miércoles, 30 de abril de 2008

Me condenaron a veinte años de hastío

A principios de los setenta, Paco de Lucía fue duramente criticado (por decirlo de una forma suave) por sus cortejos a otros estilos que –según ellos, los críticos– contaminaban la esencia y la pureza del flamenco. Desoyendo a las voces más respetadas, él siguió haciendo versiones flamencas de melodías pop (como el “Entre dos aguas” que nace del “Te estoy amando locamente” de Las Grecas), incorporó bajo eléctrico y percusión a sus grabaciones y se dejó descubrir por McLaughlin y Di Meola para ir a San Francisco a grabar un directo memorable.

Poco después fue Camarón quien tuvo que soportar de nuevo a esos autodenominados puristas del flamenco por su desparpajo y su ruptura con el cante formal. Ahora, si acaso, las quejas son porque las nuevas promesas del cante sólo lo tienen a él como referente. Obviamente, pasados los años, todos esos críticos acabaron por limpiar el cerumen que tapiaba sus orejas y hacían cola –con perdón– para chuparles la polla con devoción.

Algo parecido le pasó a Enrique Morente a finales de los noventa. En ausencia de Camarón y con Paco de Lucía siguiendo su propio camino, el flamenco estaba necesitado de un nuevo genio que tuviera el talento y los cojones para romperlo desde dentro. En 1994, Morente, gran admirador de Leonard Cohen, aprovechó un concierto de este último en Madrid para, echando mano de sus contactos, reunirse con él en una cena para hablar de su gran pasión común: Federico García Lorca. En esa cena, Morente le prometió a Cohen que grabaría un disco con versiones propias de temas suyos y que reinterpretaría sus versiones de Lorca. El canadiense se mostró entusiasmado con la idea y le dio su “bendición” al proyecto.

“¿Qué si soy innovador? El arte va por su sitio”, decía en la presentación de Omega en Logroño. Eso era en el 97. Justo el año anterior había parido su promesa a Leonard Cohen y a Lorca; la había parido a su manera, rompiendo con todo. En un concierto en Madrid, un concierto purista, de palos flamencos sin alardes extraños, había osado concluir con un tema de su nuevo disco. “Cuando oyeron la batería y las guitarras eléctricas, hubo gente que empezó a abandonar el teatro”. Muchos se quedaron y hubo aplausos y abucheos por igual. Reconoció su error. Era necesaria una presentación formal, pero así y todo no fue fácil la cosa. “¡Morente, vuelve a tus orígenes!”, le gritaron en algún teatro. Y a mí me recordaba a ese grito ciego, ese “Judas” que le soltaron a Dylan en el 65 cuando enchufó su guitarra para tocar “Like a Rolling Stone”. Pero el tiempo los ha colocado a todos en el sitio que les corresponde. A unos en los altares de la música, a otros en el fango del fanatismo. ¿Qué escoges, folk o rock? ¿Flamenco u Omega? ¿Cuento o relato? ¿A tu padre o a tu madre? Mira, yo amo la música, amo escribir y amo a mis padres. Si me obligas a escoger, te odiaré a ti.

Sólo unos datos más. Omega, el disco que Morente grabó con Lagartija Nick, con Vicente Amigo, Montoyita, Tomatito, su hija Estrella Morente y otros, versionando versos de Lorca y Leonard Cohen, fue seleccionado como el sexto mejor disco español del siglo XX. Ajustando un poco más, fue el cuarto mejor de los noventa y el mejor que se publicó en 1996. ¿Y a qué viene todo esto? Pues a que Enrique Morente ha reeditado el disco con algún extra; ha montado una web exclusivamente para él y, sobretodo, ha decidido juntar de nuevo al grupo para interpretar Omega en directo. Será este próximo 31 de mayo, dentro de la programación del Primavera Sound. Si no lo había escrito por aquí antes ha sido porque quería asegurarme primero de tener mi entrada. Sólo de pensarlo, ya se me pone la piel de gallina.

Me condenaron a veinte años de hastío
por intentar cambiar el sistema desde dentro.
Ahora vengo a desquitarme.
Primero conquistaremos Manhattan,
después conquistaremos Berlín.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde mi (reducido) punto de vista sobre la materia, creo que el flamenco es precisamente uno de los campos más abiertos a la experimentación y al mestizaje. Lo que siempre han reivindicado los puristas ha sido la no adulteración del cante jondo, pero porque tiende a confundirse una cosa con la otra y porque la "gracia" (y la Gracia) del cante jondo es precisamente su desnudez, un apenas nada que lo contenga todo. De otra forma, el purismo porque sí no me gusta.

Saludos.

arrebatos dijo...

Emejota, si tu punto de vista es reducido, el mío es inexistente. Estuve leyendo tus notas de la conferencia sobre el flamenco a la que te invitaron, tu búsqueda del cante jondo que te llevó a Lorca y al duende.
En fin, te doy la razón en cuanto a ese afán por conservar puro el jondo, pero en este caso Morente no hace uso de ningún palo flamenco cuando suenan las guitarras eléctricas. Se podría decir que es un cante propio, marca de la casa. Eso sí, los que vayan a verle deben ir sobre aviso. Igual que él debe saber qué quiere cada uno de sus varios públicos.

Un placer tenerte por aquí.