miércoles, 7 de septiembre de 2005

Si hoy es miércoles

Los miércoles suelen resultarme especialmente agradables. Ya pasaron lunes y martes, sin duda los más penosos de amanecer, acercándose jueves y viernes, sin duda los más propensos a ser trasnochados. Aunque no es esa la razón que me produce la satisfacción de salir a la calle. Se trata más bien de un juego. De hecho es un singular juego. Singular porque, de los dos participantes, sólo uno -yo mismo- sabe que está jugando. El otro ignora completamente que sus acciones rutinarias converjan en azaroso juego, amén que ni siquiera lo conozco y no tengo especial interés por hacerlo.

Bajo las escaleras de casa, salgo a la calle y paso por delante del quiosco camino del metro. Desde el portal de mi casa hasta el metro hay exactamente dos quioscos y cinco papeleras. Paso por el quiosco donde suelo comprar tabaco y mientras me enciendo el primer cigarrillo me asomo a la primera papelera. Puede ser que esté ahí, pero puede ser que no. Ese es el juego. Sigo mi paseo sin desanimarme: todavía quedan cuatro papeleras. Además hay otro quiosco al final, junto a la boca del metro. Paso por la segunda papelera y me asomo distraídamente. Tampoco. No pasa nada, quedan tres. Continúo andando hacia el metro y de camino le echo un vistazo a la tercera papelera y después a la cuarta, justo antes de llegar al segundo quiosco. Aquí ya empiezo a pensar que quizás este miércoles voy a perder la partida. De acuerdo, queda la papelera que hay después del segundo quiosco, justo antes de las escaleras que se hunden hacia los túneles del metro. Pero empiezan a asaltarme las dudas. Un hormigueo en el estómago me alerta de la posibilidad que ya hayan pasado los de BCNeta. O del cambio de ruta del otro jugador. Puede ser incluso un cambio de hábitos.

Me acerco al segundo quiosco, paso por delante aflojando el paso para absorber la mayor cantidad posible de titulares y doy un pequeño rodeo a la barandilla que rodea la boca del metro para pasar por delante de la quinta y última papelera. La última mano de la partida. Gano o pierdo, pues el jugador desconocido no gana ni pierde nada. Ignora mi juego. Mientras me acerco escudriño entre la rejilla de la cesta de esta última, el ojo atento a identificar el premio. Ya he llegado a su altura, me asomo al hueco y de un rápido vistazo lo veo, semioculto por un periódico-panfleto gratuito. Lo aparto de un manotazo y cojo el botín. He ganado. Otro miércoles mi desconocido e inculto jugador ha comprado La Vanguardia en el segundo quiosco y ha lanzado a la papelera el suplemento.

Porque si hoy es miércoles, hoy sale el suplemento Culturas. Nada mejor para leer en el metro y durante el café.

Felices lecturas.


(sugerencia de consumo)
Y ahora está sonando Mr. Siegal de
Tom Waits.

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