Narrativas (III). Tipos de narrador
En el último post sobre narrativas, apuntaba los tipos de narrador y esbozaba uno de ellos, el narrador omniscente. Repito el esquema:
Aquí tenía que escribir un mismo relato dos veces: uno desde el punto de vista del narrador omniscente y otro del cámara, o desde el protagonista y el testigo. Escogí este último, pero el testigo lo hice tan mal que sólo colgaré el protagonista.
Omnisciente: conoce los pensamientos de los personajes, pero no es uno de ellos.
Protagonista: es un personaje y conoce sus propios pensamientos.
Testigo: es personaje pero no conoce los pensamientos del personaje sobre el que narra.
Cámara: no conoce los pensamientos de los personajes ni es uno de ellos.
El protagonista es el narrador en primera persona. Vendría a ser el clásico y más habitual en los blogs, tan ególatras ellos. Tiene como ventaja que el narrador (y por lo tanto el lector) conoce los pensamientos del protagonista y es por tanto más fácil identificarse con él. Conviene aquí aclarar que, aun tratándose de un narrador protagonista, hay de diferenciar claramente la figura del narrador de la del protagonista. Especialmente si lo que queremos es ser narradores.
Las desventajas más obvias son que no se conocen los pensamientos del resto de los protagonistas, algo que si tenemos con el narrador omniscente. No sabemos qué les ocurre a los otros personajes en ausencia del protagonista. Pero sobretodo, en este caso, en narrador debe ser versátil, para no escribir siempre en primera persona usando el mismo registro. Es decir, no todos los protagonistas de nuestros relatos deben expresarse como nosotros. Este es uno de los mayores problemas de algunos autores, por ejemplo de Juan Manuel de Prada, cuyos personajes son siempre cultísimos y tienen un uso barroco del lenguaje.
Algunos ejemplos de este tipo de narrador son “En busca del tiempo perdido” de Proust o “Lo que queda del día” de Kazuo Ishiguro.
Por el contrario, el narrador cámara debe alejarse de lo que ocurre en la narración. Es un narrador en tercera persona y no debe inmiscuirse, sólo contar lo que ve y escucha. No conoce ni los sentimientos ni pensamientos de ningún personaje. Debe mostrar lo que ocurre, no contar. Escenificar sin resumir.
Esta forma de narrar comienza en los años 20 en EEUU con la novela negra, de la mano de Dashiel Hammett o Raymond Chandler y sus Sam Spade o Philip Marlowe. No es hasta finales de los 50 que empieza a usarse en España, como forma de evitar la censura. El más representativo fue Sánchez Ferlosio con su “El Jarama”.
Por último, el narrador testigo es un personaje de la historia, generalmente secundario y bastante desimplicado de la trama. Cuenta lo que le sucede al personaje principal, salpicando apreciaciones propias. El ejemplo clásico sería el doctor Watson en las novelas de Sherlock Holmes, pero también Ishmael en “Moby Dick” de Melville o “Otra vuelta de tuerca” de Henry James.
Aquí tenía que escribir un mismo relato dos veces: uno desde el punto de vista del narrador omniscente y otro del cámara, o desde el protagonista y el testigo. Escogí este último, pero el testigo lo hice tan mal que sólo colgaré el protagonista.
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