On the rocks
El otro día, mientras me tomaba mi Tom Collins en el Boadas, lo pensaba. ¿Cómo se tomaban los cubatas, dry martinis (mezclado, no agitado) y demás en el S.XIX? ¿Del tiempo? En esa época no había neveras en las casas ni en los bares, conque ya me dirás tú cómo hacían los cubitos. Pues no, porque resulta que desde el S.XVI más o menos, hasta principios del XX, hubo una actividad económica que aportó a la civilización –ya sabéis, la civilización comienza con la destilación- su granito de arena: los fabricantes y recolectores de hielo.
Coñas a parte, había visto que en algunas ciudades medievales, en el subsuelo, construyeron galerías para almacenar el hielo. Pero para que eso fuera posible, tenían que estar en lugares donde hace mucho frío, por lo menos en invierno. Durante el resto del año se podía guardar más o menos bien bajo tierra, pero en algún momento tendría que helar para que se formara. Esta circunstancia no se daba en Barcelona ni en ningún lugar del arco mediterráneo, y pese a todo consumían hielo. Desde las lonjas de pescado hasta los mataderos de las grandes ciudades. Desde las heladerías hasta algunas terapias que tenían el hielo como fuente de virtudes curativas, todas tenían necesidad de él.
Aquí, en la Cataluña mediterránea, la principal fábrica de hielo estuvo en el Montseny, un macizo montañoso junto al mar que se eleva por encima de los mil quinientos metros. En él se construyeron pozos de nieve y de hielo para su posterior venta. Los primeros están ubicados en la cara norte y servían para acumular la nieve caída durante el invierno y protegerla del sol y los vientos cálidos. Los segundos, cubiertos, se construían junto a los cursos de agua y su finalidad era que esa agua se mantuviera helada durante todo el año.
Este fin de semana vimos uno de los primeros; un pozo de nieve situado a unos mil trescientos metros sobre el nivel del mar. Lo que no sé es cómo lo transportaban después. Pero está documentado que el hielo producido aquí se vendía en Barcelona, Valencia e incluso se llevaba a Italia.
Coñas a parte, había visto que en algunas ciudades medievales, en el subsuelo, construyeron galerías para almacenar el hielo. Pero para que eso fuera posible, tenían que estar en lugares donde hace mucho frío, por lo menos en invierno. Durante el resto del año se podía guardar más o menos bien bajo tierra, pero en algún momento tendría que helar para que se formara. Esta circunstancia no se daba en Barcelona ni en ningún lugar del arco mediterráneo, y pese a todo consumían hielo. Desde las lonjas de pescado hasta los mataderos de las grandes ciudades. Desde las heladerías hasta algunas terapias que tenían el hielo como fuente de virtudes curativas, todas tenían necesidad de él.
Aquí, en la Cataluña mediterránea, la principal fábrica de hielo estuvo en el Montseny, un macizo montañoso junto al mar que se eleva por encima de los mil quinientos metros. En él se construyeron pozos de nieve y de hielo para su posterior venta. Los primeros están ubicados en la cara norte y servían para acumular la nieve caída durante el invierno y protegerla del sol y los vientos cálidos. Los segundos, cubiertos, se construían junto a los cursos de agua y su finalidad era que esa agua se mantuviera helada durante todo el año.
Este fin de semana vimos uno de los primeros; un pozo de nieve situado a unos mil trescientos metros sobre el nivel del mar. Lo que no sé es cómo lo transportaban después. Pero está documentado que el hielo producido aquí se vendía en Barcelona, Valencia e incluso se llevaba a Italia.
3 comentarios:
q mona salgo, así de lejos y medio desenfocada...
Y vestida...
Que interesante (lo de los pozos,jejeje). Nunca se me había ocurrido preguntarme de dónde salía el hielo antes del congelador..... Cuesta imaginarse el mundo sin todos esos inventos cotidianos e increíbles, parece como si siempre hubiesen estado ahí.
La termodinámica... omnipresente: trabajo energía y desorden, en cantidades variables, todo junto en la coktelera...
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