La pesadilla del Quijote
Regresábamos a Barcelona después de pasar el fin de semana en Madrid. Como nos venía “de paso”, también nos dejamos caer por Logroño. Hicimos la obligada visita a la calle Laurel (impresionante el pincho de champis con gamba), nos pusimos tibios de comer tapas y beber buen vino y nos acostamos doblados.
Ya de vuelta –llegando a Zaragoza- soplaba un fuerte viento que, además de doblar árboles en perfecta parábola, forzaba al coche a dar algún que otro bandazo por la autovía.
–¡Qué viento! –exclamábamos admirados. Hasta que advertimos el motivo: Alguien, en un descuido injustificable, se había dejado todos los ventiladores funcionando.
Ya de vuelta –llegando a Zaragoza- soplaba un fuerte viento que, además de doblar árboles en perfecta parábola, forzaba al coche a dar algún que otro bandazo por la autovía.
–¡Qué viento! –exclamábamos admirados. Hasta que advertimos el motivo: Alguien, en un descuido injustificable, se había dejado todos los ventiladores funcionando.
1 comentario:
Cuanta razón!
Impresionante el de champiñones con gamba.
Y qué me dices del bocadillo de pincho con salsa? MMmmmmmmmmm ;p
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