Un café
Siento una especial debilidad por las cafeterías. Si no existieran, sin duda que habría que inventarlas. En particular, me gustan esas viejas cafeterías que un día fueron todo lujo y esplendor exuberante y hoy mantienen ese delicioso encanto de la decadencia bien llevada. Como Sofía Loren, pero con el suelo en damero, espejos manchados por la edad y mesitas de mármol con patas de hierro forjado. Y el aroma del café recién hecho. Por desgracia, aquí en Barcelona tenemos manía a todo lo que huela añejo, y cuando una cafetería empieza a perder lustre, en lugar de bruñir el óxido, la derribamos –rehabilitamos decimos aquí– y la tapizamos de parqué sintético, paneles cromados, focos halógenos y sillones estilo IKEA. O peor todavía, la convertimos en un decorado de cartón piedra que simula un almacén cafetero en Jamaica. En los últimos años, se ha perdido el encanto de locales míticos como el Zurich, el Velòdrom o el Versalles, por citar algunos. Todavía queda alguna, como el Café del Centro, en la calle Girona frente al colegio de farmacéuticos, en la que te recibe una mesa llena de libros que puedes hojear mientras tomas un café, pero son rara avis. Por eso, entre otras razones, me gusta ir a Madrid. Y también por eso, en algún momento de este fin de semana, me acercaré a esta cafetería de Lavapiés a descansar de mis paseos mientras me tomo un café.
9 comentarios:
Las cafeterías o cafés, como aquí les llamamos... Cuando iba a la secundaria solía irme de pinta los días particularmente lluviosos y acabar en algún café escribiendo en servilletas,mirando a la gente pasar con el discman y el disco en turno.... ahí mismo comencé ese mal hábito de fumar... Ahora el olor de cigarro, de la lluvia y del café es algo que no puedo desligar...
vaya ¡¡que buen tema para un post!! y lo peor es que no se me ha ocurrido a mí....
Me ha encantado tu blog, por cierto. Saludos
"Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta."
Aquí también les llamamos cafés, indistintamente. Aunque ya son unas cuantas en las que se prohibe fumar.
Un saludo y gracias por la visita.
En Madrid hay un viejo café donde debajo de los cristales de las mesas, los poetas, escritores, bohemios y aficionados, dejan pequeños papelitos doblados con apuntes de su "arte", a la espera de que el siguiente cliente que allí se siente, los lea.
Te hubiera ido como anillo al dedo :)
Tienes mucha razón,a veces una de las cosas que más me gusta cuando viajo es descubrir, un poco a la aventura, viejos cafés donde todavía se puede uno sentir casi como en casa.Por suerte aún quedan, y una acaba sintiéndose feliz de haberlos disfrutado,sin el ruido de las modas y el bullicio.Ha sido un placer leerte y recordarlos.
No hay nada peor que un café ruidoso y abarrotado... Sabe y todo más amargo.
Creo que me pasaré por aquí más a menudo.. :)
Hostia, Nepomuk ¿y dónde está ese café?
Cuánta razçon tienes. En Barcelona estamos acabando con los cafés. Es algo que no he entendido nunca. ¿Será nuestra tendencia a la circunspección?
Está en el Madrid de los Austrias... soy un puto desastre para nombres y direcciones, así que se lo pregunto a la persona que me llevó y vuelvo aquí con datos más concretos.
Yo también tomo nota de ese café!
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