lunes, 24 de marzo de 2008

A la mesa

No tener suegra, en semana santa, es una putada, las cosas como son. Y quien dice suegra dice tía o madre con delantal enmarcada en una cocina rodeada de fuentes, pailas, alcuzas, bandejas, ralladores, batidoras, platos, tazas, cazuelas, sartenes, cuencos, espátulas, cuchillos y espumaderas. Pero mi tía se liberó de la cocina –si alguna vez estuvo atada– con la aparición del microondas y a mi madre no se le pueden pedir virguerías fuera del recetario de mi abuela. Así que en mi caso, hasta hace unos años, esta figura la ostentaba por derecho propio mi suegra. Para mí, la semana santa era un no pisar una cocina pero no levantarse de la mesa. Y era no ver a mi suegra fuera de la cocina, pues era su sala de estar. Se había traído del cortijo en los montes de Jaén, en el que había cocinado para diez hermanos, padres y tíos, todo un recetario que guardaba en la memoria y del que, de vez en cuando, y para asombro y algarabía de todos, rescataba alguna receta del olvido. Por la mesa pasaba el bacalao en una infinita variedad de platos: con garbanzos, con pisto y piñones, al pil-pil, con alcachofas y huevo duro, en croquetas o en buñuelos. Pero lo que era de verdad una bacanal eran los postres, ahí no había límites. Por supuesto que estaban los pestiños y las torrijas, pero la cosa no terminaba ahí. También había arroz con leche, natillas, tarta de galletas con chocolate o unas albóndigas de miga de pan sumergidas en un caldo de jarabe de naranja que eran mi perdición.

Pero ya digo que eso era antes. Ahora no hay ni bacalao ni torrijas –¡ay!– ni pestiños. Por no tener, no tengo ni mona de pascua, que mi padrino siempre fue un descastado.

3 comentarios:

Isabel dijo...

Me cachis,Arrebato,eso sí que es una faena...
A mi también se me ha acabado el cuento,amigo.Y es que como la cocina casera no hay ná...
No sé si decirte buen provecho,hombre, es me sabe mal,ya sabes...;-)
Te mando un abrazo.

Celia dijo...

Sr. Arrebatos, no sé yo si a su ex-mujer le haría mucha gracia saber que lo que más echa de menos de esa época es a su madre.

arrebatos dijo...

Ay Celia, es que hay cosas que son irremplazables.