lunes, 20 de julio de 2009

En casa ajena

Y la casa era grande e inquietante como el delirio de unas fiebres, cruzada de pasillos y esquinas muertas, sembrada de puertas que se cierran de golpe por las corrientes y habitaciones de paso y dormitorios con dos entradas o dos salidas donde no hay sosiego y se sueñan pesadillas porque ya me dirás por qué dos puertas una a cada lado y sin una sola ventana, que más que dormitorio es un pasillo ancho. Y a todas horas crujir de madera y baldosas que bailan y rechinan y otro portazo pero por la noche en silencio todavía peor, por la noche en las pesadillas todos los invitados a la fiesta pasan por el dormitorio, pasan junto a la cama donde tú intentas dormir, porque es un pasillo y no un dormitorio y en la pesadilla estás despierto y te enfadas y les reprochas que crucen por tu dormitorio y ellos no hace falta que te pongas así, que no pasa nada porque crucemos por aquí, sólo es un momento y no puedes dormir, en tu pesadilla no te dejan dormir hasta que te despierta otro portazo y el amanecer entra a través de la puerta acristalada que se abre a una galería de ventanales a levante, y ya no podrás dormir más y el gallo te encontrará con los ojos cansados y abiertos de par en par, pegado a tu sudor en las sábanas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nen! te has dejado el buho! bubú! bubú! bubú!

Gus