Ahí en medio, fumando
Justo frente al portal del edificio donde trabajo, ahí donde bajo a echar humo siempre que puedo, hay un enorme restaurante chino con sus dragones dorados de cartón piedra, sus jarrones chinos de Taiwán y las fotos de amplios salones para banquetes y coloridos menús. Casi cada día, entre las doce del mediodía y la una, aparece un autocar y aparca junto al portal. Se abren las puertas y empieza a brotar una marea humana de personitas pequeñas de ojos como ojales y pelo planchado que se van colocando con cierto desorden junto al cordón de la vereda (así, como Cortázar, que bordillo no me gusta), esperando que el semáforo les de paso. Pero adolecen de cierto problema de sincronismo, pues cuando les da luz verde empiezan a moverse de forma un tanto alocada, chocando y tropezando unos contra otros como si fueran lemmings. Y los ves cruzando la calle Balmes en atolondrada estampida, ocupando unos veinte metros de su ancho, charlando, tropezando, mirando para atrás, deteniéndose y olvidándose por completo del semáforo, que ya se ha puesto rojo y en seguida comenzará el concierto de bocinazos de los conductores impacientes. No me extrañaría que un día de estos, ese tramo de la calle quedara convertido en una especie de chop-suey de chinitos.
Sin embargo hoy ha sido distinto. Cuando he bajado a fumar, ellos salían de comer. En pocos segundos han ocupado todo el portal, desbordándose unos cuantos a lo largo de la calle, mientras esperaban que el autocar pasara a recogerlos. Además había otro detalle que también hacía la situación diferente de otros días, a la vez que algo felliniana: hoy todo eran mujeres. Varias docenas de chinitas dando grititos, mirando aquí y allá, moviéndose en ordenado desorden como en un hormiguero, hasta que me he visto rodeado. Yo ahí en medio, fumando mi cigarrillo intentando pensar en las musarañas y en un mundo mejor (para mí), mientras dos palmos más abajo de mi nariz, docenas de cabezas se giraban para mirarme y se reían tapándose la boca, como si el extraño en ese lugar, el toque pintoresco, lo diera yo mismo y no ellas.
(sugerencia de consumo)
Lemmings
Sin embargo hoy ha sido distinto. Cuando he bajado a fumar, ellos salían de comer. En pocos segundos han ocupado todo el portal, desbordándose unos cuantos a lo largo de la calle, mientras esperaban que el autocar pasara a recogerlos. Además había otro detalle que también hacía la situación diferente de otros días, a la vez que algo felliniana: hoy todo eran mujeres. Varias docenas de chinitas dando grititos, mirando aquí y allá, moviéndose en ordenado desorden como en un hormiguero, hasta que me he visto rodeado. Yo ahí en medio, fumando mi cigarrillo intentando pensar en las musarañas y en un mundo mejor (para mí), mientras dos palmos más abajo de mi nariz, docenas de cabezas se giraban para mirarme y se reían tapándose la boca, como si el extraño en ese lugar, el toque pintoresco, lo diera yo mismo y no ellas.
(sugerencia de consumo)
Lemmings
3 comentarios:
Buen blog, saludos.
Jaja,me has hecho sonreír imaginando tu cabeza humeante, sobresaliendo por encima de esa pléyade anónima de ojitos rasgados...
Vaya,lástima que nadie te hiciera una foto,¿no llevaban cámara?
Algo raro...
Saludos.:-)
Pues no sé Isabel, aunque estas eran chinas. Los que llevan la cámara como si fuera un apéndice (meñique, anular, corazón, índice, cámara y pulgar) son los japoneses creo.
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