miércoles, 19 de septiembre de 2007

El camino de la tentación

El trayecto que va desde el trabajo al metro es el camino de la tentación. Cruzo la primera calle y me doy de bruces con la librería La Central. Si consigo sortear este templo de perdición sin caer en sus redes puedo continuar más tranquilo, pero alerta, sin bajar la guardia, porque será girar la esquina y me tropezaré con el Jazzmessengers, una pequeña tienda cuyas fauces abiertas me engullen a su jugoso semisótano, bien surtido de lo mejor del jazz, desde lo más pretérito a lo más nuevo. Esto es, precisamente, lo que me sucedió este pasado lunes. De allí salí con una reedición completa de los conciertos en Basin Street que el quinteto liderado por Clifford Brown a la trompeta y Max Roach a la batería grabó en 1955. Por cierto que este Max Roach es el mismo Max Roach que grabó, junto a Charlie Parker y Dizzy Gillespie, el mítico concierto en el Massey Hall, dando un vuelco al negocio discográfico. Magnífico. Cortázar estaría orgulloso de mí. Pero mis adquisiciones no terminaron ahí.

Aunque hoy en menor medida, durante muchos años la producción nacional se consideró de mala calidad y esa sensación se extendió como una mancha negra a todos los ámbitos, dejando nuestra estima por los suelos. Si bien es cierto que la industria, por ejemplo, no fue un modelo ejemplarizante, no es menos cierto que en otros ámbitos se destacó, sobretodo en el arte. Sin embargo, tenían que venir desde fuera para advertirnos de que eso que teníamos era bueno. O ese alguien debía salir al extranjero para que fuera valorado su talento en su justa medida. Uno de esos genios fue Tete Montoliu, nacido ciego en la Barcelona de 1933 y fallecido en 1997 en la misma ciudad. Y pese a ser mundialmente reconocido uno de los mejores músicos de jazz europeos, si no el mejor, aquí sólo fue, si acaso, conocido como ese pianista ciego que a menudo acompañaba a algún cantante popular en sus actuaciones. Pero claro, es que España durante muchos años no fue Europa.

Reconozco mi parte de culpa. No fue hasta que vi algunos discos suyos expuestos en una tienda, en una película de Woody Allen, creo que Manhattan, que no empecé a pensar que quizás sí que era bueno, pese a ser español. Y fue este lunes pasado que finalmente saldé mi deuda con este genial pianista. Compré “A tot jazz”, que recoge la grabación de los conciertos que Tete Montoliu dio en 1965 en la sala Jamboree de Barcelona, en la cima de su carrera. El disco fue el primero suyo que se publicó en este país, pues quien quería material de Tete debía comprar ediciones extranjeras… en el extranjero. Bien, pues cuando llegué a casa lo puse en la bandeja, le di al play, ajusté el volumen y… Magia. Tocar el piano de esa manera sólo puede ser cosa de magia. Antes me lo habían dicho, pero ahora lo sé. A la altura de Bill Evans, de Thelonious Monk, de Chucho Valdés. Tete Montoliu fue uno de los grandes al piano.


(sugerencia de consumo)
música con imágenes de Tete Montoliu interpretando Giant Steps

3 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

¡Un brindis por Tete!

Celia dijo...

fetichista y melómano!
dios mío!!!!

arrebatos dijo...

Lo uno es inseparable de lo otro Celia. Si se es melómano, se es fetichista.

Amén