¿Dadá?
¿Te gusta el dadaísmo?
Me lo preguntó así sin más, a bocajarro. Sin una apostilla del tipo “es que estaba mirando unas fotos de Man Ray” que me acotara un poco la respuesta. Porque no es lo mismo responder si a uno le gustan las lentejas o el potaje de garbanzos, por poner un ejemplo al azar, que asegurar que sí o que no al dadaísmo. Y a mí, que en ese momento estaba peleándome con media docena de servidores de datos, me pareció una irrupción de lo más dadaísta. Pero no me amilané, me lancé a pecho descubierto, y con voz firme respondí “pues no lo sé…” así, con los puntos suspensivos. Si por lo menos me hubiera preguntado por el surrealismo, podría haber respondido con comas suspensivas. Después resultó que se trataba de una representación con textos de algunos dadaístas bajo el epígrafe de “Cabaret Voltaire”.
La conversación siguió, con mayor o menor congruencia, hasta concluir que Chema Madoz es un dadaísta. No sé, dijo ella, pero a mí se me hace extraño eso de llamar dadaísta a un tipo que todavía no ha cumplido los cincuenta. Y no le falta razón. Pero es que si no es dadaísta, no sé qué será, a parte de un genial fotógrafo. O constructor de fotografías. No sé qué pensar al respecto, pero esa manera que tiene de cambiar el sentido y el contexto a los objetos cotidianos me parece que es muy dadaísta. Pienso que la creatividad es con frecuencia como el sentido del humor. La capacidad de coger algo, ya sea una norma o unos esquemas establecidos, darles la vuelta, reinterpretarlos, mirarlos de otra forma y cambiarles el contexto como algo natural. Tan sencillo que nos haga exclamar ¡cómo no se me ha ocurrido a mí! Así son los mejores chistes: inesperados por lo sencillos.
Lo de pensar en Chema Madoz fue porque, desde el día 17 de este mes y hasta el 30 de marzo, en la Tecla Sala de L’Hospitalet muestran una retrospectiva de este fotógrafo. Habrá que ir.
Me lo preguntó así sin más, a bocajarro. Sin una apostilla del tipo “es que estaba mirando unas fotos de Man Ray” que me acotara un poco la respuesta. Porque no es lo mismo responder si a uno le gustan las lentejas o el potaje de garbanzos, por poner un ejemplo al azar, que asegurar que sí o que no al dadaísmo. Y a mí, que en ese momento estaba peleándome con media docena de servidores de datos, me pareció una irrupción de lo más dadaísta. Pero no me amilané, me lancé a pecho descubierto, y con voz firme respondí “pues no lo sé…” así, con los puntos suspensivos. Si por lo menos me hubiera preguntado por el surrealismo, podría haber respondido con comas suspensivas. Después resultó que se trataba de una representación con textos de algunos dadaístas bajo el epígrafe de “Cabaret Voltaire”.
La conversación siguió, con mayor o menor congruencia, hasta concluir que Chema Madoz es un dadaísta. No sé, dijo ella, pero a mí se me hace extraño eso de llamar dadaísta a un tipo que todavía no ha cumplido los cincuenta. Y no le falta razón. Pero es que si no es dadaísta, no sé qué será, a parte de un genial fotógrafo. O constructor de fotografías. No sé qué pensar al respecto, pero esa manera que tiene de cambiar el sentido y el contexto a los objetos cotidianos me parece que es muy dadaísta. Pienso que la creatividad es con frecuencia como el sentido del humor. La capacidad de coger algo, ya sea una norma o unos esquemas establecidos, darles la vuelta, reinterpretarlos, mirarlos de otra forma y cambiarles el contexto como algo natural. Tan sencillo que nos haga exclamar ¡cómo no se me ha ocurrido a mí! Así son los mejores chistes: inesperados por lo sencillos.
Lo de pensar en Chema Madoz fue porque, desde el día 17 de este mes y hasta el 30 de marzo, en la Tecla Sala de L’Hospitalet muestran una retrospectiva de este fotógrafo. Habrá que ir.
Todas las fotografías son obra de Chema Madoz
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