Costumbres de acá (II)
En una gran ciudad todo trascurre deprisa, sin tiempo para pensar en ello. Uno amanece corriendo después de dormir a toda prisa, para ducharse mientras silba el éxito de la temporada durante los dos minutos y treinta y cuatro segundos que dura (la ducha y el éxito de temporada). Engulle un cruasán empujado de un trago, garganta abajo, por un café con leche demasiado caliente mientras lee los titulares de prensa –nunca el artículo- de un periódico que mañana ya no servirá. Coge el transporte público a toda prisa y llega al trabajo.
Sabedor de este ritmo frenético, de esta imposibilidad de detenerse a ver pasar el tiempo y a conversar de banalidades con el conciudadano, el ciudadano ha ingeniado un aparato para paliar esta deficiencia: el ascensor. El ciudadano sabe de las ventajas de subir a pie las escaleras, pero las sacrifica en pro del ascensor y lo toma para poder conversar banalmente con su compañero de trayecto sobre, por ejemplo, el tiempo. Hace frío hoy. Sí, mucho… Es el invierno. Sí, el invierno.
Sabedor de este ritmo frenético, de esta imposibilidad de detenerse a ver pasar el tiempo y a conversar de banalidades con el conciudadano, el ciudadano ha ingeniado un aparato para paliar esta deficiencia: el ascensor. El ciudadano sabe de las ventajas de subir a pie las escaleras, pero las sacrifica en pro del ascensor y lo toma para poder conversar banalmente con su compañero de trayecto sobre, por ejemplo, el tiempo. Hace frío hoy. Sí, mucho… Es el invierno. Sí, el invierno.
3 comentarios:
SI nos descuidamos ya ni nos da tiempo a respirar.
jajaja me encanta
Cierta vez, en un viaje de estudios, viniendo del interior, de donde soy, tuvimos que esperar 6 hs. una combinación de trenes en Baires. Hicimos una pila conlos bolsos de todos y algunos nos quedamos a cuidar mientras el resto vagaba por los alrededores. Ese día aprendí a tener una paciencia estoica...
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