Aburrimiento
Me he pasado la tarde engurruñando la ropa tumbado en el sofá, a ratos leyendo –haciendo ver que leía-, dormitando o escuchando música mientras observaba atentamente el cielo raso. Aburrido de lo que aburre el aburrimiento. Sin ganas de salir a la calle, pero tampoco de quedarme en casa. Cansado de mi posición horizontal, a veces me he acercado al ordenador para echar un vistazo a los titulares de algún periódico, leer en diagonal algún artículo o algún post de los blogs habituales y rellenar mi copa con vino blanco, bien fresquito, para regresar al sofá a seguir observando detenidamente el techo.
– Estoy cansado de verte ahí tirado, como si te hubieras caído de un cuarto piso.
He dado un respingo. No porque la voz sonara siniestra o amenazadora ni nada parecido. Ha sido porque, en principio, estaba solo en casa. Por un momento he pensado que el hastío, el calor y el vino me estaban jugando una mala pasada y que estaba escuchando a la voz de mi conciencia desde fuera. Porque en realidad estaba cansado de verme ahí tirado. Pero esa sospecha se ha disipado de inmediato.
– Levas toda la tarde ahí tirado, mirándome, como si hubiera algo interesante a parte de las dos manchas de humedad. No es que me hagas sentir incómodo, pero la verdad es que ya cansas.
Es obvio que estaba hablándome el techo, como también es obvio que los techos no hablan. Por eso no he dicho nada. Intentaba disimular, como si no fuera conmigo la cosa. Tengo un sentido del ridículo muy acusado, y la sola idea de verme a mí hablando con el techo me ha sonrojado. Me he sentado en el sofá para encender un cigarrillo y esconderme tras el humo.
– Sí, ahora ahúmame con tu apestoso tabaco –me ha reprochado-. Yo antes era blanco ¿sabes?
– Lo sé, te pinté yo.
Me he sentido ridículo, muy ridículo. He empezado a fumar dando rápidas caladas. Me sentía algo nervioso y sobretodo confuso. ¿Qué coño hago yo aquí dándole conversación a mi techo? He tosido un par de veces, me ha ido todo el humo a la cara y lo he apagado con lágrimas en los ojos.
– Deberías dejar de fumar.
No me gusta que me digan qué debo hacer. En alguna ocasión, si el tono había sido aleccionador como ahora, incluso no había hecho algo que tenía pensado hacer. Soy así, me da rabia. Por eso he encendido un nuevo cigarrillo.
– A mí también me tiene harta con tanto humo –se ha quejado la lámpara-. Tengo la bombilla amarillenta.
Lo que me faltaba: un complot.
– Yo estaba leyendo tranquilamente…
– Engáñate tú si quieres –me ha cortado el techo-, pero no a mí. Te conozco lo suficiente como para saber que estabas leyendo como quien mira la tele, sin prestar atención. Tienes la cabeza en otra parte.
– Pero se puede saber…
– ¿En qué pensabas, en ella?
– ¡Me voy! –he dicho incorporándome de un salto.
– Apaga bien el cigarrillo –se ha quejado la lámpara.
Mientras lo apagaba, mi fiel zippo se ha hinchado ofendido echándoles una bocanada de gasolina.
– Tú no metas cizaña –le he reprendido mientras los otros lo abucheaban.
He cogido la cartera y el tabaco, mi zippo me ha saltado al bolsillo y he cerrado dando un portazo. Mientras bajaba las escaleras hasta la calle iba escuchado los reproches y lamentos de mi puerta.
(sugerencia de consumo)
I'm going slightly mad de los inimitables Queen
– Estoy cansado de verte ahí tirado, como si te hubieras caído de un cuarto piso.
He dado un respingo. No porque la voz sonara siniestra o amenazadora ni nada parecido. Ha sido porque, en principio, estaba solo en casa. Por un momento he pensado que el hastío, el calor y el vino me estaban jugando una mala pasada y que estaba escuchando a la voz de mi conciencia desde fuera. Porque en realidad estaba cansado de verme ahí tirado. Pero esa sospecha se ha disipado de inmediato.
– Levas toda la tarde ahí tirado, mirándome, como si hubiera algo interesante a parte de las dos manchas de humedad. No es que me hagas sentir incómodo, pero la verdad es que ya cansas.
Es obvio que estaba hablándome el techo, como también es obvio que los techos no hablan. Por eso no he dicho nada. Intentaba disimular, como si no fuera conmigo la cosa. Tengo un sentido del ridículo muy acusado, y la sola idea de verme a mí hablando con el techo me ha sonrojado. Me he sentado en el sofá para encender un cigarrillo y esconderme tras el humo.
– Sí, ahora ahúmame con tu apestoso tabaco –me ha reprochado-. Yo antes era blanco ¿sabes?
– Lo sé, te pinté yo.
Me he sentido ridículo, muy ridículo. He empezado a fumar dando rápidas caladas. Me sentía algo nervioso y sobretodo confuso. ¿Qué coño hago yo aquí dándole conversación a mi techo? He tosido un par de veces, me ha ido todo el humo a la cara y lo he apagado con lágrimas en los ojos.
– Deberías dejar de fumar.
No me gusta que me digan qué debo hacer. En alguna ocasión, si el tono había sido aleccionador como ahora, incluso no había hecho algo que tenía pensado hacer. Soy así, me da rabia. Por eso he encendido un nuevo cigarrillo.
– A mí también me tiene harta con tanto humo –se ha quejado la lámpara-. Tengo la bombilla amarillenta.
Lo que me faltaba: un complot.
– Yo estaba leyendo tranquilamente…
– Engáñate tú si quieres –me ha cortado el techo-, pero no a mí. Te conozco lo suficiente como para saber que estabas leyendo como quien mira la tele, sin prestar atención. Tienes la cabeza en otra parte.
– Pero se puede saber…
– ¿En qué pensabas, en ella?
– ¡Me voy! –he dicho incorporándome de un salto.
– Apaga bien el cigarrillo –se ha quejado la lámpara.
Mientras lo apagaba, mi fiel zippo se ha hinchado ofendido echándoles una bocanada de gasolina.
– Tú no metas cizaña –le he reprendido mientras los otros lo abucheaban.
He cogido la cartera y el tabaco, mi zippo me ha saltado al bolsillo y he cerrado dando un portazo. Mientras bajaba las escaleras hasta la calle iba escuchado los reproches y lamentos de mi puerta.
(sugerencia de consumo)
I'm going slightly mad de los inimitables Queen
5 comentarios:
Mientras no hablen las paredes...
Pues no lo sé, todavía no se han manifestado. Pero me podría creer cualquier cosa.
AH! esas charlas con los muebles y la casa!! mira que son largos los días de agosto. Yo también me levanto a leer los blogs habituales. Por cierto, no puedo ver el de Nepomuk, sabes si pasa algo? no se carga la página. Muy buena idea la del post!
Memoria, lo que pasa es que Nepomuk es como el Guadiana, va y viene. Estuvo un par de meses "perdido", regresó hace unos quince días y desde la semana pasada que ha vuelto a desaparecer. Pero claro, él no es como los demás, que simplemente dejan de postear durante un periodo más o menos largo. No, él se lo lleva todo.
siiiiii a mi tambien me pasa, de hecho he buscado la palabra aburrimiento en google y por eso estoy aqui, por cierto me encanta Calamaro y Rayuela es mi libro favorito
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