martes, 9 de octubre de 2007

Pueril y terrible

Dargelos era el gallito del colegio. Se sentía a gusto con quienes le plantaban cara o con quienes le secundaban. Pues bien, cada vez que el alumno pálido se encontraba frente a esos cabellos enrevesados, a esas rodillas heridas, a esa chaqueta de intrigantes bolsillos, perdía la cabeza.
La batalla de daba ánimos. Correría, se reuniría con Dargelos, pelearía, le defendería, le probaría de qué era capaz.
(…)
Una bola le golpea en mitad del pecho. Un golpe oscuro. Un puñetazo marmóreo. Un puñetazo de estatua. Su cabeza se vacía. Adivina a Dargelos en una especie de estrado, con su brazo que ha vuelto a bajar, estúpido, en una iluminación sobrenatural.
(…)
El enfermo se reanimaba. Apoyaba la cabeza en la manga de su compañero Gérard.
–¿Cómo se encuentra usted? –preguntó el jefe de estudios.
–Perdóneme…
–No hace falta que se excuse, usted está enfermo, se ha desmayado.
–Ya recuerdo.
–¿Puede decirme usted qué es lo que le ha hecho perder el sentido?
–Me han tirado una bola de nieve al pecho.
–¡A uno no le hace tanto daño una bola de nieve!
–Pues no me han tirado nada más.
–Su compañero pretende que dentro de la bola de nieve había una piedra.
El enfermo vio cómo Dargelos se encogía de hombros.
–Gérard está loco –dijo–. Estás loco. Esa bola de nieve no era más que una bola de nieve. Yo corría, he debido congestionarme.


Les enfants terribles
Jean Cocteau


Igual que en los corrales, en todos los colegios hay un gallito. Le gusta pavonearse y estar rodeado de fieles acólitos que se someten a sus caprichos. Es cruel, violento y despiadado. No dudará en humillar a alguno de ellos por el simple placer de hacerlo. Es una prueba de su poder, de su dominio tiránico.

¿Qué justificación, qué beneficio obtienen aquellos que besan el suelo que pisa? ¿Presumir de ser amigo del gallito? ¿Pavonearse ante los demás por compartir una foto? Sospecho que no es más que eso, una especie de narcisismo no exento de masoquismo. O quizás pese al masoquismo. Intentarán evitar las humillaciones sirviendo a su amo y señor como estúpidos babosos, sólo para poder decir: “soy amigo del chulo del colegio”. Le cubrirán las espaldas, justificarán sus desvaríos, mentirán por él y para él. No sé qué diría don Sigmund al respecto, pero seguro que nada bueno.

Lo peor de todo es que estos comportamientos gregarios no terminan en el colegio. Muchos lo arrastran hasta la edad adulta e, incluso algunos, llegan a presidentes de gobierno y se hacen fotos con el gallito de turno, esta vez a nivel planetario.

4 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Nada se parece más a la vida desnuda que el patio de un colegio.

arrebatos dijo...

Quizás tenga razón. Quizás donde más se aprenda en la escuela sea precisamente fuera de las aulas.

pitima dijo...

A mi lo del comportamiento gregario me impresiona siempre. El ver como cobardes se envalentonan al verse arropados o escondidos detrás de un grupo... el cómo seres estúpidos pueden servir a la causa de un líder malvado. El poder del grupo es siempre de temer.. Mayorías.. ¡qué miedo!. Y mientras.. reza para no verte por el medio y convertirte en víctima porque sí. Naturaleza salvaje... con perversiones de humanidad.

DINOBAT dijo...

Ahí se nace y se crece, unos ganan y otros pierden, otros se alejan para siempre....