viernes, 31 de marzo de 2006

Helena (arrebato XVIII)

Es tarde, sí, y me siento realmente cansado después de un duro día de trabajo. Hace casi veinte horas que amanecí. Y tengo una extraña mezcla de sensaciones. Por un lado entre miedo e incertidumbre por una niña de la que nada sé, que ni siquiera he abrazado. Pero los afectos se transmiten de persona en persona, y ese afecto y cariño por una niña que no conozco todavía ya me calaron. Y estoy intranquilo por ella. Sé que es fuerte porque pese a contar con tan solo tres meses de vida, pese a tener que sufrir una operación de cuatro horas para salvarla, sé que es fuerte porque tiene nombre de mujer fuerte. Se llama Helena. Y sé que envejeceré viéndola crecer. Pero ahora no sé nada de ella y sufro. Como sufro por otra mujer. También fuerte a la vez que débil, como todos. Porque ella ya creció y sufrió los baches que a uno le hacen ser débil. Y sufro porque sé que sufre por la niña y mi pobre sabiduría no consigue sacarla de ese dolor.

Y es por eso que, pese a estar cansado, sigo aquí escribiendo este arrebato, así del tirón como todo arrebato que se precie, en una mezcla de temor, duda, sufrimiento y rabia. Son casi las dos de la madrugada en Barcelona. En mi casa suena Jimi Hendrix desvariando en Woodstock a un volumen poco sociable, pero no me importa demasiado. Mi vecino me recibió con Ramones y risas.

Siento envidia. Ahora me siento incapaz de reír.



(este tampoco es para comentar, lo lamento)