viernes, 10 de agosto de 2007

A ver las estrellas

Me tomo una pausa y me voy unos días a la montaña. Sin teléfono, sin internet, ni periódicos ni nada que me recuerde el curso de la civilización.

Y me voy al mismo sitio de (casi) siempre, aquel que descubrí a los nueve años y que desde entonces he frecuentado hasta pisar todos sus caminos, hasta subir todas sus cimas y bañarme en todos sus ríos y lagos. Lo he visitado en todas las estaciones del año. He dormido en refugios guardados y en otros sin guarda que dejaron de existir; en cabañas de pastor, al raso, en varias tiendas de campaña e incluso en un hotel.

Lo he visto cambiar, convertirse de un rincón sólo para montañeros a destino de domingueros. Pero también me ha visto cómo he cambiado yo. Cómo mi adolescencia ha quedado atrás, en esos rincones en los que alguna vez soñé poder llevar a mis hijos. Ahí he borrado el relieve de dos pares de botas, he cargado tres mochilas y tres tiendas.

Lo he disfrutado pero también lo he sufrido. Me ha recibido con sol y con nieve, con niebla que casi me ha confundido y con granizo que me ha calado hasta los huesos. Con un calor que me ha abrasado la piel y con un frío que me ha helado las lágrimas. Y también he visto a gente pagar con su vida las imprudencias, al igual que he visto la mía propia pendiendo de un hilo, de un único resbalón más.

Y es por eso que vuelvo y revuelvo. Porque ahí están las huellas de toda mi vida. Porque me gusta volver a los rincones en los que he sido feliz. No por melancolía, en absoluto. Sólo para retener nuevas imágenes, otras nuevas sensaciones que llevarme de nuevo a casa y poder evocar cuando el gris de la ciudad me parezca demasiado pesado.

La excusa en esta ocasión ha sido poder ver la lluvia de estrellas de este domingo en un cielo limpio, en buena compañía. Pero no es más que eso, una excusa.

1 comentario:

Glo dijo...

A riesgo de ser pesado, insisto en la idea:

El arte es patrimonio de todos y todos podemos, según nuestras dotes y capacidades, ser artistas: autores de obras sin precio en el mercado, pero que tienen el valor de permitir nuestra expresión, e incluso nuestro genio.

Entiendo que hablar de la "percepción" que tienen los demás de la propia creación, es secundario, o en todo caso, pertenece a otro estadio del arte. Sólo es importante si pagamos las facturas con los dineros que nos procura el asunto, y cuando estamos aprendiendo el oficio, porque aún no somos capaces de valorarnos; pero una vez "iniciados" en el proceso creativo, creo que somos autónomos (antes, es cierto que somos sólo artesanos).

El escritor que aperece en esta entrada

http://blogs.20minutos.es/ezcultura/post/2007/07/02/juan-madrid-no-puedo-abandonar-lucha-escribir-la

seguramente coincide plenamente con lo que digo. Desde luego, no le veo yo muy dependiente del criterio ajeno, sino del placer que le procura escribir, o incluso de la necesidad que tiene de hacerlo ¿Será artesano, o será genio? Sólo a él le incumbe, y creo que le da igual.

Un saludo y feliz descanso.