Recordando
Mi memoria es un saco de olvidos. George Steiner se pregunta en “Diez (posibles) razones de la tristeza del pensamiento” si podemos pensar con exactitud, como un láser, o por el contrario el pensamiento es disperso y sujeto a intromisiones externas que lo desvían. En mi caso, ya le puedo asegurar al señor Steiner que lo mío es un curso sinuoso lleno de meandros. Y eso siendo generoso. Porque un río tiene orillas, pero mi cabeza tiende más a ser zona pantanosa, con ideas como ranas que saltan de un lado a otro de forma poco previsible. Es por esta razón que durante los últimos dos meses he recordado, con la misma facilidad que después he olvidado, un aniversario sobre el que quería escribir. La pereza ha hecho el resto.
La cuestión es que este verano se cumplieron cuarenta años de la publicación de “The Piper at the Gates of Dawn”, el primer disco –el primer LP– de Pink Floyd. Sin duda un disco difícil de digerir, tanto en su momento como en la actualidad, aunque no tanto como el pretencioso y ególatra “Ummagumma” que publicaron años después, ya sin Syd Barrett. Muchos coinciden en señalar a este, junto al “Sgt. Pepper’s” de los Beatles, como las obras cumbre de lo que vino a llamarse rock psicodélico, aunque mi opinión es que Pink Floyd estaban unos pasos más allá de la psicodelia. Sobretodo Syd Barret, que fue el compositor de la mayoría de los temas de este disco.
Un año después publicaron “A Saucerful of Secrets”, disco en el que Barret todavía colaboró. Pero su afición a las drogas y su esquizofrenia acabaron con su creatividad, a la par que sus excentricidades y ausencias hicieron imposible su continuidad en la banda. No sé si fue un genio o un loco, o ambas cosas. Lo que está claro es que tras su marcha Pink Floyd cambió, evolucionó hacia sonidos sinfónicos y grandilocuentes hasta llegar a la ópera rock. Muchos son lo que dijeron que el grupo dejó de ser Pink Floyd con la marcha de Syd Barrett. No lo sé. Yo llegué a él porque me gustaron sin él, paradojas de la vida. Hice el camino inverso, caminando tiempo atrás hasta su origen.
Sobre Syd Barrett podría escribir mucho más, pero hoy sólo quería recordar “The Piper at the Gates of Dawn”. Además que en su día don Gregorio ya le dedicó unos posts.
(sugerencia de consumo)
Astronomy Domine de Pink Floyd
Interstelar Overdrive grabado en el UFO Club de Londres
La cuestión es que este verano se cumplieron cuarenta años de la publicación de “The Piper at the Gates of Dawn”, el primer disco –el primer LP– de Pink Floyd. Sin duda un disco difícil de digerir, tanto en su momento como en la actualidad, aunque no tanto como el pretencioso y ególatra “Ummagumma” que publicaron años después, ya sin Syd Barrett. Muchos coinciden en señalar a este, junto al “Sgt. Pepper’s” de los Beatles, como las obras cumbre de lo que vino a llamarse rock psicodélico, aunque mi opinión es que Pink Floyd estaban unos pasos más allá de la psicodelia. Sobretodo Syd Barret, que fue el compositor de la mayoría de los temas de este disco.
Un año después publicaron “A Saucerful of Secrets”, disco en el que Barret todavía colaboró. Pero su afición a las drogas y su esquizofrenia acabaron con su creatividad, a la par que sus excentricidades y ausencias hicieron imposible su continuidad en la banda. No sé si fue un genio o un loco, o ambas cosas. Lo que está claro es que tras su marcha Pink Floyd cambió, evolucionó hacia sonidos sinfónicos y grandilocuentes hasta llegar a la ópera rock. Muchos son lo que dijeron que el grupo dejó de ser Pink Floyd con la marcha de Syd Barrett. No lo sé. Yo llegué a él porque me gustaron sin él, paradojas de la vida. Hice el camino inverso, caminando tiempo atrás hasta su origen.
Sobre Syd Barrett podría escribir mucho más, pero hoy sólo quería recordar “The Piper at the Gates of Dawn”. Además que en su día don Gregorio ya le dedicó unos posts.
(sugerencia de consumo)
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Interstelar Overdrive grabado en el UFO Club de Londres
4 comentarios:
Amén.
Pues eso mismo.
Hay cosas de mi relación con los primeros discos de P. Floyd, don Arrebatos, que sólo me atrevería a contar bajo una sobredosis de alcohol. Ya se imaginará usted: la psicodelia navarra no daba para mucho más que el pacharán y algún experimento excesivo. Pero... ¡Dios, no, que me lanzo!
Siendo niño, en casa de mis padres había básicamente cintas (los lp sólo los podía tocar mi padre) de Beatles, Creedence, Serrat y el "Éxitos del 7x" de turno. Más tarde, a principios de los 80, un amigo le grabó a mi padre una cinta con "Wish you were here" en la cara A y "Ommadawn" de Oldfield en la B. Me apropié de la cinta, una Sony de cromo, todavía lo recuerdo.
Años más tarde empecé a comprar yo mis propios discos. Recuerdo que me reunía con unos amigos, cada martes por la noche, para cenar, beber cervezas y fumar hierba mientras veíamos "The Wall" con el objetivo de ponernos en situación para entenderla: cada uno de nosotros entendía una cosa distinta.
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