Transformaciones
Sin duda lo leí –sé desde hace tiempo que las buenas ideas no pueden ser mías- y pensando en ella lo recordé.
Sentado –por ejemplo- en una cafetería, desde una mesa que nos permita una buena visión de la puerta de entrada, vemos dos tipos de persona. Una entra procurando no llamar la atención, discretamente, a menudo mirándose las puntas de los zapatos mientras camina hacia el interior de la cafetería. No mira a nadie directamente a la cara, mucho menos a los ojos. Se sentirá contrariada si la última mesa, la que se esconde tras la columna, está ocupada y, cuando el camarero repare en ella, pedirá uno solo en la barra con la vista puesta en la lista de cafés o en los titulares de un periódico olvidado a su lado. Tiene la extraña virtud de mimetizarse con el entorno, pasando de mesa en mesa de manera serpeante y sigilosa. Nadie la ve, nadie la percibe. Nunca estuvo allí. Todo sigue igual que cuando entró.
Y por el contrario tenemos a la persona que entra con la cabeza erguida. Se detiene en el umbral a observar el local, mesa por mesa y, una vez ha visto y ha sido vista por todos, entra orgullosa y con paso firme, sin titubeos, dando taconazos e imprimiendo su carácter. Cruzará toda la cafetería, entre las mesas con clientes que le cederán el paso, para coger un periódico que ha visto en el otro extremo y regresará a una mesa situada lo más centrada posible, preferiblemente junto a los grandes ventanales que dan a la calle. Con un imperceptible gesto atraerá a un camarero a su mesa. No pasó desapercibida para nadie. Es el tipo de persona que cuando entra en un sitio, todo lo cambia. Todo se transforma y ya nada es igual. Arranca una sonrisa, un leve movimiento, una pizca de celos, una inclinación de cabeza, una admiración. Incluso cuando marche permanecerá así.
Bien, pues ella es así. Todo lo transforma.
Sentado –por ejemplo- en una cafetería, desde una mesa que nos permita una buena visión de la puerta de entrada, vemos dos tipos de persona. Una entra procurando no llamar la atención, discretamente, a menudo mirándose las puntas de los zapatos mientras camina hacia el interior de la cafetería. No mira a nadie directamente a la cara, mucho menos a los ojos. Se sentirá contrariada si la última mesa, la que se esconde tras la columna, está ocupada y, cuando el camarero repare en ella, pedirá uno solo en la barra con la vista puesta en la lista de cafés o en los titulares de un periódico olvidado a su lado. Tiene la extraña virtud de mimetizarse con el entorno, pasando de mesa en mesa de manera serpeante y sigilosa. Nadie la ve, nadie la percibe. Nunca estuvo allí. Todo sigue igual que cuando entró.
Y por el contrario tenemos a la persona que entra con la cabeza erguida. Se detiene en el umbral a observar el local, mesa por mesa y, una vez ha visto y ha sido vista por todos, entra orgullosa y con paso firme, sin titubeos, dando taconazos e imprimiendo su carácter. Cruzará toda la cafetería, entre las mesas con clientes que le cederán el paso, para coger un periódico que ha visto en el otro extremo y regresará a una mesa situada lo más centrada posible, preferiblemente junto a los grandes ventanales que dan a la calle. Con un imperceptible gesto atraerá a un camarero a su mesa. No pasó desapercibida para nadie. Es el tipo de persona que cuando entra en un sitio, todo lo cambia. Todo se transforma y ya nada es igual. Arranca una sonrisa, un leve movimiento, una pizca de celos, una inclinación de cabeza, una admiración. Incluso cuando marche permanecerá así.
Bien, pues ella es así. Todo lo transforma.
6 comentarios:
Muy interesante, yo más bien soy de las que se sientan a observar...tirando para la primera descripción...
Creo que hay mas de dos tipos de personas...y que dentro de aquellos que todo lo transforman...hay gente que lo hacen para bien y otras para mal...
Bueno, en verdad creo que no hay tipos de personas, que cada persona es un tipo...pero va..que son tonterias mias...
Un besito
Lo deslumbrante siempre llamará la atención.
Salutes :)
Primero y más importante: Sí, las buenas ideas pueden ser tuyas, que las leemos en cada post, (aquí viene un diminutivo cariñoso de modesto):-P
Ahora lo demás: Todo depende del cristal con el que se mire, o en tu caso, escudriñe.
Seguro que ya sabes que muchas veces, bajo la seguridad que describes, se esconde una persona del "tipo A" que lo intenta disimular. De esas que se defienden atacando y transformando, y como dice Nica, no siempre para bien...
En cualquier caso, a un "tipo B" siempre hay q vigilarlo de cerca!! ;-)
Todo es cuestión de actitud en la vida, sí. Tuve una compañera hace años, que le encantaba el chisme, hablar de los demás, siempre criticando cuando las cosas no le salían como ella quería, muy conflictiva. Todo mundo le huía.
En cambio cuando las personas tienen una visión del mundo más inteligente y su autoestima no da bandazos para allá y para acá, su presencia es grata, todo mundo quiere estar con esa persona.
Lo dicho, todo es cuestión de actitud. Sin duda el caracter es el destino del hombre.
Muchos saludos.
Pienso que la autoestima no es más que un reflejo de lo que uno mismo percibe que causa en los demás.
Así, ya sea por tener un fuerte carácter, ya por esconderse tras una máscara, al final el resultado será el mismo pues la reacción de la gente en presencia de esa persona siempre será positiva. De este modo, el uno se reafirmará en su posición y el otro crecerá hasta no requerir de esa máscara.
Como muy bien dice Magda, todo es una cuestión de actitud. Hay que tomarse la vida positivamente.
Mi querido amigo, no siempre todo es tan optinista , tan armónico
"El rostro es la máscara"
Susan Sontag.
Y no objeto a la autoestima en sí, sino a las motivaciones que pueden llevar a alguien a sobresalir, de una u otra forma...
Siempre hay subrepticias razones...
la impureza está viva...
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