Vamos en taxi
Vamos a la parada del autobús, pero en el último momento tú sugieres tomar un taxi. Es de noche y numerosas luces verdes se entrecruzan veloces por la calle, como luciérnagas en pleno cortejo. No tendremos problemas para encontrar uno libre. Apuramos los cigarrillos y paramos el primero que pasa cuando las brasas de la colilla todavía están calientes. Entras tú primero, te sientas detrás del conductor y abres un vertiginoso corte en tu falda por el que dejas asomar tu pierna derecha hasta la altura de la ingle. Me miras y sonríes con tu mirada pícara. Mi mano se abandona sobre tu rodilla. La presiona levemente, la masajea. Con deliberada lentitud empiezo a acariciar tu pierna, primero por debajo de la rodilla. Paso la palma de mi mano, presiono levemente, la aparto y asciendo de nuevo rozándote apenas con el anverso. Me miras de reojo y sigues con la cabeza al frente, disimulando.
Miro al conductor que está concentrado en el abundante tráfico a esas horas de la noche. Como mucho, debe ver un brazo que se extiende hasta perderse en la esquina del retrovisor. No puede ver que mi mano se está paseando por el interior de tus muslos, que reaccionan separando un poco más las piernas. Me entretengo y me deleito acariciando la parte más cálida de tu pierna. La recorro en toda su longitud hasta la rodilla, para volver a subir cada vez un poco más, a cada vuelta unos centímetros más arriba, más cerca. Me coges la mano entre las tuyas y me guías, me la conduces hacia arriba y la siento arder encajada entre tus muslos, que separas un poco más. Apenas rozo la tela de tus bragas y das un respingo. Después empiezo a presionar lentamente, en una cadencia de bolero y tú me miras y te muerdes el labio inferior y en tus ojos sólo veo deseo. No he dejado de presionar, de masturbarte a través de la tela húmeda y cálida. Empiezo a buscar las costuras para deslizar mis dedos hasta tu piel cuando el taxista pregunta si es aquí. Ni siquiera me he fijado en el trayecto. Le digo que sí, que mejor paramos aquí porque como sigamos no sé cómo puede acabar esto.
(sugerencia de consumo)
Sex Machine & Soul Power de El Padrino James Brown.
Miro al conductor que está concentrado en el abundante tráfico a esas horas de la noche. Como mucho, debe ver un brazo que se extiende hasta perderse en la esquina del retrovisor. No puede ver que mi mano se está paseando por el interior de tus muslos, que reaccionan separando un poco más las piernas. Me entretengo y me deleito acariciando la parte más cálida de tu pierna. La recorro en toda su longitud hasta la rodilla, para volver a subir cada vez un poco más, a cada vuelta unos centímetros más arriba, más cerca. Me coges la mano entre las tuyas y me guías, me la conduces hacia arriba y la siento arder encajada entre tus muslos, que separas un poco más. Apenas rozo la tela de tus bragas y das un respingo. Después empiezo a presionar lentamente, en una cadencia de bolero y tú me miras y te muerdes el labio inferior y en tus ojos sólo veo deseo. No he dejado de presionar, de masturbarte a través de la tela húmeda y cálida. Empiezo a buscar las costuras para deslizar mis dedos hasta tu piel cuando el taxista pregunta si es aquí. Ni siquiera me he fijado en el trayecto. Le digo que sí, que mejor paramos aquí porque como sigamos no sé cómo puede acabar esto.
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6 comentarios:
Teóricamente no debería haber nadie aquí, pero yo sigo merodeando, rastreando del calor de una incierta presencia.
Yo paso de puntillas y me voy sin mirar (bueno, un poquito de reojo).
Uf!
Creo que es lo bastante elocuente.
deberían colocar, bajo prescripción facultativa, un arrebatos en todos los taxis...
igual es que hay muchos tipos que llevan un arrebatos dentro... :-)
saludos, y nunca mejor dicho (ya que viene al caso): un placer.
Uy.. Arrebatos arrebatos.. en una de estas te me vas a pillar los dedos.. jes
Cuídatelos, que luego nos quedaremos aquí a dos velas esperando a que te los devuelvan (los dedos) y puedan volver a ese teclado, que debes de tener de un pringao últimamente..jejeje
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