miércoles, 3 de agosto de 2005

Lluvia

A las seis de una tarde de agosto el cielo gris ceniza ofrecía el aspecto de un octubre. Ráfagas de viento cargadas de ozono y lejanos truenos. Pronto la ventisca arrastra la tormenta que barre la calle en oleadas de lluvia descargada con furia. El rugido del trueno ha ido paulatinamente acercándose a la descarga eléctrica, al rayo que araña la tarde vaciándola de oscuridad, mostrándose casi simultáneamente. El silencio más estremecedor es justo el posterior al trueno... silencio... que de inmediato se torna en repiquetear del agua sobre el asfalto, sobre los coches aparcados, sobre el pelo mojado.

La lluvia...
... es uno de los pocos bienes que (aún) no se pueden poseer.
... ahoga incendios que andan calcinando pulmones y serena los que quedan por encender.
... afortunadamente no apaga fuegos del corazón. Esos fuegos sólo se enfrían en la escarcha del deseo.
... nos permite respirar hondo el aire limpio.


Como agua caída del cielo. Así ha sido esta tormenta de verano sobre Barcelona. Este año las habituales tormentas de finales de agosto se han adelantado, para disgusto de reptiles y adictos al torrezno epidérmico y algarabía y disfrute mío y de algún otro... ¿excéntrico? Quizás. Uno de mis mayores placeres, amén del vino y las mujeres, es la lluvia sobretodo en verano. Tras tantos y tantos días de padecimiento canicular, cuando veo que el cielo se tiñe de gris y las rachas de viento llegan cargadas de ozono, una indescriptible complacencia se adueña de mí. Cierto que a mucha gente la lluvia y en general los días grises lo arrastran a una melancolía que les desagrada. No es mi caso. Quizás sea una cuestión de contrastes. Me explico. Soy (me considero, ergo soy) una persona gris, con pensamientos grises, trabajo gris, vida gris en general. Cuando el día es soleado y lleno de color (un día kodak) me encuentro especialmente abajo. Si por el contrario el día es gris, me mimetizo con él. Siento que formo parte del día, del tiempo (cronológico, no metereológico, que también), de la vida que me rodea del mismo color gris que yo genero.

No es extraño verme caminar bajo una tormenta de verano con el pelo mojado como única protección. Es cierto que cuando regreso a casa, calado hasta los huesos, es incómodo y hasta desagradable quitarse la ropa empapada. Pero qué placer andar bajo la lluvia, pisar los charcos, levantar el rostro hacia el cielo y dejar que el agua lo limpie de tristezas y preocupaciones. Al contrario que reza la tradición, no llueve cuando canto sino al revés. Suele ocurrir que cuando ando bajo la lluvia me da por cantar. ¿Qué canto? Difícil de definir. Supongo que tarareo algunas letras conocidas. Lo que sé seguro, la canción que siempre acude a mi mente y lanzo hacia mi voz cuando llueve, además de algún que otro fragmento disperso de Calamaro, Waits o Búnbury, es "Time is on my side" de los Stones. ¿Por qué? Quizás porque tengo todo el tiempo del mundo a mi favor.


Hermosa tormenta. En mi barrio -cerca de la montaña- incluso ha granizado. No tengo mucha memoria histórica, y menos en este barrio, pero no deja de ser sorprendente que a día dos de agosto en Barcelona ¡granice!
Cuando ha amainado un poco he subido a casa y he tirado algunas fotos, otra de mis pasiones, en la terraza. La lluvia es hermosa en todo su esplendor pero también en sus detalles. Y los cielos con nubes son los más bellos de fotografiar (y observar).


Hay una palabra en catalán que desconozco su equivalente castellano. Es una hermosa palabra relacionada con la lluvia: Saó. Cuando llueve en el campo de forma continuada. Esa lluvia que, lejos de ser la típica tormenta que lo vomita todo de golpe, va dejando caer lágrimas sobre la tierra reseca durante horas, un día, dos... Esa lluvia que beneficia tanto al campo y de la que últimamente vamos tan escasos. Bien, pues esa lluvia deja -¿genera, produce, crea, da?- "saó". Que no es más que la profundidad a la que ha llegado la humedad del agua. Es cuánto ha calado la lluvia en la tierra. Es una medida del beneficio producido por la lluvia en la tierra de cultivo. La profundidad de "saó" es extrapolable al contento de la gente del campo... Y en ocasiones extrapolable a mí.



Alegría. Esta tarde ha llovido en Barcelona.
Melancolía. Me sigue lloviendo una ausencia.


(sugerencia de consumo)
Leer en la tormenta escuchando Time Is On My Side de los Stones

1 comentario:

Anónimo dijo...

que te lluevan bendiciones...
esta vez no necesitas paraguas para salir pues tienes que recibirlas cerrando tal vez los ojos sientiendo las gotas sobre ti.
Barcelona... es un sueño ese lugar