jueves, 9 de agosto de 2007

Ceci n’est pas merde d’artiste

Ahora resulta que Manzoni nos ha estafado porque su escatológica serie de 90 latas de Merde d'artiste no contiene lo que anuncia sino yeso. O por lo menos, eso es lo que afirma en un artículo (Solo gesso, nella scatoletta di Manzoni, Corriere della Sera, 11 de junio; El País, 9 de agosto) un colega suyo, el artista Agostino Bonalumi. Sin embargo, ni a los museos que poseen una de esas latas, ni a los coleccionistas que han llegado a pagar casi cien mil euros parece que les importe demasiado. Nadie va a abrir una lata para comprobarlo pues eso –como afirman en la Tate- sería destruir la obra. Si acaso sólo la abriría otro artista –consagrado y con buenos ingresos, eso sí- para añadirle unas moscas y titular la obra Merde d'artiste avec des mouches.

Lo de la estafa lo dicen, obviamente, aquellos que defienden que el arte contemporáneo y el conceptual no son más que eso, un gran engaño. Pero eso, claro está, ya lo sabía Manzoni, por eso vendió mierda enlatada.

Personalmente lo veo más como rizar el rizo, como un doble salto con tirabuzón que como una estafa. Sin ni siquiera proponérselo, Manzoni ha fusionado su irónica visión del arte conceptual con el surrealismo de René Magritte y ha creado Ceci n’est pas merde d’artiste.

Merde d'artiste de Piero Manzoni

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de leer los dos artículos que le dedica el País, y estoy de acuerdo contigo. No tiene nada que ver que la mierda de artista no tenga mierda con que el arte contemporáneo sea una estafa. Si acaso la polémica da más legitimidad a propuestas de este tipo.

Lo que impresiona es la capacidad el mercado para especular con auqleuir cosa, incluyendo la mierda.

arrebatos dijo...

En realidad el arte en sí no existe sino como inversión. Es un activo, un valor, moneda de cambio al fin.

Glo dijo...

El arte es un fenómeno bastante complejo y existe de muchas otras formas: la primera (a la que nos dedicamos la mayor parte de los seres humanos) se establece entre el autor y la obra, y es el momento, si se me permite decirlo, más emocionante y más importante: el que tiene más valor. Todas las demás relaciones son secundarias (a razón de un 25% respecto de esta primera relación creador-obra), aunque de todas ellas cabe destacar la que se establece entre la obra y el observador "sensible" (que entra en resonancia con la obra, y de alguna manera la "recrea"). La relación de la obra con el público "no sensible", o con la "crítica" más o menos interesada (o condicionada) supone un infinitésimo de su valor.

Toda esta relación, en cambio se invierte, si en lugar de "valor" hablamos de "precio".

arrebatos dijo...

Sí Glo, en parte te doy la razón o, dicho de otro modo, mi parte idealista te da la razón.
Sin embargo, a día de hoy, se llama arte (o se etiqueta como tal) a todo aquello que es público, que se expone después del íntimo acto de la creación de la obra. En tanto que se expone, tiene un precio, pues no se expone sólo por la vanidad del artista, sino para que entre en la rueda del mercado. Una obra de arte es un bien material.

Anónimo dijo...

Por eso es que la frase antigua de Hegel es cierta: pues al arte ya no nos entromete, nos hace participes de un muno de la ideas (como Platón). Por un lado no está mal que lo llamado atístico sea otro bien material; pero creo que siempre se pueden hablar de los bordes, de los límites del arte. Hay que conservar aquello de que el arte no SOLO sea un bien material. No sé si sea aún podible tal diferencia...

saludos

Glo dijo...

Yo, como creador (cualquiera lo es, aunque la sociedad se esfuerce en clasificarnos y excluirnos) doy lo mejor de mí en cada uno de mis actos creativos, y con cada uno de ellos me realizo y enriquezco. Esos actos tienen frutos, que son las obras. El 99% de mis obras no llegan a entrar en el mercado, o al menos, no como "obras de arte". Mi aportación "artística" es un "plus", que incluso ese mercado no desea; pero me da igual. Y es que el arte es, ante todo, una satisfacción personal; es más: cuanto mayor es el logro, y por tanto la satisfacción, menos importa la opinión de nadie.

Y estoy seguro de que lo dicho es aplicable a muchas (sino todas) las disciplinas.

arrebatos dijo...

Glo, te respondo al hilo de un debate reciente en el café de Ocata.

Luis comentaba (recorto): En "¿Qué es la literatura?", Sartre niega al artista la propia comprensión de su obra como arte, salvo por la misma definición. El artista no se emociona sinceramente en la contemplación, no da con el alma que ha puesto en ella, o dicho de otra manera, hace trampa pues sabe que la ha puesto y donde.

Y por mi parte: Coincido con Luis (y con Sartre) en que al artista no le puede conmover su propia obra, pues la conmoción ha precedido a la obra. Esa conmoción es el impulso que le ha llevado a crear algo, su obra. Si de esa creación, que no es más que un hecho residual para él, consigue transmitir al espectador aunque sea parte de esa emoción original, entonces podemos afirmar que es la obra de un artista, si acaso de un genio cuando la emoción que transmite está viva, conmueve. En caso contrario, nos encontramos ante la obra de un artesano.