocadiscos incluido. Pero mi vicio no termina ahí. También colecciono jarras de cerveza decoradas con grotescas filigranas. De esas que ni un alemán de Baviera usaría para beber y que yo, obviamente, sólo uso para proteger del polvo al estante sobre el que descansan. Podría tratar de trasto inútil mi colección de CDs, pero pese al mp3 y por extraño que parezca, todavía los escucho… algunos.

Lo de guardar tapones de corcho por si algún día se rompe uno, mejor lo explico otro día. Y creo que lo de los sombreros también. Y lo de las mochilas. En cuanto a las cintas de casete, podría justificarlo diciendo que mi coche es viejo, que es de esos que todavía no llevan lector de CD. Podría si tuviera coche. Ah, y el otro día, buscando no sé qué que no encontré, descubrí un par de cajas de disquetes de 5 ¼.

Pero la naturaleza es sabia y para compensar este vicio, me ha concedido poco espacio habitable y recursos para redecorar mi vida en la línea de esa república sueca. No deja de ser una ventaja estética, ya que colgar tapices de cacerías en las campiñas inglesas o cabezas disecadas de astados junto este tipo de muebles, quedaría igual de bien que un ataúd con pegatinas. Pese a todo, todavía albergo la esperanza de poder coleccionar, algún día no demasiado lejano, cámaras fotográficas antiguas de esas que tanto me gustan, o alguna de estas preciosas máquinas de escribir que usaron por igual periodistas, secretarias y algunos de los grandes escritores de la primera mitad del S.XX.

Underwood Nº5

16 comentarios:

Glo dijo...

Yo siempre quise tener un jardín, pero me aprendí el nombre de las plantas, y se me pasaron las ganas, porque ahora las poseo todas... de otra manera.

arrebatos dijo...

Mmmmm... no sé si me convence tu método Glo. Que sí, que yo también me lo aplico para un sinfín de cosas, pero no deja de ser un placebo que, por ser consciente, pierde la gracia del placebo.

¿Sabes? Yo quería tener una terraza llena de plantas. Ahora tengo una terraza llena de macetas vacías amontonadas. Se puede decir que también las colecciono...

maría.* dijo...

A mí siempre me ha encantado coleccionar las sombrillas en miniatura que suelen amenizar algún que otro cocktail, sólo que, a diferencia de ti, yo no las pongo a la vista, sino que las guardo metódicamente en una cajita metálica con sombrillas dibujadas. Y ya que lo menciono, me fascina acumular todo tipo de cajas, de todos los colores, formas, tamaños y estampados. Aún no he logrado adivinar la razón de tal afición, pero seguro que encontraré la respuesta en la consulta de cualquier psicoanalista (sólo que prefiero no saberla).

maría.*

Gregorio Luri dijo...

Lo suyo tiene un hermoso nombre: Síndrome de Diógenes.

marta dijo...

Yo también era muy dada a coleccionar cosas. Pero vivir sola en un espacio más reducido ha hecho que escogiera entre sacar los objetos a un contenedor o salir yo.

arrebatos dijo...

Sí don Gregorio. Y de hecho llamé a la seguridad social e intenté convencerles de mi enfermedad. Lo único que pedía era que alguna bonita enfermera viniera a hacerme visitas domiciliarias, pero no hubo forma. Toda mi vida pagando, y cuando tengo necesidad de algo, no me hacen ni caso. En fin...

arrebatos dijo...

María.* No sé si un psicoanalista te dará una explicación convincente (o que te guste escuchar). Lo que es seguro que te aligerará los bolsillos.

Martina, yo también me vi en ese brete de tener que elegir. Al final dedicí montarme un altillo en el recibidor.

Anónimo dijo...

Yo disfruto justo haciendo lo contrario. Me encanta tirar cosas. Voy a una casa y mentalmente pienso:

Esas flores secas, ... esos cojines de la tatarabuela, ... esos botecitos con estampado de los 80´s vacíos en la cocina, ... y esos calendarios de varios años! ... y esa manta indigente sobre el sofá! ... y esos platos "recuerdo de"! ... y esas figuritas de comunión horrendas! ... y esos ceniceros "de adorno"! ... y esos payasos terroríficos!

Uf, te acostumbras a tenerlos y no los ves, pero te quedas más a gusto con una limpieza así ... Te sientes mejor. Pruébalo y verás.
:D

arrebatos dijo...

Conocí a un tipo que tenía por costumbre meter las cosas que no usaba o que le estorbaban en cajas de cartón. Una vez cerradas, escribía la fecha con un rotulador y las guardaba en un altillo. Era algo que hacía con cierta frecuencia.

Cada vez que abría el altillo para dejar una nueva caja, miraba las que había allí y si alguna no había sido abierta en dos años, sin ni siquiera querer saber lo que había dentro, la cogia y la tiraba al contenedor de basura.

Un buen día perdió de vista a su suegra. Nunca más supieron de ella.

Anónimo dijo...

¡No des ideas! Se me ocurren unas cuantas personas para embalar ...

Juan dijo...

Leí en un libro hace tiempo que había una tribu de indios norteamericanos que tenían la tradición de, una vez al año, hacer un montón con todos sus objetos viejos y prenderles fuego. me recuerda a las hogueras de San Juan.

Juan dijo...

La costumbre está documentada por Bartram en su viaje de exploracion por el Sur de los Estados Unidos.
Los indios Mucclasse celebran una ceremonia en la que primero se proveen de vestidos nuevos, cacerolas y sartenes, y utensilios domésticos. Luego agarran sus ropas viejas, utensilios usados y todo tipo de trastos que encuentren al hacer limpieza de sus chozas. Los arrojan a un gran montón y le prenden fuego. Luego hacen un ayuno.

Anónimo dijo...

En Italia, el día de Nochevieja es tradición tirar los muebles por la ventana (tan italianos ellos :D).

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Esas belllezas de fierro para escribir, son cada vez menos ubicables y por aquí, antes se remataban. Ahos los anticuarios se han puesto atentísimos y niet, hay que pagar mucho, mucho por una...

Coleccionar aleja de la melancolía...
Salute.

Burma dijo...

yo necesito una "ilustrativa" explicación sobre los sombreros.

pd: dicen que los que se/nos resienten/resistimos a tirar, re-sienten los recuerdos con "6" sentidos, cargamos con una colección de fotografías emocionales a nuestra espalda

arrebatos dijo...

Burma, la curiosidad mató al gato.